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EL AMOR Y LA MUJER NUEVA.
Textos escogidos
ALEXANDRA KOLLONTAY
Deza, Soledad Libertad para Belén : grito nacional / Soledad Deza. - 1a ed . - Ituzaingó : Cienflores , 2020. Libro digital, EPUB - (Biblioteca 8 de Marzo ; 5) Archivo Digital: descarga y online ISBN 978-987-4039-36-1 1. Derechos de la Mujer. 2. Violencia de Género. I. Título. CDD 305.42 |
© Alexandra Kollontay
© de esta edición en español, Editorial Cienflores, 2017.
Todos los derechos reservados.
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Queda hecho el depósito que previene la ley 11.723
Director editorial: Maximiliano Thibaut
Diseño y diagramación: Soledad De Battista
Imagen de portada: Cartel soviético, Nina Vatolina, 1941:
“Fascismo, el peor enemigo de las mujeres. ¡Todo el mundo a la lucha contra el fascismo!”
Ninguna parte de esta obra puede ser reproducida o transmitida en cualquier forma o por cualquier medio electrónico o mecánico, incluyendo fotocopiado, grabación o cualquier otro sistema de archivo y recuperación de información, sin el previo permiso por escrito de los editores.
Índice
lAs llAvEs DEl Amor EN KolloNtAy
lAs BAsEs soCIAlEs DE lA CuEstIóN FEmENINA (1909)
El Amor y lA NuEvA morAl (1918)
lAs rElACIoNEs ENtrE los sEXos y lA luCHA DE ClAsEs (1918)
El ComuNIsmo y lA FAmIlIA (1918)
lA IDEologÍA ProlEtArIA y El Amor (1923)
AutoBIogrAFÍA DE uNA muJEr EmANCIPADA (1926)
A moDo DE Prólogo
Alexandra Kollontay es una expresión de la Rusia de su época en donde no era demasiado corriente que una muchacha de ascendencia aristocrática se determinara, desafiante, en la elección de marido y de adhesión a la causa de la transformación social radical. Las convulsiones de la segunda mitad del XIX periodo en el que nació nuestra autora fueron demasiado estremecedoras como para evitar que hasta segmentos de la propia nobleza abrazaran la causa de los relegados del opresor régimen zarista. No pocos individuos de procedencia aristocrática sacudieron su conciencia frente a la brutal segregación social, a la pobreza del proletariado, a las formas esclavas dominantes entre los propietarios de la tierra que soterraban a las poblaciones campesinas. Y también cuestionaran la moral y las costumbres de aquella sociedad que forcejeaba entre las formulaciones antiguas y las nuevas en el estrépito de clases que iba produciendo el desarrollo capitalista. Basta la muestra exigua de Kropotkine, cuyo padre era príncipe y emparentado con la familia del zar, de Herzen hijo de un poderoso terrateniente, de Ogariev que tenía el mismo origen, de Tkachov, cuya familia pertenecía a la aristocracia terrateniente aunque de menor porte. Cualquiera fueran las disrupciones que se producían en la sociedad rusa, no hay cómo dudar del dominante ambiente sojuzgador de las mujeres, tal como ocurría en todas las sociedades. Aunque Alexandra Domontóvich descendiente de la aristocracia era una adolescente pues nació en 1872, el feminismo ya se había entrañado en Estados Unidos de América, en Europa y también había grupos de agitación en las regiones del este europeo y en la propia Rusia. Las mujeres habían sido colocadas en el subsuelo jurídico de la inferioridad bajo la tutoría del marido en verdad tenían menos derechos que los menores de edad, se les confirió el sagrado mandato de la reproducción y el cuidado del marido y la prole, se les negaron los derechos de ciudadanía y en general se la apartó del régimen de lo público. La condición de su existencia se asimilaba a la esclavitud, situación que en Rusia y no sólo allí sino donde prevalecían las formas terratenientes “feudales” con la fuerza de trabajo campesina, significó que entre las mujeres letradas, generalmente burguesas o de ascendencia aristocrática, tales como Alejandra Kornilova, Sophia Perovskay y Rosalie Jakesburgar para citar sólo a un puñado de esas rebeldes hubiera manifestaciones de insurgencia feminista. Era concordante la condición femenina con la de los esclavos. Muy probablemente el trazado de estas feministas fuera de apego inescindible a la cuestión social, tal como ocurrió con la propia Alexandra Kollontay. Basta recordar el antecedente de las huelgas obreras rusas de 1875 en el que participaron mujeres que no eran obreras y que fueron apresadas y condenadas con las propias trabajadoras, tal como decía el periodista Kravinsky señalando los cambios, “…Ahora un público asombrado mira las caras radiantes de estas jóvenes mujeres que con sus sonrisas dulces como las de un niño, se dirigían hacia un camino sin retorno, sin esperanza, hacia la prisión central, hacia largos años de trabajo forzoso. La gente se decía: ‘Regresamos a la época de los primeros cristianos, empieza a existir una nueva fuerza’.”
La configuración de los feminismos rusos tuvo mucho que ver con los propios contextos políticos, y hasta las grandes divisiones suscitadas a inicios del siglo XX, dominaron las propuestas de identificación con las mujeres de los sectores sociales sumergidos. En términos de Karen Offen1, hubo una dominancia de patrones “relacionales” según los cuales la liberación femenina no era separable de la causa emancipatoria de las clases trabajadoras. Pero hacia 1905 las feministas rusas, a propósito del sacudón revolucionario, dividieron claramente las posiciones. Se irguió con particular fuerza una renovación del movimiento que emulaba las consideraciones de la conquista de derechos sobre la base de la especificidad de la condición femenina. Más allá de las diferencias que podían separar