Los signos del tiempo. Juan Pablo Remolina Schneider

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Los signos del tiempo - Juan Pablo Remolina Schneider

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       Bibliografía

       Anexo de imágenes

       Cronología

       Lista de ilustraciones

       Ilustración 1. Portada del primer número de la revista Panida: dibujo de Rendón

       Ilustración 2. Homenaje a Ricardo Rendón (1938), por Pedro Nel Gómez

       Ilustración 3. Signos del tiempo

       Ilustración 4. Uno de los diez mil

       Ilustración 5. Como ve el Gobierno el congreso extraordinario

       Ilustración 6. La cuestión de confianza

       Ilustración 7. Simón el Bobito

       Ilustración 8. Eureka

       Ilustración 9. Estado crítico

       Ilustración 10. Sin título

       Ilustración 11. ¿Hay Congreso? No lo habrá

       Ilustración 12. Meteorología

       Ilustración 13. El problema de La Guajira

       Ilustración 14. El Gabinete de Concentración

       Ilustración 15. El zarpazo de Los Leopardos

       Ilustración 16. Un sufragante liberal neutral

       Ilustración 17. Los Reyes Magos

       Ilustración 18. El acuerdo conservador

       Ilustración 19. El arzobispo adhiere a Valencia

       Ilustración 20. Sin título

       Ilustración 21. Isocronismo del péndulo

       Ilustración 22. El pueblo de Colombia ve bien claro

       Ilustración 23. La hora del triunfo

       Ilustración 24. Realidad y poesía

       Ilustración 25. El generalibus Vásquez Cobo

       Ilustración 26. Los designios del Dios

       Ilustración 27. Sic transit gloria mundi

       Ilustración 28a. La historia de Procopio. Primera parte de la serie

       Ilustración 28b. La historia de Procopio. Continuación de la serie

       Ilustración 28c. La historia de Procopio. Continuación de la serie

       Ilustración 29. La derrota del Partido Conservador

       Ilustración 30. En la casa de los muertos

       Ilustración 31. Portada de El Tiempo

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      Bien distinta era la juventud de comienzos del siglo XX en Colombia. Apenas adolescentes se asumían hombres hechos y derechos, prestos para la guerra, listos a morir por sus partidos políticos. Ese hubiera sido el destino de Ricardo Rendón y de quienes tenían sus mismos años, de no haberse conjurado en Colombia la guerra civil que tantas vidas jóvenes sacrificó a lo largo del siglo XIX.

      La generación de Rendón pudo verter todas sus energías al arte, al estudio y a su consagración, gracias a la paz con la que se encontró Colombia desde el Gobierno de Rafael Reyes hasta su consolidación con el advenimiento del Gobierno republicano de Carlos E. Restrepo (1910-1914) y la consolidación del espíritu republicano en los posteriores gobiernos hasta llegar a la caída del conservatismo, en 1930. De haber continuado Colombia en la orgía guerrera del siglo XIX, no hubiera sido posible Rendón o ninguno de los dispositivos culturales y humanos que le permitieron emerger en el mundo artístico de su época.

      A esa causa republicana que se abrió espacio en medio de los odios de partido se debieron las revistas Panida y Universidad y toda la gente allí reunida: León de Greiff, Germán Arciniegas, entre otros. Se debió también El Tiempo y la consolidación de El Espectador, y junto a estos la emergencia de un amplio número de periódicos y revistas que fueron configurando un ambiente propicio para la fabricación de artistas y de una nueva clase política. El espectro de los dispositivos para la ampliación de la opinión pública se disparó, y la colombiana fue convirtiéndose en la sociedad polifónica que no pudo serlo en el siglo XIX.

      Los artistas de la década de 1910 que se trasladaron de Medellín a Bogotá impregnaron a la capital del frenesí del capitalismo de posguerra que emergía a toda prisa como queriendo recuperar el tiempo perdido. Por ello, se ve a Rendón como diseñador de célebres campañas de propaganda comercial: la de los cigarrillos (Pielroja y Pierrot) y bebidas azucaradas. Fue en esa Colombia variopinta y vocinglera en la que se movió el primer Ricardo Rendón.

      Su arte cayó como anillo al dedo a la estrategia paciente y sin pausa, altiva y muy política que los epígonos del republicanismo convertido en liberal después de 1921 diseñaron para ir derribando, poco a poco, el vetusto edificio de la Hegemonía Conservadora. Todos los medios en los cuales se desplegó tenían entre ceja y ceja, entre ojos, carcomer las sólidas ruinas del viejo caserón.

      Juan Pablo Remolina S. recrea para el mundo de hoy el mundo de Rendón. Nos participa de las evocaciones que sobre él han hecho sus propios contemporáneos: un Rendón cercano de todos los intelectuales, artistas y políticos incongruentes con el establecimiento de entonces, que frecuentaban los mismos lugares; siempre callado, metido en sus trajes negros, pero presente, meditabundo y contemplativo, rumiando y procesando para producir luego la síntesis del pensamiento de toda la sociedad que lo rodeaba. Todos se acostumbraron a su forma de ser y creían suficiente los contenidos de los trazos de su dibujo para hacerse a la idea que de él resultaron teniendo, pero nadie pudo llegar en vida a lo profundo de su corazón y de sus sentimientos y emociones. Tan solo sus empleadores lo sabían bohemio, conocían de las necesidades por las que pasaba con su familia, querían ayudarlo en la compra de vivienda, y él mismo era consciente de que su organismo, aunque joven, necesitaba restablecerse.

      Del último Rendón, del Ricardo Rendón en el último año de su vida, trata el libro que Juan Pablo Remolina pone en nuestras manos. De la nueva Colombia que él ayudó a construir y que a lo mejor esperaba que cambiara velozmente. De su trabajo se reconoce con admiración su papel como demoledor y gran artífice de la caída

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