Desafíos para la seguridad y la defensa en el continente americano 2020-2030. John Griffiths Spielman
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу Desafíos para la seguridad y la defensa en el continente americano 2020-2030 - John Griffiths Spielman страница 13
En el pasado he expresado frustración por las prioridades de la burocracia de defensa y la falta de urgencia cuando se trata de conflictos actuales, lo que para muchos en el Pentágono ha sido lo de siempre, en lugar de una situación de guerra y una mentalidad de guerra. Cuando me refería a “Next-War-itis”, no estaba expresando oposición a pensar y prepararme para el futuro. Sería irresponsable no hacerlo, y la abrumadora mayoría de las personas en la industria del Pentágono, los servicios y la defensa hacen precisamente eso. Mi punto es simplemente que no debemos preocuparnos tanto por prepararnos para futuros conflictos convencionales y estratégicos que no proporcionemos, tanto a corto como a largo plazo, sino más bien en todas las capacidades necesarias para luchar y ganar conflictos como los que enfrentamos hoy14.
Aunque fue el secretario de Defensa en funciones, le costó esfuerzo imponer su voluntad sobre otros actores institucionales fuertes:
El apoyo para programas de modernización convencionales está profundamente integrado en nuestro presupuesto, nuestra burocracia, la industria de defensa, y el Congreso. Mi preocupación fundamental es que no hay un sustento institucional proporcional, incluso en el Pentágono, para las capacidades necesarias para ganar las guerras en las que estamos y de los tipos de misiones que tenemos más probabilidades de emprender en el futuro15.
Estas reflexiones de Gates expresan la realidad que continúa en el sistema de defensa estadounidense, la cual crea desafíos para emplear fuerzas adiestradas adecuadamente para actuar en la región. Retomaremos este punto crítico más adelante.
Realidades regionales
Siempre es arriesgado generalizar al hablar de América Latina, dada su gran heterogeneidad. Sin duda, el tema específico del papel de las fuerzas armadas es otro ejemplo importante de ese riesgo. Obviamente, los países comparten muchas características culturales similares, sobre todo la herencia española y la lengua castellana (con la excepción notable de Brasil). Pero los 19 países latinoamericanos tienen 19 historias distintas, algunas realmente únicas, que no se prestan a una explicación generalizada fácil o sencilla. Dado nuestro enfoque en el rol de las fuerzas armadas en este ensayo, quizás es útil mencionar un par de casos radicales en la región.
En un extremo se observan los ejemplos de países en donde los gobiernos han decidido no tener fuerzas armadas para proveer la seguridad interior y la defensa nacional, que son Costa Rica (desde 1948) y Panamá (desde 1990). En el otro extremo tenemos los países en donde las fuerzas armadas dominan el poder político y económico, como son los ejemplos de Cuba (desde la década de 1960) y Venezuela (desde la década de 2000). El dominio de las Fuerzas Armadas cubanas es tal, que el Stockholm International Peace Research Institute (SIPRI), que es una de las instituciones más prestigiosas en su análisis de defensa, no es capaz de divulgar cifras para Cuba. También hay que reconocer que la gran mayoría de los países experimentaron algún nivel de gobiernos militares durante el siglo XX. La buena noticia es que esa tendencia se redujo a finales de los años 80 y a principios de los años 90.
Otro elemento de importancia es el entorno actual de la región. Hay que reconocer que las transiciones de la mayoría de los países del hemisferio a economías de mercado también han tenido un impacto enorme. Con las excepciones importantes de Cuba desde los años 60, y Venezuela desde los 2000, los demás países han incrementado su participación en la economía del mercado global, unos más efectivamente que otros. Inclusive, esas expectativas económicas han sido responsables, en parte, de la percepción actual de inconformidad que se da a través de la región. Se pensaba que con la democracia todo iba a cambiar y que habría armonía interna y externa; se soñaba que con economías de mercado todo el mundo iba a tener un buen empleo y salarios dignos. A pesar del crecimiento al nivel macro de las economías de muchos países y de que los índices de pobreza han bajado algo —aunque aún dejan mucho que desear—, la región sigue siendo la más desigual del mundo, incluso con todo el progreso experimentado durante los años 200016.
Sin embargo, los principales desafíos que enfrentan los países latinoamericanos —aunque no son los únicos— se relacionan con la falta de gobernabilidad efectiva en muchos países. Esta realidad se debe, en gran medida, a la carencia de la capacidad efectiva de las instituciones ligadas al desarrollo. La fragilidad de las democracias, la desigualdad persistente producto de los programas económicos débiles y las carencias de los sistemas de justicia y la debilidad del Estado de Derecho son los asuntos que las sociedades y sus gobernantes aún necesitan resolver.
En algunos casos, una consecuencia de la falta de gobernabilidad ha sido la presencia incompleta del Estado en muchas partes de la región, contribuyendo al surgimiento de “espacios no gobernados” y la ausencia de una “soberanía efectiva”. Esto, a su vez, ha dejado vacíos que son ocupados por otros actores no estatales como el crimen organizado (y no tan organizado), insurgentes, narcotraficantes, maras, entre otros. Los resultados son alarmantes, según el reporte de las Naciones Unidas y su investigación sobre homicidios:
La actividad criminal causa muchas más muertes que los conflictos y el terrorismo combinados. Las 464.000 víctimas de homicidio superan por mucho a las 89.000 muertes en conflictos armados y las 26.000 víctimas fatales de la violencia terrorista en 2017. El crimen organizado, por su parte, puede ser una fuente importante de violencia letal; desde el comienzo del siglo XXI, el crimen organizado ha provocado, aproximadamente, el mismo número de asesinatos que todos los conflictos armados en todo el mundo combinado17.
Para la desgracia del hemisferio, la tasa de homicidios por 100.000 habitantes en las Américas fue 17,2, comparado con un promedio global de 6,1. Esta cifra es la más alta en comparación con las demás regiones del mundo: África está en segundo lugar, con 13,0, mientras que la región con las cifras menores es Asia, con 2,318.
Una parte importante está relacionada con la débil gobernabilidad en muchos países de la región, que tiene que ver con la manera en la que intentan tratar el tema del Estado de Derecho y el imperio de la ley. Cuando hay desacuerdos en la sociedad, el sistema de justicia tiene la tarea de resolver los problemas a través de la interacción de fuerzas de policía, las cortes y las prisiones. En el caso de muchos países del hemisferio, una o más de estas instituciones no operan de manera efectiva, ni hablar de la eficiencia. Cuando estas entidades no son capaces de procurar justicia, la inconformidad de la sociedad aumenta. En muchos casos, a las fuerzas armadas de la región se les ha dado la misión de involucrarse en tareas policíacas por varias razones. Ante esta situación, la realidad es que con relativamente poco presupuesto, las fuerzas armadas tienen que conducir las misiones tradicionales (defensa a la soberanía, apoyo a las autoridades civiles en caso de desastres naturales); las de desarrollo nacional (construcción de caminos, reforestación, etc.); las de índole internacional (misiones de paz, potencialmente misiones combinadas con las fuerzas de otros países), y se les agrega la misión de fuerzas de seguridad pública para las cuales no han sido ni creadas ni adiestradas.
Retomando el punto sobre el cambio desde los conflictos entre países soberanos hacia una nueva normalidad del conflicto entre otros actores que usan otras tácticas, el hecho es que, si bien es cierto que las hipótesis de conflicto clásico en la región han disminuido de manera importante, los niveles de violencia no se reducen.
Al igual que lo que ocurre en el resto del mundo, donde los conflictos interestatales son menos frecuentes, en la región las hipótesis de conflicto clásico también han disminuido de manera importante, pero no así los niveles de violencia.
Todo esto ha contribuido a aumentar una percepción generalizada de mayor inseguridad, la que, a su vez, abre la siguiente interrogante: ¿Cuál es, o debe ser, el rol de las fuerzas armadas para atender a los crecientes niveles de