Las fotografías y sus relatos. Aurora María Pachano Álvarez
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En este sentido, me parece importante también destacar algunas cifras que evidencian los índices de violencia contra mujeres y niños en Colombia. Según el boletín mensual de diciembre de 2019 del Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses, los casos de violencia registrados entre enero y diciembre de ese año en el entorno familiar contra niños, niñas y adolescentes ascienden a 8466 (4017 contra hombres y 4449 contra mujeres); 47 524 de violencia contra la pareja, de los cuales, 40 760 son casos de violencia contra la mujer; y 15 129 casos de violencia entre otros familiares, entre ellos, son las mujeres las principales víctimas de estas violencias, con 9818 casos registrados (Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses, 2019). Son miles de casos que se repiten, en mayor o menor medida, cada año. Estas cifras evidencian que los casos presentados en esta investigación no son situaciones aisladas; pero, además, estas cifras refuerzan la necesidad de visibilizar el sufrimiento y la violencia de mujeres y niños como un camino para desnaturalizar las estructuras de poder que los producen.
Las descripciones de las experiencias de las personas entrevistadas se han hecho con su consentimiento y con su participación, porque, en atención a que la fotografía permite hacer un trabajo entre dos, las narraciones de sus experiencias son fruto de un trabajo conjunto: siempre fuimos dos personas las que trabajamos sobre las fotografías: sus protagonistas y yo. Ello es una ventaja de esta metodología, pues permite reflexionar con las personas sobre sus fotografías y no sobre las personas y sus fotografías.
En la primera entrevista, expliqué a las familias en qué consistía mi trabajo, cuál era mi objetivo, por qué había acudido a ellas, en particular para entrevistarlas, cuánto tiempo les demandaría, la finalidad del trabajo y que sus relatos y el uso de sus fotografías familiares sería solo para fines investigativos. Como parte de la explicación, les presenté un consentimiento informado, el cual expliqué punto por punto. No obstante, durante el proceso investigativo, decidí reenfocar el objetivo de estudio y replantear la investigación, así que volví para explicarles el cambio de tema y proponerles un nuevo consentimiento. Propuse cambiar sus nombres, pregunté si podían quedar historias y fotografías publicadas en el texto y les expliqué las posibles consecuencias que esto podría tener para ellas. Ellas aceptaron los cambios de nombres y apellidos, y hasta se entusiasmaron escogiendo alguno de su gusto. También leímos juntas, en especial con la abuela de la familia, algunos apartes del texto para que ellas conocieran cómo habían sido plasmadas sus historias y, principalmente, para que vieran sus fotografías y cómo las estaba utilizando. Aprobaron la publicación de sus fotografías y sus historias, pero me pidieron que retirara algunas, como una imagen en la que aparece Luis, el abuelo, solo, y difuminar su cara en otras en las que sale acompañado. También me pidieron cambiar algunas relaciones de parentesco.
Lo que menciono aquí quedó consignado en otro consentimiento informado que puede ser consultado en el anexo.
Para reconstruir los relatos, uso frases textuales de las protagonistas de estas historias. Todas esas citas vienen de las entrevistas y conversaciones que mantuve con ellas entre 2016 y 2018. Solo incluyo detalles sobre el contexto de enunciación cuando lo considero necesario.
Las fotografías no hablan solas, también necesitan voces que las relaten
A continuación, invito a las lectoras y los lectores a mirar detenidamente las fotografías de la familia con las que trabajé en esta investigación, las cuales, más adelante, en la narración de sus historias, saldrán nuevamente, acompañadas de los relatos de sus protagonistas. Las incluyo al inicio del trabajo para que puedan apreciarlas de manera desaprensiva, sin conocer los relatos ni el entorno en el que fueron tomadas, e invito a imaginar qué tipo de situaciones representan y qué clase de emociones evocan en sus personajes; para, al final, comparar las ideas que surjan al mirarlas con los relatos presentados.
Por esta razón, he decidido incluir las fotografías en este apartado sin pie de fotografía y sin ninguna información complementaria. Algunos personajes tienen la cara cubierta por solicitud de las protagonistas de estas historias o porque no tuve acceso a ellos para solicitar su autorización.
Estructura del trabajo
A través de fotografías de familia y las narraciones de tres mujeres de clase popular, he ido devanando cómo sus experiencias personales son a la vez socialmente moldeadas por su género, sus condiciones materiales de existencia y la generación a la que pertenecen. Con esta intención, dividí el trabajo en cuatro capítulos. En el primero, me detuve en conceptualizar la violencia y el sufrimiento, para pasar luego, en los tres siguientes, a presentar las experiencias de vida de estas mujeres, una por capítulo, contadas en orden cronológico, según el relato de sus protagonistas. Empiezo por la abuela, sigo con su hija y finalizo con la nieta y su medio hermano, por parte de papá. Me apoyo en la narración de las experiencias de estas mujeres para destacar cómo, aun en tiempo de paz, existen varios tipos de violencias que afectan la existencia cotidiana de las personas y les producen sufrimientos.
En el primer capítulo, presento los diferentes usos posibles del concepto de violencia como causa del sufrimiento, apoyándome en un esquema de preguntas y tensiones sobre las modalidades e interpretaciones de esta. Con esto, planteo la base del análisis que desarrollo en los siguientes capítulos.
En el segundo, relato fragmentos de la vida de la abuela materna. A través de sus historias es posible evidenciar, por un lado, el entrecruzamiento de violencias en contextos campesinos, populares y patriarcales y, por otro, la capacidad de resistencia y resiliencia de su protagonista, como la forma de enfrentar estas violencias y de salir adelante.
En el tercero, presento la situación de la hija, quien crece en un entorno también popular, con una jerarquía en la que predominan los hombres, con carencias materiales y constantes humillaciones. Con estos relatos, es posible mostrar la capacidad de la protagonista para enfrentar la violencia y el sufrimiento, su deseo de superación para lograr un proceso de movilidad social en la vida de sus hijos y su capacidad de perdón y solidaridad con quienes sufren situaciones de vulnerabilidad.
En el último capítulo, presento las vivencias de la tercera generación en las que encuentro una reducción de las violencias interpersonales, pero no la eliminación de la violencia en sentido amplio. Los nietos viven en el mismo contexto popular, patriarcal y de carencias materiales que la abuela y la mamá, pero en comparación con ellas no reciben humillaciones ni maltratos físicos en la misma intensidad, hecho que da la impresión de haberse disminuido, cumpliéndose el deseo de la madre de romper con la reproducción de la violencia en la vida de sus hijos.
Notas
1 “El sufrimiento debe ser mostrado si se quiere arribar a una mínima reparación del daño causado y está claro que […] esa demanda de reparación (que puede tener lugar en el ámbito de la justicia, pero también en el de la iniciativa política o en las estrategias de comunicación) pierde su fuerza si no es visible, esto es, si no pasa por un proceso de mediatización” (Schillagi, 2011, p. 6).