E-Pack HQN Susan Mallery 1. Susan Mallery

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E-Pack HQN Susan Mallery 1 - Susan Mallery Pack

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sí que eres una buena bibliotecaria.

      –¿Porque miento sobre ello?

      Se rieron.

      Nevada se relajó por primera vez en días. Ahí sí que podía escapar de las complicaciones de su vida y entretenerse un poco. ¿Por eso le gustaban tanto los bares a los hombres?

      Observó a las tres mujeres sentadas a la mesa. Heidi llevaba unos vaqueros y una camiseta muy acordes con su estatus de cabrera. Su larga melena rubia caía en una gruesa trenza y tenía una belleza fresca y limpia. Annabelle, por otro lado, era una chica pequeña con gusto por los estampados delicados y que llevaba vestidos con mangas abullonadas. Un poco recargados para el gusto de Nevada, pero le sentaban bien. Charlie se encontraba en el otro extremo absoluto. Nevada siempre se había considerado muy informal en estilo, pero comparada con Charlie, prácticamente podía decirse que vestía alta costura. El uniforme de Charlie cuando no estaba de servicio consistía en unos pantalones anchos de bolsillos y una gran camisa abierta sobre una camiseta de tirantes. Además, parecía que ella misma se cortaba el pelo porque era más sencillo que ir a una peluquería.

      Jo se acercó a la mesa.

      –¿Hoy vas a beber? –le preguntó a Nevada.

      –No, tomaré una Coca-Cola Light –miró a sus amigas–. ¿Queréis compartir una ración de nachos? Estas patatas me han abierto el apetito.

      Annabelle gruñó.

      –Me encantan los nachos y a ellos les encantan mis caderas. ¡Claro, yo comparto!

      Heidi y Charlie asintieron.

      Jo miró a Heidi.

      –¿Quieres que utilice un poco de aquel queso que me trajiste?

      –Claro –Heidi sonrió–. Voy a traer muestras a todos los locales del pueblo para despertar el interés. Un gran rancho supone una gran hipoteca.

      –Creo que no quiero saber cómo van a utilizar el queso en la tintorería –murmuró Charlie.

      –Tú nunca vas a la tintorería –le recordó Nevada.

      –Y me enorgullezco de ello –respondió Charlie sonriendo.

      Jo miró a Nevada.

      –¿Es verdad? ¿Estaba tu madre montándoselo con Max en la mesa de la cocina?

      Nevada se estremeció.

      –¿Cuál de mis hermanas te lo ha contado?

      –Las dos.

      ¡Muy típico! En ese pueblo nadie guardaba secretos.

      –Tengo que decir –continuó Jo– que siempre me ha caído bien tu madre, pero ahora siento un absoluto respeto hacia ella. Ha criado a seis hijos, ha superado la muerte de su marido y ahora esto. Espero ser como ella cuando tenga su edad –guiñó un ojo–. Tienes buenos genes. Espero que sepas estar agradecida por ello.

      –Sí, pero también estoy algo traumatizada por haber visto a mi madre practicando sexo.

      Jo se rio y volvió a la barra.

      –¿De verdad viste así a Denise? –preguntó Charlie.

      –¿Por qué está todo el mundo a su favor?

      –Porque yo no puedo contar aún que haya hecho el amor encima de la mesa de la cocina –admitió Heidi–. ¿No será frío e incómodo?

      –Depende de la superficie –respondió Annabelle–. Puede que el cristal te deje helada, pero la madera no es... –se aclaró la voz–. Teóricamente, claro.

      Charlie enarcó las cejas.

      –Alguien tiene un pasado.

      Jo volvió con el refresco y después se dirigió de nuevo a la barra.

      –¿Cómo van las cosas por el rancho? –le preguntó Nevada a Heidi.

      –Bien. Ya casi hemos terminado de reparar el granero y las cabras están genial. Elaborar el queso lleva tiempo, así que ahora estoy vendiendo lo que hice antes de mudarnos aquí. El año que viene nos irá mucho mejor con el queso, pero hasta que eso pase andaremos algo justos de dinero. Estamos pensando en dar alojamiento a algunos caballos. ¿Creéis que hay mercado para eso?

      –Yo estoy buscando un lugar donde dejar al mío –dijo Charlie.

      Las tres se miraron.

      –¿Tienes un caballo? –preguntó Nevada intentando imaginarse a Charlie montando.

      –Claro. Me gustan los caballos y me gusta estar al aire libre.

      –Jamás te he visto montada a caballo.

      –Lo tengo en un lugar que está a unos cincuenta kilómetros de aquí y me gustaría tenerlo más cerca. Y no soy la única. Morgan acaba de comprarle un pony a su nieta y lo tienen en el mismo lugar.

      Heidi sonrió.

      –Gracias por decírmelo. El granero está listo. En serio, ¿por qué no vienes y le echas un vistazo?

      –Lo haré.

      Fijaron una hora para la tarde siguiente y Jo llegó con los nachos. Después, la conversación pasó a centrarse en el Festival del Otoño y en lo que estaba pasando por el pueblo.

      –Tengo los papeles de los permisos para la voladura en la obra –le dijo Charlie a Nevada.

      –Bien. ¿Vas a ser nuestra representante del Departamento de Bomberos?

      Charlie agarró una patata cubierta de queso.

      –Estaré allí manteniéndoos a raya.

      –No tengo pensado pasarme de la raya, créeme. Queremos hacerlo todo bien.

      –¡Oh, mirad! –Annabelle se giró en su asiento y señaló hacia la puerta.

      Nevada se giró y vio a Will entrar, ir hacia la barra y esperar a que Jo se percatara de su presencia.

      –La otra noche estaban discutiendo en el callejón –dijo la bibliotecaria–. Bueno, no peleando exactamente, pero sí que parecía una discusión acalorada –bajó la voz–. Quiere salir con ella y ella no deja de decirle que no. No estoy segura de por qué. Es muy mono y parece simpático.

      –Sí que lo es –dijo Nevada viendo a Jo sacudir la cabeza, ignorando lo que fuera que Will estaba diciéndole–. Trabajo con él. Es un encanto.

      –No lo entiendo –dijo Charlie–. No hay muchos buenos tipos por ahí, así que si alguien como él está interesado, debería lanzarse.

      Nevada miró a Charlie, que parecía hablar casi con tono nostálgico.

      –A Jo le han hecho daño –les dijo Heidi–. Tiene esa mirada. Confiad en mí. Algún

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