E-Pack HQN Susan Mallery 3. Susan Mallery
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Se inclinó hacia delante con gesto más animado.
—Tengo una amiga en Nueva York, Sonia. Es una diseñadora magnífica. Vamos a meternos juntas en el negocio, así que trabajar en la tienda de mis padres unos meses me dará la experiencia en la venta de cara al público que necesito y algo de dinero extra para los gastos del principio.
—Se te ve muy ilusionada.
—Lo estoy, y creo que podré soportar quedarme aquí un tiempo.
—No se está tan mal aquí. Estarás genial.
—No me puedo creer que nunca te hayas marchado.
—Nunca he querido hacerlo. Me gusta el pueblo.
—A mí también, pero ¡venga!, ahí fuera hay todo un mundo.
Patience sabía que era verdad, aunque nunca le había interesado conocerlo.
—Bueno, solo he hablado yo. ¿Qué novedades tienes?
—Por una vez tengo noticias —le contó lo de la tía abuela Becky, lo del dinero y lo de la cafetería que su madre y ella iban a abrir.
Isabel se rio.
—¡Es fantástico! —levantó su vaso de refresco—. ¡Por que todos tus sueños se hagan realidad!
Brindaron.
—Estoy aterrorizada —admitió Patience—. No sé nada sobre atender al público. He dado algunas clases, pero no es lo mismo.
—Sé a qué te refieres. Yo trabajé en la tienda de novias mientras estuve en el instituto y la universidad, pero solo lo hice por el dinero. No le estaba prestando atención a cómo funcionaban las cosas. Si no me va bien, no podremos venderla por la cantidad suficiente y me quedaré sin el dinero extra.
—Aprenderemos juntas.
—Me gusta cómo suena eso. Nos apoyaremos —tomó otra patata—. ¿Sabes algo sobre Ford Hendrix?
La pregunta tenía un tono de indiferencia, y para alguien que no conociera el pasado de Isabel no habría sido más que un comentario, pero Patience conocía toda la historia. En lugar de responder, enarcó las cejas.
—¿En serio?
Isabel puso los ojos en blanco.
—No me mires así. Es solo por curiosidad.
—¿Porque te vas a divorciar?
—No, por supuesto que no. He vuelto y eso me está haciendo pensar en el pasado.
—¿Y en que fue tu «único y verdadero amor»?
Isabel hizo una mueca de disgusto.
—Por favor, no lo digas así. Me hace parecer una loca obsesiva.
—Eras una niña de catorce años encaprichada con un chico. No creo que haya mucha diferencia —sonrió—. Estabas loquita por él.
—¡Mira quién fue a hablar! Tú estabas coladísima por ese chico que se marchó. ¿Cómo se llamaba?
—Justice.
—Eso. Fue todo muy misterioso. ¿Llegaste a descubrir qué le pasó?
—Sí.
—¿En serio? ¿Cuándo?
—Hace unos días. Ha vuelto.
Isabel se la quedó mirando.
—¿Y no me lo habías contado? ¿Has dejado que siguiera hablando sobre mi aburrida vida cuando tenías una noticia así? ¿Has hablado con él? ¿Cómo está? ¿Adónde fue? ¿Por qué ha venido?
Patience dio un trago a su refresco.
—Por muy increíble que parezca, estaba en un programa de protección de testigos —le resumió los detalles—. Vino a Fool’s Gold el año pasado como guardaespaldas y decidió que quería volver. Así que va a abrir un negocio aquí con un par de amigos. Lo pintan como si fuera otra cosa, pero básicamente será una escuela de guardaespaldas.
—Un hombre peligroso. ¿Está guapo?
Patience hizo lo que pudo por no sonrojarse.
—Sí.
—Entonces lo has visto.
—Vino... a cenar la otra noche a casa. Ya sabes, para ver a mi madre y esas cosas.
Isabel apretó los labios.
—Lo que me interesa más son «esas cosas». Aún te gusta.
—No. Bueno, a lo mejor —no dejaba de moverse en su asiento—. De acuerdo, sí. Es el chico ideal y ahora ha crecido, y cuando estoy con él me cuesta respirar.
Algo se encendió en los ojos de Isabel por un instante antes de disiparse.
—Es una descripción impresionante. Aunque me parece que ahora viene un «pero».
Patience asintió.
—¿Pero por qué ahora? Mientras estaba en el programa de protección de testigos no podía decirme quién era, pero después arrestaron a su padre y lo metieron en la cárcel, lo cual significaba que Justice podía hacer lo que quisiera. Sin embargo, está claro que no quería ponerse en contacto conmigo.
—Vaya —Isabel se puso derecha—. Muy bien pensado.
—Con Ford sí que contactó. Son amigos. Y ahora ha vuelto y mis hormonas se han revolucionado, aunque no dejo de decirme que he de tener cuidado.
—Sí, tenlo. Los hombres no siempre son lo que parecen —agarró otra patata—. Nunca es fácil, ¿verdad?
—No. Intento estar calmada y comportarme como una adulta —pensó en el beso y en cómo le habían temblado las rodillas—. Si va a abrir un negocio, no creo que vaya a desaparecer otra vez, ¿no? —porque eso sí que no lo soportaría. Todos los hombres por los que había sentido algo habían terminado marchándose.
—Es una muy buena señal.
Patience respiró hondo.
—Eso espero. Y hablando de esperanzas, tengo algo que contarte sobre Ford.
Isabel la miró.
—¿Qué?
—Pronto vendrá. Al parecer, va a dejar el ejército y va a volver a Fool’s Gold.
Isabel abrió la boca y la cerró.
—¿Vendrá al pueblo?
—Eso se rumorea. No tengo ni detalles