Deja a la estructura hablar. Rodrigo Ramos Jiliberto
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Los problemas complejos requieren, para ser abordados y comprendidos, de la confluencia e integración de variadas disciplinas, del trabajo conjunto de personas con diferentes sensibilidades, conocimientos y capacidades. Y para ensamblar coherentemente las aportaciones de esta amplia diversidad de individuos con sus competencias particulares, la ciencia puede ayudar y mucho. En especial, aquellas ramas de la ciencia contemporánea que descansan en la investigación cuantitativa, que hacen uso de modelos formales y análisis matemático y computacional de sistemas complejos. Esa ciencia del siglo xxi que se focaliza en el estudio integrativo de los objetos y sistemas de estudio.
Sin embargo, ¿cuál ha sido la estrategia tradicional para abordar las problemáticas más complejas? Desafortunadamente, por medio de la versión más brutal del análisis: desmenuzándolas, partiéndolas en pequeños trozos, cada uno de ellos más simple y factible de resolver que la problemática completa. Aunque esta estrategia simplifica el modo de abordar problemas y fenómenos, también hace que el observador pierda completamente un aspecto determinante del comportamiento del sistema donde los problemas de interés se manifiestan, esto es, la conexión causal entre los diversos elementos que participan en el sistema/problema. Tómese como ejemplo la siguiente problemática: cómo aliviar los conflictos sociales, políticos y los daños sobre la salud humana y ecosistémica generados por la contaminación de los ríos. Cómo medir la contaminación considerando el tipo de contaminantes presentes y su concentración en el ambiente. Cómo estimar sus efectos sobre la biodiversidad natural, sobre la salud y la calidad de vida de la población humana y sobre la provisión de servicios que los ecosistemas brindan a la sociedad, que incluyen materias primas, regulación ambiental y beneficios culturales. Cómo establecer las fuentes de la contaminación y las tasas de emisiones o descargas, provenientes de industrias, desechos domésticos, actividad agrícola o ganadera, entre otras. Cómo establecer las rutas que siguen los contaminantes desde las fuentes que los generan hasta el ambiente que nos preocupa. Cómo evitar la descarga de contaminantes en el futuro, ya sea a través de la eliminación de su generación en las fuentes o bien impidiendo su transporte al ambiente. Cómo restaurar las áreas afectadas. Cómo hacer que la poblacion humana confíe en las medidas adoptadas. Un enfoque reduccionista del problema planteado a modo de ejemplo, probablemente derive en decisiones de las autoridades tendientes a atacar un aspecto puntual que ofrezca resultados inmediatos al menor coste económico. La decisión consistiría, posiblemente, en mejorar los atributos paisajísticos del ambiente, sin considerar las causas que conducen a su deterioro. Una medida de este tipo permitiría, justificadamente, sospechar que el problema persistirá, lo cual no aliviará en lo absoluto el conflicto social generado. Ahora bien, considerar las causas de la contaminación a través de acciones para eliminar las fuentes actuales, no asegura que en el futuro no aparezcan nuevas fuentes de los mismos o de otros contaminantes. Las actividades industriales se adaptan a nuevos entornos económicos y sociales mucho más rápido que las normativas que las regulan. Por otro lado, cualquier medida ingenieril en pro de la mitigación del problema, que no incluya una comprensión real y profunda del conjunto de causas y efectos involucrados, no será aceptable para una comunidad mínimamente participativa, y los aspectos sociales y políticos de la problemática no podrán resolverse.
Las problemáticas complejas requieren ser abordadas mediante un análisis estructural de los sistemas asociados. Esto incluye fundamentalmente revelar su estructura, construir modelos y estudiar sus propiedades, para luego proyectar formalmente las consecuencias de acciones futuras como soluciones potenciales. A estas soluciones las llamamos soluciones estructurales o soluciones sistémicas.
1. 2 Estructura
Parece sensato que ante el desafío de comprender y eventualmente influir sobre estos aspectos de la realidad, con el objeto de promover la convivencia entre humanos, y entre humanos y otros seres vivos en el planeta, debamos adoptar una perspectiva estructural. Sin embargo, aunque términos como estructural, sistémico, modelo, complejo aparecen frecuentemente en el discurso público, incluso personas con muchos años de estudio no saben muy bien a qué se refieren exactamente. Esto conduce a que estas palabras sean utilizadas de forma imprecisa. El término estructural puede comprenderse coloquialmente como antónimo de cosmético. Las propiedades estructurales de un objeto son aquellas que lo definen en su fondo, en sus fundamentos y determinan su función y sus respuestas frente a perturbaciones del entorno. Las problemáticas estructurales, por lo tanto, apelan a condiciones fundamentales de un sistema que deben ser corregidas para mantener o promover ciertas funciones. Por soluciones estructurales se entienden aquellas acciones que corrigen o mitigan problemas estructurales.
Técnicamente, la definición de estructura de un sistema se ha presentado en al menos dos formas cercanas entre sí. Por un lado, la definición de la rae es “disposición o modo de estar relacionadas las distintas partes de un conjunto”. Diccionarios de otras lenguas ofrecen definiciones similares. Esta primera definición puede reducirse a: conjunto de relaciones entre los elementos componentes de un sistema u objeto. Una segunda forma de definir estructura es, por ejemplo, basándonos en el diccionario Merriam-Webster, según el cual una estructura es “el arreglo de partes en una sustancia o cuerpo” o “el conjunto de elementos de una entidad en sus relaciones entre sí”2. Es decir, esta segunda acepción de estructura incluye tanto a las partes como a las relaciones entre estas.
En su teoría de sistemas autopoiéticos, Humberto Maturana y Francisco Varela utilizan términos diferentes para cada caso. Así, definen estructura como “los componentes y relaciones entre componentes que realizan a un sistema particular como un sistema particular de una cierta clase” y organización como la “configuración de relaciones entre componentes que definen y constituyen la identidad de clase de un sistema particular” (Maturana y Mpodozis, 1992). Sin embargo, para estos autores las relaciones que comprenden la organización de un sistema son un subconjunto de las relaciones entre componentes que ocurren en su estructura. De acuerdo con esto, la estructura de un sistema puede variar sin comprometer su identidad. Sin embargo, modificar la organización de un sistema implica la pérdida de su identidad (Maturana y Pörksen, 2004). Según Maturana y estos colaboradores, tanto la organización como la estructura son características que deben conocerse, a fin de entender el funcionamiento de los sistemas sociales y, por extensión, el de los sistemas de similar complejidad, por ejemplo, ecológicos y socioecológicos: “Esto es, debemos mostrar tanto las relaciones entre componentes que lo definen como tal (organización), como los componentes con sus propiedades, más las relaciones que lo realizan como una unidad particular (estructura).” (Maturana et al., 2006).
En este libro, sin embargo, adopté un concepto de estructura que incluye la colección de elementos componentes con sus propiedades, así como la colección y organización de relaciones entre estos elementos y sus propiedades. Entre las propiedades más relevantes de las relaciones entre elementos está la fuerza de la relación, que indica cuán estrechamente vinculados están los elementos en la relación y, por lo tanto, qué tan interdependientes son sus cambios de estado. Entre las propiedades de los elementos, podemos mencionar el valor (magnitud o intensidad) de estos y su valoración (negativa, positiva o neutra) que se pueda atribuir respecto de cierta referencia, función o propósito. Sin embargo, buena parte de los métodos presentados en este volumen se concentran en las relaciones entre elementos, más que en sus propiedades.
Un marco formal apropiado para el estudio