Síndrome de Asperger. Jaime Tallis

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Síndrome de Asperger - Jaime Tallis Retardo Mental y Educación Especial

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secundaria y el 6% a una escuela especial.

      En el análisis de los 46 pacientes con historia detallada (37 de la clínica y 9 de la práctica privada de Asperger), los autores encuentran que la razón más frecuente de consulta era por trastornos del aprendizaje, seguido de problemas de relación con pares y dificultades conductuales. Otros motivos de consulta eran: retraso del desarrollo, enuresis/encopresis, trastornos del sueño o del apetito, episodios depresivos, mutismo electivo, imitación de sonidos animales, lenguaje obsceno, compulsiones, etc. Había otros diagnósticos acompañantes al de psicopatía autística, los más frecuentes eran “desórdenes de contacto” y “desórdenes del instinto”; el primer término se usaba para designar las dificultades en las relaciones sociales, el segundo, la falta de sentido común. Dos tercios de la muestra tenían severos problemas de aprendizaje o déficit de atención con fracaso escolar. Otros datos interesantes eran que en el 9% de los chicos se sospechó esquizofrenia; un 15% tenía lo que Asperger designa como “malicia autística”, que se relaciona con actos de maldad intencionados; el 17% de los chicos eran hipersensitivos a la crítica o burlas de los otros y el 20% padecía de trastornos sensoriales.

      62 chicos fueron evaluados en su funcionamiento intelectual, presentando el 27% una inteligencia promedio, el 2% descendida y el 57% por encima de la norma; mientras que el 14% no pudo ser evaluado por la edad, aunque impresionaban con funcionamiento bajo pero con posibilidades de mejorar.

      Comparando los rendimientos verbales y de ejecución, el 48% mostraba superioridad en lo verbal, el 18% lo contrario y en el 38% no había diferencias significativas entre las escalas. Estos hallazgos de la muestra original sirven para la discusión actual sobre la constancia o no de una discordancia entre un buen rendimiento en las pruebas verbales con deficiencias en las ejecutivas.

      Respecto a la presencia de habilidades especiales, examinadas sobre los 46 pacientes con historia clínica completa, en el 23% se describió un talento matemático extraordinario, en el 19% procesos de pensamientos originales, el 14% se destacaba en pensamiento abstracto y razonamiento lógico, el 17% en capacidad de autorreflexión y autoconciencia, el 14% tenía memoria eidética y el 12% talento musical o artístico.

      En varios pacientes se describen trastornos de aprendizaje, especialmente en lectoescritura (17%) y tareas grafomotoras (9%); solo en un chico los problemas eran en matemáticas.

      El 28% de las madres tuvieron dificultades durante el embarazo, y el 33% trastornos en el parto. El 26% de los chicos tuvieron retrasos en la adquisición del control esfinteriano o episodios de enuresis o encopresis. Para tener en cuenta en la discusión de los síntomas actuales, solo el 11% de los pacientes tuvieron retrasos en la adquisición de las pautas motoras y el 20% en el lenguaje; este dato no concuerda con los requisitos de algunas clasificaciones que para incluir los pacientes en el síndrome exigen que no haya habido retraso significativo en la adquisición del lenguaje. Debemos hacer notar que algunos de los pacientes con estas dificultades iniciales en el lenguaje, posteriormente, en forma súbita, desarrollaban una adecuada emisión de palabras y frases.

      Los antecedentes familiares fueron recogidos sobre 35 padres y 31 madres; el 57% de los hombres y el 42% de las mujeres habían sido excelentes alumnos del ciclo superior, y un tercio de los padres y un 23% de las madres tenían título universitario; esta situación educacional estaba muy por encima de la norma de las familias de otros pacientes de la clínica. Se indagaron las ocupaciones de 37 de los padres, lo que mostró una preponderancia de ingenieros, seguidos de profesionales del comercio, trabajadores manuales y empleos liberales. Se destaca también, en la descripción de la personalidad de los familiares, rasgos similares a sus hijos en un 52% de los padres, en el 15% de las madres y en el 7% de los hermanos.

      Los mayores problemas conductuales de los niños admitidos como pupilos fueron las dificultades de integración, que se detectaron en el 90% de ellos. Es significativo el porcentaje de chicos con torpeza motriz (74%), y se destacan también un 28% con problemas de atención, un 27% con problemas de conducta, un 23% con aislamiento marcado, un 20% con actitudes de agresión, un 20% con actitudes de distanciamiento con los otros, un 19% con estereotipias y tics, un 16% con hiperactividad, porcentaje similar con ansiedad y fobias, y un 13% con labilidad afectiva.

      Sobre 44 casos estudiados, el 82% tenía intereses estrechos especialmente desarrollados; podemos mencionar, dentro de los más frecuentes, animales y naturaleza (30%), técnicos o científicos (27%), coleccionadores y lectores obsesivos (24%), sistemas de transportes (18%), religión (12%) y dibujo (12%). Otras temáticas eran más extravagantes (gusanos, músculos de los ojos, himnos religiosos, gángsteres, etc.).

      Siendo la afectación del lenguaje uno de los síntomas distintivos del síndrome, vamos a describir detalladamente la revisión de los autores: el 95% de la muestra tenía algún grado de desviación de la normalidad; lo que más fue señalado es un desconocimiento de la situación social en el despliegue del discurso (68%); porcentajes por encima del 50% se registraron en la presencia de monólogos extensos y trastornos prosódicos; con una incidencia menor y decreciente, lenguaje pedante, verbosidad, temáticas obsesivas, neologismos, ecolalias, etc.

      También se registró comprometida la comunicación no verbal, con un 80% de expresiones faciales limitadas o diferentes y un 35% de falta de contacto visual.

      Siendo sumamente ilustrativo para la discusión actual sobre la identificación de pacientes, vayamos ahora a la comparación del diagnóstico original de Asperger a los que se originarían de aplicar los criterios del ICD-10. Bajo esta clasificación, solo el 68% se incluirían en este síndrome; una parte significativa de los pacientes no podrían ser considerados como pertenecientes al cuadro por tener afectación cognitiva o lingüística anterior a los 3 años; el 25% de la muestra recibiría hoy un diagnóstico de Trastorno Autístico y un 7% el de Trastorno Obsesivo-Compulsivo.

      ¿Qué sucedió luego de las publicaciones de Asperger? El síndrome permaneció poco conocido en el mundo científico occidental; en 1963 Van Krevelen introduce el tema de la Psicopatía Autística en los países angloparlantes, tratando de distinguirlo del Autismo Infantil Precoz (AIP) de Kanner, marcando diferencias en la edad de comienzo, en la adquisición del lenguaje, en el contacto ocular, en la profundidad del aislamiento y en un pronóstico más sombrío. Este autor sostenía que el paciente asperger “vive en nuestro mundo a su manera, mientras que el autista está fuera de él”; el autismo sería una psicosis con compromiso cerebral, mientras que el síndrome de Asperger un rasgo de personalidad (Van Krevelen, 1971).

      Pero los aportes de Van Krevelen tampoco tendrían mucha difusión, y quien rescataría de su escasa repercusión el cuadro de la Psicopatía Autística, proponiendo el nombre de Síndrome de Asperger, será Lorna Wing, del Instituto de Psiquiatría de Londres, en el año 1981. El trabajo de Wing se basó en las descripciones originales de Asperger y en la observación de 34 casos propios. La autora sostiene que es un cuadro de conducta anormal y que puede presentar una gravedad variable, existiendo pacientes en el límite del síndrome, en los cuales el diagnóstico se vuelve complejo, por lo cual el mismo debe basarse en la historia del desarrollo y en el cuadro clínico y no en la presencia o ausencia de algún rasgo particular (Wing, 1981).

      Los rasgos que Wing encuentra en sus pacientes coincidentes con Asperger son la afectación del lenguaje, la comunicación no verbal, las dificultades de la interacción social, el apego a actividades repetitivas con resistencia a los cambios, la torpeza motora (presente en el 90% de la muestra) y el desarrollo de habilidades en intereses peculiares (76% de la serie).

      Después de detallar las dificultades que pueden aparecer durante la escolaridad, la autora se refiere a aquellos signos de sus observaciones que no coinciden con los pacientes de Asperger; en este sentido, da cuenta de la posibilidad de casos con tendencia al aislamiento desde lactantes, de pacientes con compromiso lingüístico temprano y de algunos con afectación intelectual. Asimismo, difiere en la interpretación de la presencia de intereses

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