Desafíos para la seguridad y la defensa en el continente americano 2020-2030. John Griffiths Spielman
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En el caso de Venezuela, la politización y criminalización de vastos sectores de las fuerzas armadas permiten inferir que cuando se produzca algún día una transición a la democracia, una tarea de las autoridades será reconstituirlas en su totalidad.
Tanto Argentina como Chile transparentan sus prioridades australes. Pero mientras se intuye que el primer país orientaría sus fuerzas armadas hacia esa zona, el segundo también tiene que hacerse cargo de sus compromisos de seguridad en el Pacífico, que son cada vez más profundos, y llevar a cabo procesos de integración militar e interagenciales. En cuanto a Perú, se nota el marcado énfasis que se le otorga al sector castrense como factor de desarrollo y estabilidad institucional.
A pesar de la variada realidad hemisférica expuesta, fruto de las diversas asimetrías estatales en los procesos de institucionalidad, más las realidades geopolíticas y geoestratégicas particulares, sí es posible identificar áreas donde puede implementarse la cooperación en el ámbito de la defensa. Entre otros, sobresalen el empleo de las fuerzas armadas ante catástrofes o desastres naturales; emergencias sanitarias; defensa de recursos naturales comunes; mejor control de los espacios terrestres, marítimos y aéreos a través de una soberanía más efectiva, y despliegues en operaciones de paz para generar mayor estabilidad internacional y regional.
Volviendo a la pandemia, que marca el inicio de la década, es evidente que ya nos deja como lección compartida la necesidad de mejorar la preparación de las tropas para enfrentar una emergencia de este tipo y otras que están por venir; sobre todo, desarrollando enfoques preventivos en el marco de esquemas de seguridad amplios y combinados, que involucren cada vez más a los actores públicos y privados.
Esperamos que los textos que se entregan a continuación sean útiles a quienes los lean y estimulen la discusión. No solo de los ministros de Defensa y los militares, sino de los civiles que se dediquen o interesen por estos temas. Agradecemos a quienes quisieron participar en el proyecto y les expresamos nuestra disposición a seguir colaborando por un continente seguro, donde las fuerzas armadas profesionales sean un factor de paz, de contribución a la democracia y de orgullo para la ciudadanía.
AMÉRICA DEL NORTE
Las fuerzas armadas canadienses en un mundo cambiante al 2030
Athanasios Hristoulas
Las Fuerzas Armadas Canadienses (FAC) se encuentran en una encrucijada. Mal financiadas, mal equipadas, cansadas de la guerra, las FAC están en un proceso de revaluación de misiones, roles, e incluso del propósito fundamental de su existencia. Las Fuerzas Armadas siempre se han quejado de tener que hacer mucho con poco presupuesto. Pero lo que resulta diferente hoy es que la situación geopolítica se está imponiendo sobre los debates presupuestarios. Una Rusia renaciente y más beligerante ha complicado el papel de las FAC en Europa y en el Ártico.
Por consiguiente, los tomadores de decisiones canadienses deben equilibrar la capacidad de combate de las FAC con las misiones de mantenimiento de paz y de apoyo en desastres humanitarios. Además, las FAC desesperadamente necesitan realizar inversiones de capital significativas; la más importante de ellas es para avanzar en la adquisición de un nuevo interceptor que reemplace al viejo F-18. Este artículo trata sobre todo lo que esto significa para que las FAC puedan seguir adelante.
Sin embargo, antes de subrayar lo que se espera de las Fuerzas Armadas Canadienses en términos de política y de capacidad, este capítulo examina la evolución e historia de las Fuerzas Armadas y de cómo estas han impactado en su capacidad de defender la seguridad nacional canadiense.
El artículo también explica los cambios geopolíticos recientes que están impactando en la política militar. Con la naturaleza cambiante de las amenazas y con el presupuesto limitado, las Fuerzas Armadas pareciera que se están transformando en dos unidades separadas. Una de ellas (la más pequeña de las dos) está enfocada en la capacidad de despliegue rápido para el combate, y la otra, orientada al mantenimiento de la paz y a la atención de los desastres humanitarios.
Las Fuerzas Armadas Canadienses y su seguridad nacional
Canadá cuenta con un pequeño Ejército profesional especializado en misiones de combate conjuntas (con aliados) en el extranjero y ayuda en casos de desastres. Durante la Guerra Fría, el mantenimiento de la paz se consideró una prioridad en la política de defensa y seguridad canadiense. Sin embargo, los recortes presupuestarios y el cambio del tipo de misión —especialmente desde el 11 de septiembre de 2001 y la guerra en Afganistán— han llevado a Canadá a frenar este tipo de tareas. El fallido despliegue de mantenimiento de paz canadiense en Somalia (que se discutirá más adelante) también contribuyó a la reducción dramática en el número de tales misiones.
Todos los países priorizan la defensa de la soberanía en sus doctrinas militares y Canadá no es la excepción. No obstante, la forma en que el país opera la defensa de su soberanía es única. La naturaleza singular de la política exterior y defensa canadiense es el resultado de un vínculo con el Imperio británico. La historia moderna de las Fuerzas Armadas de Canadá está vinculada con su participación en la Primera Guerra Mundial, ya que se vio obligada a hacerlo dada su naturaleza servil con Gran Bretaña en el momento en que estalló la Primera Guerra Mundial en 19141.
Por otra parte, el gobierno canadiense tenía la libertad de determinar el grado de participación del país en la guerra. La milicia canadiense no fue movilizada y en su lugar se formó una fuerza expedicionaria canadiense independiente. Los puntos culminantes del logro militar canadiense durante la Primera Guerra Mundial se produjeron durante las batallas de Somme, Vimy y Passchendaele, lo que más tarde se conocería como los “Cien días de Canadá”2.
Para una nación de entonces ocho millones de personas, el esfuerzo de guerra fue considerado ampliamente notable3. Un total de 619.636 hombres y mujeres sirvieron en las fuerzas canadienses en la Primera Guerra Mundial, y de estos, 59.544 murieron y otros 154.361 resultaron heridos4. De hecho, fue el cuerpo canadiense el que finalmente logró atravesar el frente alemán en 1918 conduciendo al colapso al Ejército alemán y, posteriormente, al armisticio. Los sacrificios canadienses se conmemoraron en ocho monumentos, localizados en Francia y Bélgica. Dos de los ocho son únicos en diseño: el gigantesco Memorial de Vimy y el distintivo Soldado Melancólico en el Memorial de Saint Julien. El Memorial de Vimy es especialmente único, porque toda el área que rodea el cenotafio fue regalada por Francia a Canadá. Ahora se considera territorio canadiense y es administrado por Parks Canada.
Además, la torre central en el edificio del Parlamento de Canadá fue construida para conmemorar su participación en la Primera Guerra Mundial. Por lo tanto, no hace falta mencionar que la guerra fue fundamental para crear la identidad y fomentar el nacionalismo canadiense.
Más allá de alcanzar una gran experiencia en combate, las Fuerzas Armadas canadienses comenzaron desde entonces a desarrollar su interoperabilidad —una característica de defensa significativa que se mantiene hasta nuestros días—. Durante la guerra, el Ejército de Canadá estaba bajo el mando británico. Trabajar codo a codo con otras naciones se hizo realidad, lo que también sirvió a los intereses canadienses. Además, como es un país que tiene un enorme gasto territorial con una población mínima, requiere la asistencia militar de otros países. La contribución de Canadá en la Primera Guerra Mundial tuvo mucho que ver con el rey y el imperio, pero también porque implicaba la suposición de que si Canadá luchaba por Gran Bretaña, Gran Bretaña lucharía por nosotros. Trabajar en estrecha colaboración con otros países —incluso en misiones de combate— se convirtió en la característica definitoria de las Fuerzas Armadas de Canadá.