Amor inesperado. Elle Kennedy
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—Que le den a Los Cinco del Viernes. Dile a Gary que redacte algo, y que Kip y Trevor debatan todo lo que puedan sobre el tema y analicen el vídeo de la detención fotograma a fotograma. Quiero un programa entero sobre el asunto de McElroy.
Mulder derrapa al llegar a la puerta, cuando, de repente, se acuerda de mi existencia.
—Acabaremos esto el lunes.
Me quedo boquiabierta.
—Disculpe, ¿cómo dice?
—Vuelve el lunes —ladra—. Tenemos una exclusiva brutal entre manos. Las noticias no esperan a nadie, Brenda.
—Pero…
—El lunes, a las nueve en punto. —Y con esto, se va.
Miro el marco vacío de la puerta, incrédula. ¿Qué narices acaba de pasar? En primer lugar, ha empezado la entrevista con varios comentarios sexistas. Luego, no ha escuchado ni una palabra de lo que le decía, y ahora me deja tirada en mitad de la entrevista. Entiendo que un jugador de hockey arrestado por agredir a su mujer es una noticia importante, pero… no puedo volver el lunes. Tengo clase. Tristan ya me avisó, pero Mulder ha resultado ser incluso peor de lo que esperaba.
Tomo el bolso y el abrigo de un arrebato y me pongo en pie. Que le den. No pienso volver el lunes. No pienso dejar que ese gilipollas…
«Prácticas soñadas», me recuerdo a mí misma. Y me repito la frase una y otra vez en la cabeza. La ESPN y HockeyNet son las dos cadenas deportivas más grandes del país. Y la ESPN no tiene ofertas de trabajo ahora mismo.
Con lo cual…
Supongo que me saltaré las clases del lunes.
Rochelle, la recepcionista mona y rubia de Mulder, me mira desde su escritorio cuando llego. Me cambia la fecha de la entrevista de manera oficial y salgo del edificio de HockeyNet con la peor sensación en las tripas.
Por primera vez en mil años, no llueve, así que pido un Uber y espero fuera, al lado del bordillo. Llamo a mi prima mientras espero.
—Hola —digo cuando Tansy responde—. Ya he terminado la entrevista.
—¿Tan pronto?
—Sí.
—¿Cómo ha ido?
—Ha sido un desastre total. Te lo cuento luego. Acabo de pedir un Uber. ¿Todavía puedo ir a tu habitación?
El plan era que yo la esperara allí mientras ella estaba en clase.
—Sí, le he dejado la llave a la delegada de la residencia. Su habitación es la 404. Llama ahí primero y que te dé la llave. La mía es la 408.
—Genial.
Me giro hacia el alto edificio del que acabo de salir, con las ventanas relucientes, la recepción de cristal y el logo enorme de HockeyNet en rojo y blanco. Se me escapa un suspiro.
—Espero que estés lista para pasarlo bien esta noche porque voy a beber hasta borrar el recuerdo de esta entrevista.
* * *
—Te odio muchísimo. ¿Cómo lo haces para estar tan guapa siempre sin esforzarte siquiera? —protesta Tansy esa misma noche.
Estamos en su suite del Walsh Hall, una de las residencias de la Boston College. Tiene tres compañeras de habitación, y comparte litera con una chica que se llama Aisha, que este fin de semana se ha ido a visitar a sus padres a Nueva York. Aisha es de las mías, porque ha transformado su escritorio en un tocador. Yo habría hecho lo mismo con mi escritorio si tuviera uno: siempre he preferido hacer los deberes tumbada en la cama o en el sofá.
Le sonrío al reflejo de Tansy en el enorme espejo de Aisha y acabo de ponerme la máscara de pestañas en las de arriba.
—Me estoy maquillando —puntualizo—. ¿Esto no es esforzarse?
Emite un sonido gutural.
—¿A eso le llamas maquillarse? Te pones una pizca de base y un poco de rímel. Eso no cuenta como esfuerzo.
—Y pintalabios —le recuerdo.
—Y pintalabios —me concede. Pone los ojos en blanco—. Sabes que hay más colores aparte del rojo en este enorme y maravilloso mundo, ¿verdad?
—El rojo es mi color. —La miro con los labios fruncidos y doy un beso al aire—. Mi amiga de Briar dice que es mi marca personal.
—Totalmente. No recuerdo la última vez que te vi sin. ¿Quizá la mañana de Navidad? —Hace una pausa—. No, espera, aquel día las dos llevábamos pintalabios. Combinaba con nuestros gorritos de Papá Noel. Aunque a mí me quedaba fatal. Me acuerdo. A mí no me quedan bien los labios rojos.
—Tenemos la misma complexión, Tans. Te queda bien, sin duda alguna.
—No, me refiero al rollazo que da. Hay que transmitir un cierto rollo para que el rojo te quede bien.
No se equivoca. Es un look que requiere confianza. Irónicamente, es lo que a mí me da confianza. Sé que suena absurdo, pero me siento invencible cada vez que me unto en carmesí.
—Te puedo prestar un poco de mi rollazo, si quieres —le ofrezco.
A Tansy se le arruga la nariz al sonreír. La luz se refleja en el piercing plateado que lleva en el lado izquierdo, y parece que brille.
—Ay, gracias, Be. Sabía que había una razón por la que eras mi prima favorita.
—Bueno, las otras no son muy buenas candidatas para tener este honor, que digamos. Leigh y Robbie se pasan el día dando sermones religiosos. Y no me hagas hablar de Alex.
Hacemos una mueca a la vez. Alex es la hija de nuestro tío Bill, y es increíblemente pesada.
Oigo el sonido de un mensaje entrante.
—Ey, ¿puedes mirar quién es?
He dejado el móvil en el escritorio de Tansy, y a ella le queda más cerca.
Lo alcanza desde su cama.
—Alguien que se llama BG dice que te echa de menos. Ha puesto como cien eses al final y cinco, no, seis, corazones. Oooh, y es el corazón rojo. Eso significa que va en serio. Bien, ¿quién es este tal BG y por qué no me lo habías mencionado?
Me atraganto con la risa.
—BG son las siglas de Barbie Greenwich. Es como llamo a mi amiga Summer. Es una chica guapa ricachona de Connecticut.
—Mentirosa. Nunca te he oído hablar de ninguna Summer —me acusa Tansy.
—Se trasladó a Briar a principios de enero. —Vuelvo a meter el bastoncito de rímel en el tubito y lo cierro—. Está loca, pero en el buen