Vacas gordas vs. vacas flacas. Yurima Cruz
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En el camino a la prosperidad es necesario comprender la gran importancia de lo que dices y conciliarlo con lo que quieres. Para lograr objetivos es indispensable que seas congruente entre lo que piensas, dices y haces; tus pensamientos deben estar alineados con tus deseos y metas.
Con frecuencia nos decimos frases que implican un grado de rechazo a la idea de la prosperidad, representan el conformismo o la exclusión de la riqueza en la vida de quienes se repiten estas palabras como un mantra. Muchas personas desean progresar materialmente, pero sus pensamientos o creencias y su forma de hablar no están alineados con ese objetivo. Si a esto sumas tus acciones en materia de finanzas, encontrarás también que muchas personas actúan de manera equivocada respecto de su economía.
Durante muchos años he estudiado la relación y funcionamiento entre cerebro, lenguaje, comportamiento y resultados en materia financiera, y uno de los aspectos relacionados con las finanzas personales que más me llama la atención es cómo entendemos el ahorro. Si nos remitimos a la infancia, a la forma en que desde hace décadas se fomenta el ahorro, seguramente recordaremos la figura de una alcancía en forma de cerdito.
Durante los cursos que imparto pregunto a los participantes: ¿dónde vive un cerdo? Nueve de cada diez personas describen un lugar sucio, poco higiénico, con mal olor, acompañando estas respuestas con gestos de desagrado; solo uno de cada diez indica que en un lugar diferente; sin embargo, coinciden en que es un lugar poco atractivo cuando describen con mayor detalle el hogar de este animal.
Después les pregunto: ¿cómo obtienes la ganancia de este cerdito? El 97 % de los entrevistados indica: matándole; es necesario matar al cerdo para poder comer su carne y usar la grasa que tiene en su cuerpo; incluso la piel, que se utiliza para hacer zapatos, bolsos o ropa, debe ser desprendida del cuerpo del cerdo para poder utilizarla. Esto significa que si no está muerto, no sirve.
¿En qué se asemeja el ahorro a este proceso? Se «le engorda» durante algún tiempo, se ahorra durante unos meses y al final «se le da chicharrón», como se dice en México, es decir, se rompe la alcancía y se acaba con todo el dinero. Así se ahorra para la graduación, las vacaciones o un viaje, y de pronto se acaba con todo. Entonces, ¿por qué sigues enseñando a tus hijos y a ti mismo que es necesario guardar el dinero en «el cochinito»? Como quien se pone a dieta de lunes a viernes y el fin de semana se va a comer todas las calorías que no ha podido consumir. ¿Les suena familiar que alguien trabaje todo el año y al recibir su aguinaldo se lo acaba en unos días, o aquellos que reciben su quincena y les dura solo horas? ¿Y la cuesta de enero? Estos son ejemplos de patrones de comportamiento que se enlazan con pensamientos y palabras.
Si quieres tener tu primer millón, es fundamental aprender a dar las instrucciones de manera eficiente a tu cerebro mediante el lenguaje que usas, así como desarrollar ciertas habilidades y utilizar algunas herramientas que te mostraré en este libro. Si quieres resultados diferentes, tienes que hacer cosas diferentes.
Otra pregunta que hago en mis cursos es: ¿dónde vive una vaca? Las respuestas son: en un establo, una granja o en el pasto. Cuando invito a describir dónde vive este animal, algunos dicen que en un establo con techo y paja fresca y que es necesario que tenga bebederos limpios para que no les dañe el estómago alguna bacteria, es decir, se les debe cuidar y mantener vivas, si se mueren se considera una pérdida.
El siguiente cuestionamiento es: ¿cómo obtienes ganancia de estas vacas? ¡Con la leche! Responden en un tono que hace pensar que la respuesta es obvia. Después agregan que con la leche puedes hacer mantequilla, helados, quesos y diferentes derivados lácteos.
Entonces significa que puedes vivir de las vacas sin necesidad de matarlas. Puedes ahorrar, invertir o manejar tus finanzas sin necesidad de terminar con ellas. Esto es darle la instrucción correcta a tu cerebro con respecto al dinero: «vive de los frutos», es decir, no tienes que matar a la fuente de riqueza para poder comértela. ¿Has escuchado la expresión «no hay que matar a la gallina de los huevos de oro»?
El error ha sido pensar que se ahorra para matar al cochinito. Con esto, lo que le dices a tu cerebro es que siempre vives en aprietos económicos y que solo esperas el momento para poder «romper el cochinito». Es similar a quien vive eternamente haciendo dieta, se «mata de hambre», baja de peso, luego «rebota» al comer todo aquello de lo que se abstuvo, vuelve a subir de peso y otra vez a dieta. ¿No te parece absurdo?
En realidad, lo que debes enseñar a tu cerebro es que cuando tienes un ingreso constante, conocido como ciclo de flujo, puedes guardar una parte de esos recursos para vivir en el futuro y con esto llegar a una fase donde vivas de los frutos que sembraste, el ciclo de riqueza.
Si logras reconfigurar tu forma de pensar, hablar y actuar, te aseguro que no solo tendrás una vaca, sino muchos rebaños.
Bienvenido a esta nueva aventura financiera.
¡Disfruta de la travesía y compártela!
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CAPÍTULO 1
José el soñador
Soy soñador, por muchas razones; sueño con los ojos cerrados, sueño despierto y trabajo para conseguir esos sueños; creo en el poder de los sueños, en que estos se pueden hacer realidad, creo que los sueños nos pueden impulsar a hacer cosas extraordinarias.
Los sueños inspiran y guían a lograr cosas que para otros parecen imposibles; soñar es imaginar, es tener fe y además, soñar es actuar, es ser constante y disciplinado en la búsqueda del sueño. Por eso me dicen soñador...
Me dicen soñador porque soy capaz de ver el futuro y anticiparme a él, en algunos casos, para construir el futuro y en otros para resistir sus embates. Me llamó José y me dicen «soñador». Y tú... ¿también sueñas?
En la Biblia, el libro del Génesis, capítulo 37, habla de un hombre conocido como José el soñador, al que, como a todos, en ocasiones parecía irle mal. A su alrededor, tanto las personas como las circunstancias a veces le complicaban la vida; sin embargo, él nunca se lo tomó personal, no se pasaba el tiempo lamentándose sobre lo malas que eran las personas o sobre las circunstancias difíciles por las que pasaba. Fue traicionado por sus propios hermanos, arrojado de sus tierras, de su familia, vendido como esclavo, acusado injustamente y encerrado en la cárcel, pero poseía la gracia de una buena estrella y una buena actitud.
Probablemente, en algún momento este chico clamó a los cielos, encarando a su creador, preguntando y reclamando por su desdicha. Ante el silencio encontró, como Medea, la respuesta: ¿qué queda? Quedo yo y con ello queda todo.
La vida, como en esa historia, es un océano por momentos calmo, lleno de alimento y oportunidades; a veces agitado por las tempestades, las pasiones y las adversidades.
Las