E-Pack Los Fortune noviembre 2020. Varias Autoras
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Hizo una pausa. Si Ryan hubiera sabido que su propio primo acabaría casándose con su mujer…
—La organización ha crecido muchísimo más de lo esperado. Al principio no era más que un pequeño local de barrio, pero ahora tienen un enorme edificio junto a la carretera, a las afueras de Red Rock.
—¿Y qué me dices de tus hermanos mayores?
Por suerte, ése era un tema mucho más fácil.
—Jeremy tiene tres años más que yo. Lo conocerás en el desayuno, pero no creo que se quede más de esta noche. Ése apenas sale de Sacramento. Es cirujano ortopédico.
Su hermano Jeremy opinaba lo mismo respecto al matrimonio de su padre.
—Tampoco está casado, ¿no?
—No.
No le faltaban candidatas. Las mujeres encontraban irresistibles aquellos ojos azules y todas querían casarse con un médico, pero Jeremy no parecía estar interesado.
—Y después estás tú —Deanna bajó la barbilla y le miró por debajo de las pestañas.
Aquel sutil aroma a manzana verde era de lo más tentador.
—Y después Darr, el benjamín —añadió.
—El bombero.
—Sí.
—Bethany y él tienen una niña que se llama Randi.
La pequeña era una preciosidad de ojos azules y rizos de oro, igual que su madre. A él siempre le habían gustado mucho los niños, siempre que no fueran los suyos propios. Además, el papel de tío le iba muy bien.
—¿A quién más debería conocer en la boda?
—¿Importa mucho?
—Sí, si quieres que todos piensen que realmente estamos… juntos.
Pronunció aquella palabra como si fuera peligroso decirla.
—¿Qué pasa con Lily? ¿La novia? Estaba casada con Ryan Fortune y me has dicho que él era un buen hombre. ¿Cómo es ella?
A Drew siempre le había caído bien, hasta que su padre se había encaprichado de ella.
—Creo que lo pasó muy mal cuando murió Ryan.
—¿Y cuánto hace de eso?
—Hace seis años —le dijo. Lo recordaba perfectamente porque había sido dos años antes de la muerte de su madre.
Sin embargo, no mucho después, tanto su padre como Lily parecían haberse olvidado completamente de aquellos seres queridos con los que habían compartido buena parte de sus vidas. Empezaron a salir juntos y, según le había dicho su padre, se hubiera casado con ella un año antes de no haber sido por la insistencia de Lily. Al parecer, le había dicho que quería darles algo de tiempo a sus hijos para adaptarse a la nueva situación.
Como si eso fuera a ocurrir alguna vez…
—¿Será una boda por todo lo alto?
—Supongo que habrá un montón de invitados.
—¿No lo sabes seguro?
—No tengo que acompañarlos, ni nada parecido. J.R. será el padrino.
—Muy bien —Deanna bajó la cabeza y la apoyó en el brazo, sobre la almohada—. Parece que, eh, te llevas muy bien con J.R.
—Sí.
—¿Y con tus otros hermanos?
—Igual —le contestó Drew, sin saber adónde quería llegar.
Ella emitió un sonido parecido a una pequeña carcajada. Drew sintió un escalofrío.
—Siempre he pensado que sería maravilloso tener una gran familia.
—Todo tiene sus momentos, sobre todo cuando éramos niños —admitió él.
Todos habían seguido caminos distintos al hacerse adultos, pero seguían muy unidos, aunque no pudieran verse con tanta frecuencia como antes. J.R., Nick y Darr vivían en Red Rock, mientras que Jeremy y él seguían en California, pero siempre intentaban mantener el contacto.
—También habrá un montón de primos —añadió—. El hermano de mi padre, Patrick, su esposa y sus hijos. Pero no creo que tengas oportunidad de conocer a mi tía Cindy. Sólo es cinco años más joven que mi padre, pero seguramente seguirá por ahí, viviendo la vida. Es todo un personaje.
Siempre había sido muy divertido tenerla como tía, pero Drew sabía que la historia debía de haber sido muy diferente para sus cuatro hijos. De repente se acordó de la madre de Deanna.
—¿Qué le vas a decir a tu madre?
Ella volvió a ponerse boca arriba y se tapó hasta la barbilla.
—Nada hasta que no tenga más remedio. Le diré lo justo y necesario.
Drew estuvo a punto de preguntarle por su padre, pero entonces ella bostezó y le dio la espalda de nuevo, dejándolo con la curiosidad. Por lo que podía recordar, jamás la había oído mencionarle. No sabía si su padre estaba vivo o muerto. Ni siquiera sabía si ella lo conocía.
En realidad, ella sabía mucho más de él que él de ella. Hasta ese momento no le había importado mucho, pero de repente tenía unas ganas locas de averiguarlo todo. Sin embargo, decidió dejar el tema de momento. Deanna y él no estaban juntos de verdad, pero él era lo bastante listo como para saber que cuando una mujer le daba la espalda de esa manera, la conversación había terminado.
Se dedicó a escudriñar las sombras hasta que oyó cómo cambiaba la cadencia de su respiración, haciéndose más larga y lenta. Y entonces pudo cerrar los ojos por fin y dejar descansar sus atormentados pensamientos. No obstante, un rato más tarde, en cuanto volvió a sentir el suave cuerpo de su peculiar compañera de cama, volvió a despertarse de nuevo.
Y su cuerpo no parecía dispuesto a darle una tregua.
Deanna se estaba asando de calor. Se quitó el edredón de una patada y, al sentir la textura sedosa de las sábanas de algodón, se dio cuenta de que aquélla no era su propia cama.
Se quedó quieta y miró hacia la ventana que tenía delante. Las persianas estaban cerradas, pero la luz del sol se colaba entre las secciones de madera. No obstante, no era la luz del sol lo que más llamaba su atención, sino el brazo musculoso que tenía alrededor de la cintura, oprimiéndola. La mano de aquel brazo fibroso le caía justamente sobre el pecho. Se mordió el labio inferior. Hubiera querido contener la respiración, pero el corazón le latía tan rápido que ni siquiera hubiera podido hacerlo. Se dio cuenta de que tenía los pezones endurecidos y que Drew se los acariciaba inconscientemente con las yemas de los dedos. Rápidamente le agarró la mano y trató de apartarla. Él murmuró algo y la agarró de la cintura con más fuerza, tirando de ella hasta