El amor y la mujer nueva. Alexandra Kollontay
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En esta clave de camaradería y unidad es que Alexandra cifra la realización posible de una sociedad nueva, con “hilos tendidos de alma a alma, de corazón a corazón, de espíritu a espíritu”. Es en la interacción de la esfera emocional y material que el amor podrá tener un lugar privilegiado, en tanto sentimiento colectivo, potenciador de lazos sociales.
Si bien parte de lo que plantea Alexandra en este y otros de sus aportes fue luego desarrollado y hasta superado como parte del despliegue del movimiento revolucionario en el siglo XX, así como por reflexiones contemporáneas del feminismo, las llaves del amor en sus escritos nos permiten repensar la continuidad y sentido histórico de su construcción en nuestra época, signada por valores que no son tan diametralmente opuestos o distantes con aquellos que predominaban en la Rusia de hace un siglo, como la individualidad y encorsetamiento del sentimiento amoroso, su carácter privado y exclusivo entre las personas.
En las condiciones de posibilidad que nos abre el feminismo para dar batallas culturales y en la necesidad de ponerlas al servicio de un proyecto emancipatorio estratégico, es que los aportes de Alexandra suman en calidad a los procesos de mayor concientización y sensibilización que en la actualidad de nuestra época, en la Argentina del Ni Una menos, se encuentran en marcha a partir de emergencias sociales, políticas, culturales y subjetivas.
El amor como factor construido en una trama o en otra posee distintos significados y sobre todas las cosas, funcionalidades que es necesario deconstruir. Con determinaciones históricas y en tanto fenómeno psicosocial, nos permite politizar y subvertir los vínculos y las construcciones sexoafectivas diseñadas por el patriarcado.
La perspectiva de Alexandra Kollontay añade a otros aportes del feminismo análisis y propuestas, y nos invita a pensarnos en la construcción de cada paso firme por la liberación en la construcción de la mujer nueva, libre de violencias y opresiones; libre del romanticismo y su contracara de amorencierro; y libre a través el amor como fuerza social.
Diana Broggi
Colectiva Feminista Mala Junta en Patria Grande
Octubre 2017
NACE EDICIoNEs mAlA JuNtA
Con enorme orgullo y alegría lanzamos la primera publicación de Ediciones Mala Junta en conjunto con la Editorial Cienflores. Con ella pretendemos iniciar un camino fascinante y lleno de enormes desafíos: que los diversos feminismos hablen en primera persona, a través de la voz, la vida y los debates planteados por sus protagonistas. No conocemos otra manera de avanzar. Porque si bien cada pueblo y cada movimiento escribe siempre páginas nuevas, no lo hace jamás desde cero, sino alimentándose y aprendiendo de sus antecesores, de las batallas libradas y las no libradas, de sus triunfos y también de sus derrotas, de sus fortalezas tanto como de sus debilidades. Y aún más nos enorgullece saber que contribuimos a visibilizar voces y protagonistas desconocidas o poco conocidas producto de una construcción patriarcal de la historia, que ha silenciado a personas y a determinados debates considerados secundarios o poco importantes.
“El amor y la mujer nueva” es una obra que reúne diferentes escritos de Alexandra Kollontay sobre su propia vida, el amor y las relaciones entre los sexos, la mayoría de ellos dispersos en otras obras o en Internet, pero nunca hasta ahora publicados juntos en nuestro país. Lo hacemos en ocasión del centenario de la Revolución Rusa, y también con la convicción de que serán de enorme interés para abordar debates actuales.
Los desafíos de una revolución que quería cambiarlo todo
Hace 100 años, y luego de un largo proceso, el pueblo ruso era protagonista de una revolución que cambiaría la historia del siglo XX. Por primera vez, y en un país considerado como el más débil y atrasado de Europa, las clases oprimidas y explotadas se levantaban contra la miseria, la guerra y la dominación zarista, derrumbaban el poder, lo tomaban en sus manos e iniciaban la incierta e inédita senda de la construcción de una nueva sociedad, la comunista.
Son muchos los debates y las jornadas dedicadas a la Revolución Rusa en ocasión de su centenario. Pero pocas las reflexiones que abordan integralmente el rol que tuvieron las mujeres, el cual va mucho más allá de la clásica visión de haber sido el detonante de las movilizaciones que terminaron con el zarismo. Efectivamente fue clave el protagonismo de las trabajadoras rusas: las peores remuneradas y con las peores condiciones laborales fueron quienes abandonaron sus puestos, iniciaron la huelga y salieron a las calles incitando a todo el pueblo a sumarse. Pero también fueron clave en el laboratorio en el cual se comenzaba a ensayar la nueva sociedad.
Y si de pensar lo nuevo se trata es que llegamos a la figura de Alexandra Kollontay, una protagonista plenamente inmersa en el contexto de la revolución y al mismo tiempo una trasgresora y una adelantada. Adentrarnos en su vida y en su obra nos puede permitir volver sobre ese rico proceso para mirarlo con otros lentes y, fundamentalmente, adentrarnos en cuestiones nodales absolutamente vigentes a la hora de pensar la transformación social que sigue siendo no sólo necesaria sino urgente. ¿Cómo se construye una nueva sociedad?, ¿de qué manera puede terminarse con las pesadas cadenas de la opresión?, ¿basta con decretar el fin de la opresión?, ¿basta con dictar nuevas leyes, códigos y políticas públicas para terminar con el patriarcado?, ¿cómo se cambian las relaciones amorosas?, ¿cómo se transforma la psicología de un pueblo?, ¿puede decretarse el final de la familia monogámica e impulsar el amor libre? Kollontay esbozó muchas puntas para retomar y profundizar.
Alexandra Kollontay: socialista, feminista y pionera extraordinaria
El pensamiento de Alexandra Kollontay es expresión de una determinada época histórica, social y política. Como marxista estaba convencida de que ningún cambio radical sería posible sin transformaciones materiales estructurales; y como buena exponente del bolchevismo defendía fuertemente que la revolución debía liberar a las mujeres de sus pesadas cadenas. No obstante, consideraba al desafío de una manera mucho más rica y compleja, incorporando elementos y problemáticas nuevas que tanto el marxismo tradicional como los bolcheviques no tuvieron en cuenta o, como mínimo, subestimaron. Como afirma la feminista española Ana de Miguel Álvarez, nuestra protagonista no se limitó simplemente a incluir a las mujeres en la revolución: desarrolló qué tipo de revolución necesitaban las mujeres y qué cambios implicaba todo ello tanto para la sociedad en su conjunto como para los varones. Para ella, la abolición de la propiedad privada, la socialización de los cuidados y de las tareas domésticas, y la incorporación al mercado laboral eran condiciones necesarias, pero no suficientes: la revolución que liberaría a las mujeres debía ser también una revolución psicológica profunda, revolución de las relaciones entre los sexos, de las costumbres y de la vida cotidiana. Categórica, afirmó una y otra vez, también ante la resistencia que provocaban sus aseveraciones entre sus propios compañeros, que prorrogar estas cuestiones en nombre de lo urgente no haría más que, en definitiva, prorrogar la revolución. Increíblemente, no sólo innovó al interior del marxismo: se adelantó a los debates del feminismo radical de los ´60.
Y quizá lo más significativo de su discurso sea haber recreado la idea marxista de que para construir un mundo mejor, además de cambiar la economía, tenía que surgir el hombre nuevo. De esta manera, promoviendo derechos fundamentales como el amor libre, la igualdad salarial, la legalización del aborto y el divorcio, planteó la necesidad de una mujer nueva que, además de ser independiente económicamente, debía serlo también psicológica y sentimentalmente.