E-Pack HQN Susan Mallery 1. Susan Mallery
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–No me interesaba especialmente pasar algo de tiempo con un amigo suyo, pero no dejaba de insistir, así que lo hice y Tucker y yo quedamos en vernos.
Aún recordaba el momento en que entró en la enorme sala del complejo industrial. Los techos probablemente medían unos diez metros y entraba mucha luz por todas las ventanas. Había una gran plataforma en el centro y una bella mujer sosteniendo un soplete. Pero lo que le había llamado la atención era el hombre que se encontraba también en aquella plataforma. Ese Tucker, ya maduro, se parecía poco al chico que recordaba.
–Fue una de esas cosas que pasan –dijo después de darle otro bocado a la quesadilla, masticar y tragar–. Lo miré y caí rendida. No tuve elección.
Montana se inclinó hacia ella.
–Pues eso no es algo malo.
–Lo es cuando el tipo en cuestión está locamente enamorado de otra. Tenía novia. Yo estaba loca por él y él lo estaba por otra y quería ser mi amigo. Fue un infierno.
–¿Quién era ella? –preguntó Dakota–. ¿Otra estudiante?
Nevada se encogió de hombros.
–No importa –de ningún modo pronunciaría su nombre porque existía la posibilidad de que lo reconocieran y ella no quería hablar de Cat–. Salí con ellos unas cuantas veces, pero después no pude soportarlo más y me distancié. Una noche me enteré de que habían roto y fui a ver a Tucker. Estaba muy borracho y tuvimos una relación sexual bastante mala.
No mencionó que básicamente ella se había abalanzado sobre él y que le sorprendía que él se acordara de que había estado con ella porque, después de todo, había pronunciado el nombre de Cat en el momento crucial.
Suspiró.
–Fue un desastre. Volvieron, yo me quedé destrozada y eso fue todo. No volví a verlo. Hasta hoy.
Pero había mucho más porque el hecho de que Tucker hubiera elegido a Cat antes que a ella la había hundido, aunque eso no había sido ninguna sorpresa en realidad porque Cat era preciosa y habían estado juntos antes. Aun así, le había partido el corazón y se sentía humillada y, por si eso fuera poco, el sexo con él había sido espantoso. Tanto que había esperado casi tres años antes de arriesgarse a volver a intimar con nadie.
–Quería el trabajo –dijo levantando su vaso–. Quería esa oportunidad.
–No sabes que no te vaya a contratar –le dijo Montana–. Eres la mejor candidata.
–No creo que eso sea un factor decisivo.
Dakota le dio un sorbo a su té.
–¿Ha sido duro volver a verlo?
–Ha sido un gran impacto. Me esperaba encontrarme a su padre, aunque eso no es lo que estás preguntándome, ¿verdad?
–No.
Nevada pensó en la pregunta no formulada.
–Lo he superado, ya lo he olvidado. Fue hace mucho tiempo y yo era joven y tonta. Ahora todo es distinto.
–¿No queda ningún sentimiento? –preguntó Dakota.
–Ni uno.
Nevada habló con tanta rotundidad como podía permitirse una persona casi borracha. La buena noticia era que estaba segura de que ni siquiera estaba mintiendo.
Capítulo 2
Tucker nunca se había parado a pensar demasiado en los pueblos pequeños de Estados Unidos. Principalmente su trabajo lo llevaba a lugares remotos donde tenían que crear su propia infraestructura para poder realizar el trabajo, o a zonas urbanas que, normalmente, estaban viniéndose abajo. No estaba acostumbrado a ver alegres escaparates y gente simpática paseando por aceras limpias. En los diez minutos que había tardado en ir de su hotel al centro del pueblo, lo habían saludado en multitud de ocasiones, le habían dicho que pasara un buen día, le habían comentado qué agradable era el tiempo que estaban teniendo y un diminuto caniche con un jersey rosa se había acurrucado contra él.
Ya había estado en Fool’s Gold antes, cuando tenía unos dieciséis años. Su madre había muerto cuando él era muy pequeño, así que su padre lo había llevado con él a todas las obras de construcción. Había crecido por todo el mundo y se había educado entre escuelas locales y tutores. A su padre le había preocupado que no estuviera relacionándose socialmente lo suficiente con niños de su edad, así que cada verano lo enviaba a un campamento distinto de Estados Unidos. Un año había sido un campamento espacial, otro un campamento de arte dramático, y el año en que había cumplido los dieciséis, un campamento de ciclismo donde había conocido a Ethan Hendrix y a Josh Golden.
Los tres habían sido inseparables durante todo el verano. Josh y Ethan se tomaban muy en serio el ciclismo e incluso Josh había terminado dedicándose a ello. Tucker había entrado en el negocio familiar y había ido allí adonde lo llevaba el siguiente gran proyecto. Ethan se había quedado en Fool’s Gold.
Cruzó una calle estrecha y vio el cartel de Construcciones Hendrix. Durante su época de instituto, Ethan había planeado ir a la universidad para luego marcharse de Fool’s Gold, y Tucker y él habían hablado sobre el hecho de que Ethan trabajara para Construcciones Janack. Habían soñado con construir una presa en Sudamérica o un puente en la India, pero el padre de Ethan había muerto dejándolo a él como responsable del negocio familiar. Siendo el mayor de seis hermanos, y con una madre destrozada, a Ethan no le habían quedado muchas opciones.
Tucker abrió la puerta de la oficina y sonrió a la recepcionista.
–Me gustaría ver a Nevada, por favor.
Había llegado lo suficientemente pronto como para encontrarla allí antes de que se hubiera marchado a alguna obra, pero aun así se esperaba que le preguntaran si había concertado cita. Por el contrario, la recepcionista señaló una puerta en la parte trasera de la gran sala.
–Está en su despacho.
–Gracias.
Rodeó un par de mesas vacías y llamó a la puerta abierta.
Nevada estaba de espaldas a él junto a un archivador y durante el segundo que tardó en girarse, él vio que llevaba unos vaqueros y una camiseta en lugar de los pantalones y la chaqueta del día anterior. Unas gruesas botas de trabajo le sumaban unos cuantos centímetros a su estatura y la acercaban más a la altura de sus ojos. Era alta y esbelta y con curvas ahí en los lugares adecuados.
Atractiva y sexy, pensó, y seguro que también lo había sido durante la época de la universidad, aunque por aquel entonces él ni se había fijado. Estar con Cat había sido como mirar al sol: no había podido ver ninguna otra cosa. La vida habría sido mucho más sencilla si se hubiera enamorado de alguien normal como Nevada en lugar de Cat.
Cuando Nevada se giró, vio que no llevaba mucho maquillaje y que su tez era pálida.
–Buenos