Síndrome de Asperger. Jaime Tallis

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Síndrome de Asperger - Jaime Tallis Retardo Mental y Educación Especial

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optimista sobre la evolución general de sus pacientes, y también lo tenía sobre sus posibilidades de estudio, ya que luego afirma:

      “Se hace bien en mandar a estos muchachos, a pesar de todas las dificultades, al segundo ciclo. Frecuentemente, solo durante el bachillerato universitario llegan a manifestarse plenamente los positivos valores de los autísticos”.

      Con respecto al tratamiento, sabemos que el practicado en la clínica dirigida por Asperger era altamente innovador para la época, proponiendo medidas educativas y terapéuticas multidisciplinarias. Sin embargo, algunas referencias sobre la actitud que debe adoptar el terapeuta resultan ahora altamente discutibles: “…que todas las medidas pedagógicas concebidas para estos niños se ejecuten con una suspensión de los afectos y sentimientos propios (…). En pocas palabras, hay que tratar de hacerse en cierto modo autístico uno mismo con ellos; entonces todo resulta más fácil”; mientras que algunas medidas son tomadas hoy también por terapias cognitivo-conductuales: “…se establece un horario preciso, en el que se enumeran con exactitud todas las ocupaciones y obligaciones del día”; y otras serían mejor aceptadas por corrientes psicodinámicas: “…hay que dejarles en libertad respecto a otras, especialmente en lo que toca a sus intereses particulares (…) hay que convencerse de que, en general, de ninguna manera se les puede encerrar a la fuerza en un molde educativo ordinario”.

      En el diagnóstico diferencial Asperger distingue dos cuadros, la psicosis esquizofrénica y el de los síntomas postencefalíticos; de la primera se distinguiría por una clínica distinta:

      “…no acusa los vivos y alarmantes síntomas (alucinaciones, graves estados de angustia, etc.) característicos del comienzo de la esquizofrenia infantil, que no corresponde, naturalmente, al de las formas hebefrénicas, ni tampoco desarrolla su proceso típico, ni conduce evidentemente a una desintegración de la personalidad”.

      Con respecto a los síntomas postencefalíticos, incluye los rasgos autistas que se presentan en trastornos cerebrales orgánicos con retardo mental:

      “Conocemos toda una serie de niños con rasgos autísticos típicos, pero en los que diversos síntomas inducen a pensar que fueron precedidos de algún trastorno cerebral orgánico”.

      En este momento nos parece importante fijar las opiniones de Asperger sobre los pacientes de Kanner; sabemos que los trabajos de Asperger se conocieron tardíamente en los países de habla inglesa, por lo que es posible que Kanner no los haya leído. Por el contrario, las publicaciones de este austríaco emigrado a Estados Unidos, sí se difundieron ampliamente, a tal punto que el cuadro descrito por él en el John Hopkins en 1943 como Autismo Infantil Temprano (Kanner, 1943) es considerado el fundacional de toda la patología del llamado espectro autístico.

      Es sumamente sorprendente que dos autores trabajando cada uno por su lado hayan descrito casi simultáneamente patologías tan similares; Asperger sí conoció posteriormente los trabajos de Kanner, y así se refería a la distinción entre los dos cuadros: “…sin embargo, en nuestra opinión se diferencia claramente de los casos descritos en este capítulo, aun cuando pueden encontrarse muchos aspectos comunes en numerosos rasgos esenciales”; los diferencia por un comienzo más temprano, un origen vinculado a procesos orgánicos y considerando el Autismo Infantil Precoz como una verdadera psicosis. Vale la pena reproducir ese párrafo, ya que también hace referencia a un cambio en la concepción inicial de Kanner de que el cuadro por él descrito tenía un origen psicológico:

      “Estos casos de autismo de la primera infancia acusan, a partir del último período de la lactancia, gravísimos trastornos del contacto ya de cariz psicótico. Mientras el propio Kanner suponía al principio que la causa de este terrible estado era la falta de cariño maternal y de calor afectivo, lo cual llevaba a los niños a su aislamiento y perturbaba sus relaciones sociales, en la actualidad, tanto él como muchos otros autores se apartan de este punto de vista basado en la teoría del ambiente, y opinan que no se trata solo de un cuadro clínico, sino de trastornos de muy diversa naturaleza: auténticos procesos esquizofrénicos, estados consecuentes a trastornos orgánicos cerebrales (probablemente el grupo mayor) y quizás también trastornos neuróticos del desarrollo, de origen exógeno”.

      Vamos a finalizar reproduciendo el optimismo de Asperger sobre la evolución de sus pacientes, marcando al mismo tiempo la posibilidad de existencia de individuos de estas características no diagnosticados e insertados en el tejido social sin inconvenientes:

      “…pues en un gran número de casos alcanzan una buena posición profesional y, por consiguiente, también en la sociedad, consiguiendo a menudo puestos tan elevados y desempeñándolos con tal acierto y brillantez, que uno llega a convencerse de que precisamente tales sujetos autísticos, y sólo ellos, son capaces de tan excelente rendimiento. Es como si gozasen de especiales facultades gracias a una compensadora hipertrofia que equilibrase así sus considerables defectos. La energía y fortaleza de voluntad y la imperturbable constancia que laten tras la actividad espontánea de los autísticos, el verse reducidos a estrechos sectores de la vida, el concentrarse en un solo y peculiar interés, todo esto se revela ahí como algo positivo, que capacita a estas personas para considerables y magníficos rendimientos en sus respectivas especialidades”.

      Siendo fundacionales del síndrome los pacientes descritos por Asperger, nos parece importante y sumamente interesante comentar el análisis de estos casos realizado por K. Hippler y C. Klicpera en Viena, publicado en enero de 2003.

      El análisis se realizó sobre 74 historias clínicas de pacientes diagnosticados por H. Asperger y su equipo en la clínica o en la práctica privada entre 1950 y 1986. Como sabemos, Asperger fue director de la Clínica Universitaria Vienesa de Niños en 1962, permaneciendo en ese cargo hasta 1977; dado que el edificio original fue destruido durante la guerra, no hay documentos desde 1944 a 1960. El material de los autores es recogido revisando los archivos entre 1964 y 1986; de los 37 pacientes con claro diagnóstico de psicopatía autística que fueron escogidos, 27 de ellos (73%) fueron examinados por el mismo Asperger, mientras los otros 10 fueron diagnosticados por el Dr. Kuszen, un colaborador directo, u otros profesionales del equipo. Para obtener los datos de la práctica privada de Asperger, el trabajo de los autores fue titánico, ya que tuvieron que revisar 23 cajas con fichas clínicas donadas por la hija del autor al Instituto de Historia de la Medicina; revisaron 9.800 fichas manuscritas entre 1951 y 1980, no claramente comprensibles, encontrando 130 chicos dentro del espectro autístico, entre los cuales 33 tenían el diagnóstico definitivo de psicopatía autística; nueve de ellos fueron admitidos en la clínica posteriormente, por lo cual tenían entonces una historia más detallada. La muestra de 74 casos fue completada con cuatro pacientes de la práctica privada, entre 1950 y 1951, del Dr. Wurst, principal colega de Asperger en la clínica, donde estos niños fueron admitidos también.

      El trabajo fue efectuado sobre estos 74 casos, pero los que tenían datos más extensos eran 46: los 37 de la clínica y los 9 privados de Asperger que habían sido admitidos también en esa institución. En la muestra fueron evaluados la proporción de pacientes con autismo infantil precoz (AI) según las descripciones de Kanner, los diagnosticados como Síndrome de Asperger (SA) y otros pacientes con rasgos autistas (RA) no pasibles de ubicar en ninguno de los dos diagnósticos anteriores.

      Del total de 6.459 chicos admitidos en la clínica entre 1950 y 1986, 228 (3,5%) pertenecían al espectro autista: 74 pacientes (1,15%) como SA; 83 (1,23%) con AI, y 71 (1,1%) presentando RA. La relación entre hombres y mujeres para toda esta muestra fue de 9/1, siendo más baja para AI (4/1) que para el SA (24/1). De los 9.800 casos privados de Asperger, 213 (2,17%) entraban en el espectro autístico: 113 (1,15%) en el de SA, 67 (0,68%) como AI y 34 (0,35%) con RA.

      Los detalles de la muestra de 74 pacientes afirman que su admisión fue entre 1950 y 1986; que habían nacido entre 1938 y 1979; que 74 fueron internos en la clínica entre 1969 y 1979; y que 70 eran del sexo masculino (95%) y solo cuatro del femenino (5%). Las edades

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