E-Pack HQN Susan Mallery 3. Susan Mallery
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La sorpresa de Ava se hizo evidente en su tono de voz.
—¿Ford? ¿Ford Hendrix?
Él asintió.
—Hace tiempo que somos amigos y volvimos a encontrarnos en el ejército. Nuestro tercer socio es un tipo llamado Angel Whittaker.
—Había oído que Ford iba a volver —dijo Ava—, pero nadie sabe cuándo. Lleva años sirviendo en el ejército.
—Saldrá en los próximos meses y se supone que entonces volverá aquí.
A Angel no le importaba dónde montaran el negocio y, después de que Justice hubiera vuelto el año anterior, había hecho presión para que se decantaran por Fool’s Gold. En aquel momento había pensado en buscar a Patience, pero había tenido el autocontrol suficiente para evitarla. En esta ocasión, sin embargo, no había tenido tanto.
—¿Quién es Ford? —preguntó Lillie.
—Conoces a las mellizas Hendrix y a la señora Hendrix —dijo Patience—. Ford es el hermano pequeño.
—¡Pero si es un señor mayor!
Ava sonrió.
—Tendrá treinta y algo, Lillie.
La niña se mostró algo confusa.
—¿Tantos?
—¡Ah! Lo que daría por volver a ser joven —Ava levantó su tenedor y pinchó un poco de lechuga—. Bueno, Justice, cuéntame qué has estado haciendo los últimos quince años. ¿Te has casado?
Capítulo 3
Patience se juró que jamás volvería a quejarse de su madre. Y no es que lo hiciera mucho, pero a veces era difícil compartir casa. Esa noche, sin embargo, Ava había demostrado ser toda una maestra a la hora de sacarle información a alguien.
Para cuando habían retirado los platos y el postre estaba servido, Justice ya había escupido casi todos sus secretos. Había pasado diez años en el ejército antes de meterse en el sector de la seguridad privada. No se había casado nunca y no tenía hijos. Había estado a punto de comprometerse una vez, había vivido por todo el mundo, pero no tenía ningún sitio al que llamar «hogar», y había pospuesto encontrar una casa o un apartamento en Fool’s Gold al preferir vivir en un hotel hasta que el negocio estuviera en marcha y prosperando.
Patience se había limitado a escuchar. El amable interrogatorio de su madre había sido mejor que una función de teatro y había podido disfrutar tanto del espectáculo como de las vistas.
Desde su previo encuentro en la peluquería, Justice se había cambiado el traje por unos vaqueros y una camisa de manga larga. Le gustaba cómo la llenaba, era puro músculo, pura fuerza, sin duda fruto de una condición física excelente. Imaginaba que el negocio de los guardaespaldas lo requería.
Mientras lo observaba al hablar, se fijó en dos pequeñas arruguillas alrededor de los ojos y en cómo su expresión era más cauta de lo que recordaba. Además, cayó en la cuenta de que el último hombre que había pisado su casa había sido un fontanero y, antes que él, el chico que les había instalado la televisión por cable. Ava no había tenido muchas citas después de que su marido la hubiera abandonado. No tenía intención de seguir los pasos de su madre en ese terreno, pero, aun así, ahí estaba, acercándose a los treinta y soltera crónica.
Justice era la clase de hombre que podía alborotar hasta al más casto de los corazones y Patience debía admitir que, por su parte, la castidad había estado motivada por las circunstancias, no por su propia elección. Así que si su guapísimo y algo peligroso amor de juventud daba el primer paso, ella accedería tan contenta. Justice parecía la clase de hombre que podía curar prácticamente cualquier mal femenino siempre, claro estaba, que ella tuviera el cuidado de no involucrarse demasiado emocionalmente.
Suponía que hoy en día debería estar más que dispuesta a ser ella la que diera el primer paso, que debería actualizarse un poco, pero no era su estilo. Nunca había sido especialmente valiente, y ahora que estaba acompañando a Justice hasta el porche delantero no sentía ninguna ráfaga de valor repentino.
—¿Sigues adorando a mi madre a pesar de todo? —le preguntó al cerrar la puerta por si a él se le ocurría darle un beso de buenas noches. Cosa que debería hacer, por otro lado. Estaba haciendo todo lo posible por mandarle ese mensaje telepáticamente a pesar de no tener ningún poder psíquico.
Justice se sentó en la baranda del porche y asintió.
—Es muy buena. Voy a proponerles a Ford y a Angel que la contratemos para impartir las clases de interrogatorios.
Patience sonrió.
—Es un don y hace uso de él. Creo que la gente se piensa que yo fui una niña buena por naturaleza, pero no es verdad en absoluto. Lo fui porque sabía que mi madre podía hacerme confesar si sospechaba que había hecho algo malo —se apoyó contra el poste y sonrió—. También me sirve para mantener a Lillie a raya.
Justice sonrió.
—Lillie es genial. Eres afortunada de tenerla.
—Estoy de acuerdo.
Su sonrisa se desvaneció.
—¿Puedo preguntarte por su padre?
—Puedes y hasta te responderé —se encogió de hombros—. Ned y yo nos casamos porque me quedé embarazada. Era joven y estúpida.
—¿Lillie tiene diez años?
—Ajá. Te haré las cuentas. Yo tenía diecinueve cuando nació. Ned era un chico con el que salía. Estaba aburrida y no sabía lo que quería en la vida, y una cosa llevó a la otra. Me quedé embarazada y él hizo lo correcto y se casó conmigo. Seis meses después, se largó con una pelirroja cuarentona que tenía más dinero que sensatez. Lillie tenía tres semanas.
La expresión de Justice se endureció.
—¿Te pasa la manutención?
Se concedió la ilusión de creer que Justice iría a por Ned si le decía que no le pagaba y resultó una fantasía muy gratificante.
—No tiene que hacerlo. Renunció a sus derechos a cambio de no tener que mantenerla. Creo que yo salí ganando. No habría sido constante y eso le habría hecho mucho daño a Lillie.
—El dinero te habría venido bien.
—Tal vez, pero vamos tirando. Nunca podré ahorrar lo suficiente para abrir el Brew-haha, pero podré soportarlo.
Él se puso derecho.
—¿Qué?
Patience se rio.
—Brew-haha. Así llamaría a mi cafetería. Hasta he diseñado el logo. Es una taza de café con corazoncitos y «Brew-haha, Ooh la-la» escrito.