E-Pack HQN Susan Mallery 3. Susan Mallery

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу E-Pack HQN Susan Mallery 3 - Susan Mallery страница 4

Автор:
Серия:
Издательство:
E-Pack HQN Susan Mallery 3 - Susan Mallery Pack

Скачать книгу

la mirada para saber que eran el centro de atención. Ella estaba acostumbrada, pero Justice podía encontrarlo algo embarazoso.

      —¿Cuándo puedes tomarte un descanso?

      —En cinco minutos. Alfred es mi último cliente del día.

      —Te esperaré fuera.

      Se marchó antes de que pudiera detenerlo y lo hizo moviéndose con una combinación de determinación y energía. En cuanto la puerta se cerró tras él, las demás peluqueras y la mitad de las clientas se acercaron.

      —¿Quién es? —preguntó Julia, su jefa—. ¡Qué hombre más guapo!

      —Ya lo he visto antes por el pueblo —añadió otra mujer—. Con esa bailarina. Era su guardaespaldas.

      —¿Se ha mudado aquí?

      —¿Es un antiguo novio?

      Alfred carraspeó antes de decir:

      —Tranquilas, señoras. Dejadle a Patience algo de espacio para respirar.

      Patience le sonrió con gesto de gratitud. Él le pagó el corte de pelo y le dio cincuenta centavos de propina. «No me voy a hacer rica trabajando aquí», pensó al acompañar al anciano hasta la puerta y darle un beso en la mejilla.

      Después, fue a ordenar su puesto de trabajo bajo la atenta mirada de Julia.

      —¿Nos darás detalles mañana?

      —Por supuesto.

      Compartir lo que a uno le pasaba formaba parte de la cultura de Fool’s Gold, tanto como presentarte en una casa con una cacerola de comida recién hecha cuando se producía algún nacimiento, una muerte o una enfermedad grave. Por mucho que no quisiera revelar cada detalle de su inminente encuentro con un hombre de su pasado, sabía que esa decisión no estaba en sus manos.

      Paró brevemente en el lavabo para asegurarse de que no tenía manchada la camiseta negra, se soltó su larga melena castaña de la cola de caballo y por un momento se paró a pensar que debería haberse echado las mechas, haber llevado algo de maquillaje y haberse puesto una ropa algo más llamativa ese día. Pero qué más daba. Era como era, y nada, a excepción de una cirugía plástica o un cambio de imagen total, la cambiaría ya.

      Se puso un poco de brillo de labios y se estiró la parte delantera de su camiseta de «Chez Julia» una última vez. Dos minutos más tarde, ya tenía el bolso en la mano y estaba saliendo a la calle.

      Justice seguía allí, con su más de metro ochenta. Llevaba un traje oscuro, una camisa blanca e impoluta y una corbata gris humo.

      —Hace quince años no tenías tanto estilo.

      —Gajes del oficio.

      —Lo cual me lleva a hacerte la pregunta. ¿A qué te dedicas? Bueno, eso puede esperar —lo miró intentando relacionar a ese hombre con el adolescente al que había conocido y amado. Bueno, vale, tal vez no lo había amado, pero sí que le había gustado mucho. Había sido el primer chico que le había gustado de verdad; había querido decírselo, había querido ser su novia, pero él se había marchado—. ¿Qué pasó?

      Él miró a su alrededor.

      —¿Puedo invitarte a una taza de café?

      —Claro —respondió ella señalando al final de la calle—. Por allí hay un Starbucks.

      Comenzaron a bajar la calle. Miles de preguntas se le agolpaban en la mente, aunque no se sentía capaz de formular ni una sola. Tenía curiosidad, pero también vergüenza, una mezcla que no propiciaba una conversación fluida y natural.

      —¿Cuánto tiempo llevas...?

      —Creía que...

      Hablaron al mismo tiempo.

      Ella suspiró.

      —Hemos perdido el ritmo; qué pena.

      —Ya lo recuperaremos —le aseguró—. Dale un poco de tiempo.

      Llegaron al Starbucks y él le sujetó la puerta, pero Patience se detuvo antes de entrar.

      —¿Has vuelto para siempre? ¿O al menos para un poco?

      —Sí.

      —¿No desaparecerás en mitad de la noche?

      —No.

      Ella asintió.

      —No sabía qué pensar. Estaba asustadísima.

      Él posó esa intensa mirada azul en su cara.

      —Lo siento. Sabía que estarías preocupada. Quise decirte algo, pero no pude.

      Patience vio a un par de mujeres mayores acercándose y entró corriendo en el local. Al llegar al mostrador, sacó su tarjeta del Starbucks, pero Justice la apartó.

      —Yo invito. Es lo menos que puedo hacer después de lo que pasó.

      —¡Sí, claro! Con que intentas disculparte y crees que te va a bastar con un café en lugar de invitarme a un solomillo.

      Él le sonrió y esa sonrisa le resultó tan familiar que se le encogió el corazón al mismo tiempo que experimentó un cosquilleo muy claro debajo de su vientre. «¡Guau, qué guapo!». Había pasado tanto tiempo que le llevó un segundo reconocer la presencia de la atracción sexual.

      «Eres patética», pensó al pedir lo de siempre: su latte de vainilla grande light. Eso era lo más parecido a una cita que había tenido en los últimos cinco o seis años. Estaba claro que necesitaba salir más y, en cuanto tuviera un poco de tiempo libre, se pondría a ello.

      —En jarra grande —le dijo Justice a la chica.

      Patience puso los ojos en blanco.

      —Muy masculino. Ni siquiera me sorprende.

      Él le lanzó otra sonrisa.

      —No te veo pidiéndote un latte de soja.

      —No, pero pagaría por ver tu cara mientras te bebes uno.

      —No hay suficiente dinero en el mundo para eso.

      Se apartaron para esperar a que preparan su pedido y después lo llevaron a una mesa de una esquina.

      —Imagino que querrás sentarte de espaldas a la pared, ¿verdad? —preguntó ella al sentarse.

      —¿Y por qué lo dices?

      —Alguien me ha dicho que eres guardaespaldas, ¿no?

      Estaba frente a ella, con esos hombros tan anchos y ese cuerpo que parecía estar desafiando al espacio que los separaba.

      —Trabajo para una empresa que proporciona protección.

      Ella dio un trago de

Скачать книгу