El amor y la mujer nueva. Alexandra Kollontay

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El amor y la mujer nueva - Alexandra Kollontay Biblioteca 8 de marzo

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derechos del otro/a, rompiendo con la pretensión de po­seer y promoviendo el amor como camaradería, desarro­llando de manera más amplia y amorosa las aptitudes de escucha y comprensión de lo anímico, tradicionalmente restringidas a las características “femeninas”.

      En esta clave de camaradería y unidad es que Alexandra cifra la realización posible de una sociedad nueva, con “hilos tendidos de alma a alma, de corazón a corazón, de espíritu a espíritu”. Es en la interacción de la esfera emocional y material que el amor podrá tener un lugar privilegiado, en tanto sentimiento co­lectivo, potenciador de lazos sociales.

      Si bien parte de lo que plantea Alexandra en este y otros de sus aportes fue luego desarrollado y hasta superado como parte del despliegue del movimiento revolucionario en el siglo XX, así como por reflexiones contemporáneas del feminismo, las llaves del amor en sus escritos nos permiten repensar la continuidad y sentido histórico de su construcción en nuestra épo­ca, signada por valores que no son tan diametralmente opuestos o distantes con aquellos que predominaban en la Rusia de hace un siglo, como la individualidad y encorsetamiento del sentimiento amoroso, su carác­ter privado y exclusivo entre las personas.

      En las condiciones de posibilidad que nos abre el fe­minismo para dar batallas culturales y en la necesidad de ponerlas al servicio de un proyecto emancipatorio estratégico, es que los aportes de Alexandra suman en calidad a los procesos de mayor concientización y sen­sibilización que en la actualidad de nuestra época, en la Argentina del Ni Una menos, se encuentran en mar­cha a partir de emergencias sociales, políticas, cultu­rales y subjetivas.

      El amor como factor construido en una trama o en otra posee distintos significados y sobre todas las co­sas, funcionalidades que es necesario deconstruir. Con determinaciones históricas y en tanto fenómeno psicosocial, nos permite politizar y subvertir los vín­culos y las construcciones sexoafectivas diseñadas por el patriarcado.

      La perspectiva de Alexandra Kollontay añade a otros aportes del feminismo análisis y propuestas, y nos invita a pensarnos en la construcción de cada paso firme por la liberación en la construcción de la mujer nueva, libre de violencias y opresiones; libre del romanticis­mo y su contracara de amorencierro; y libre a través el amor como fuerza social.

      Colectiva Feminista Mala Junta en Patria Grande

      Octubre 2017

      NACE EDICIoNEs mAlA JuNtA

      Con enorme orgullo y alegría lanzamos la primera publicación de Ediciones Mala Junta en conjunto con la Editorial Cienflores. Con ella pretendemos iniciar un camino fascinante y lleno de enormes desafíos: que los diversos feminismos hablen en primera per­sona, a través de la voz, la vida y los debates plantea­dos por sus protagonistas. No conocemos otra manera de avanzar. Porque si bien cada pueblo y cada movi­miento escribe siempre páginas nuevas, no lo hace ja­más desde cero, sino alimentándose y aprendiendo de sus antecesores, de las batallas libradas y las no libradas, de sus triunfos y también de sus derrotas, de sus fortalezas tanto como de sus debilidades. Y aún más nos enorgullece saber que contribuimos a visibilizar voces y protagonistas desconocidas o poco conocidas producto de una construcción patriarcal de la histo­ria, que ha silenciado a personas y a determinados de­bates considerados secundarios o poco importantes.

      “El amor y la mujer nueva” es una obra que reúne diferentes escritos de Alexandra Kollontay sobre su propia vida, el amor y las relaciones entre los sexos, la mayoría de ellos dispersos en otras obras o en Internet, pero nunca hasta ahora publicados juntos en nues­tro país. Lo hacemos en ocasión del centenario de la Revolución Rusa, y también con la convicción de que serán de enorme interés para abordar debates actuales.

      Los desafíos de una revolución que quería cambiarlo todo

      Hace 100 años, y luego de un largo proceso, el pue­blo ruso era protagonista de una revolución que cam­biaría la historia del siglo XX. Por primera vez, y en un país considerado como el más débil y atrasado de Europa, las clases oprimidas y explotadas se levanta­ban contra la miseria, la guerra y la dominación zaris­ta, derrumbaban el poder, lo tomaban en sus manos e iniciaban la incierta e inédita senda de la construc­ción de una nueva sociedad, la comunista.

      Son muchos los debates y las jornadas dedicadas a la Revolución Rusa en ocasión de su centenario. Pero pocas las reflexiones que abordan integralmente el rol que tuvieron las mujeres, el cual va mucho más allá de la clásica visión de haber sido el detonante de las movilizaciones que terminaron con el zarismo. Efectivamente fue clave el protagonismo de las traba­jadoras rusas: las peores remuneradas y con las peo­res condiciones laborales fueron quienes abandonaron sus puestos, iniciaron la huelga y salieron a las calles incitando a todo el pueblo a sumarse. Pero también fueron clave en el laboratorio en el cual se comenza­ba a ensayar la nueva sociedad.

      Y si de pensar lo nuevo se trata es que llegamos a la figura de Alexandra Kollontay, una protagonista ple­namente inmersa en el contexto de la revolución y al mismo tiempo una trasgresora y una adelantada. Adentrarnos en su vida y en su obra nos puede permi­tir volver sobre ese rico proceso para mirarlo con otros lentes y, fundamentalmente, adentrarnos en cuestio­nes nodales absolutamente vigentes a la hora de pen­sar la transformación social que sigue siendo no sólo necesaria sino urgente. ¿Cómo se construye una nue­va sociedad?, ¿de qué manera puede terminarse con las pesadas cadenas de la opresión?, ¿basta con decre­tar el fin de la opresión?, ¿basta con dictar nuevas le­yes, códigos y políticas públicas para terminar con el patriarcado?, ¿cómo se cambian las relaciones amorosas?, ¿cómo se transforma la psicología de un pueblo?, ¿puede decretarse el final de la familia monogámica e impulsar el amor libre? Kollontay esbozó muchas pun­tas para retomar y profundizar.

      Alexandra Kollontay: socialista, feminista y pionera extraordinaria

      El pensamiento de Alexandra Kollontay es expre­sión de una determinada época histórica, social y polí­tica. Como marxista estaba convencida de que ningún cambio radical sería posible sin transformaciones ma­teriales estructurales; y como buena exponente del bolchevismo defendía fuertemente que la revolución debía liberar a las mujeres de sus pesadas cadenas. No obstante, consideraba al desafío de una manera mu­cho más rica y compleja, incorporando elementos y problemáticas nuevas que tanto el marxismo tradi­cional como los bolcheviques no tuvieron en cuen­ta o, como mínimo, subestimaron. Como afirma la feminista española Ana de Miguel Álvarez, nuestra protagonista no se limitó simplemente a incluir a las mujeres en la revolución: desarrolló qué tipo de revo­lución necesitaban las mujeres y qué cambios impli­caba todo ello tanto para la sociedad en su conjunto como para los varones. Para ella, la abolición de la pro­piedad privada, la socialización de los cuidados y de las tareas domésticas, y la incorporación al mercado laboral eran condiciones necesarias, pero no suficien­tes: la revolución que liberaría a las mujeres debía ser también una revolución psicológica profunda, revolu­ción de las relaciones entre los sexos, de las costum­bres y de la vida cotidiana. Categórica, afirmó una y otra vez, también ante la resistencia que provocaban sus aseveraciones entre sus propios compañeros, que prorrogar estas cuestiones en nombre de lo urgente no haría más que, en definitiva, prorrogar la revolución. Increíblemente, no sólo innovó al interior del mar­xismo: se adelantó a los debates del feminismo radi­cal de los ´60.

      Y quizá lo más significativo de su discurso sea ha­ber recreado la idea marxista de que para construir un mundo mejor, además de cambiar la economía, tenía que surgir el hombre nuevo. De esta manera, promo­viendo derechos fundamentales como el amor libre, la igualdad salarial, la legalización del aborto y el di­vorcio, planteó la necesidad de una mujer nueva que, además de ser independiente económicamente, debía serlo también psicológica y sentimentalmente.

      De

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