La libertad, conquista del espíritu. Omraam Mikhaël Aïvanhov

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La libertad, conquista del espíritu - Omraam Mikhaël Aïvanhov

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es trabajar en la tierra a fin de transformarla en un magnífico jardín, donde el Señor vendrá a pasearse. Si hubiéramos de rechazar la materia, ¿ para qué habríamos descendido aquí? ¿Para qué penetrar en esta tierra si no es para sublimarla, para volverla luminosa y transparente como el espíritu? Cuando Jesús decía: “Que se haga tu voluntad así en la tierra como en el cielo”, hablaba ya de que el resplandor del espíritu debe manifestarse en la materia. Desgraciadamente, cuando los hombres encarnan en la tierra olvidan la misión que vienen a realizar, y cuando retornan arriba, no han hecho otra cosa que destrozar y ensuciar la materia sobre la cual debían trabajar. Ha llegado el momento de ocuparse de la materia, (la materia es tanto nuestro cuerpo físico como la tierra), para transformarla, haciendo descender el espíritu, pues es el espíritu quien anima, libera e ilumina... Dios ha dispuesto todas las riquezas y todas las posibilidades en el hombre, pero en tanto el hombre no se ocupe del espíritu que está en su cuerpo físico, es como una tierra que no ha sido fertilizada, no puede producir nada. A pesar de que el hombre posee todo en potencia, es como si no poseyese nada. La ignorancia de esta verdad hace mucho mal a algunos. Se creen privados de una cantidad de posibilidades que otros poseen, se ven pobres, desprovistos de todo, mientras que otros parecen privilegiados. Y no es así; ellos poseen los mismos talentos, las mismas cualidades que los otros, pero no han conseguido manifestarlas porque no han trabajado para armonizar su cuerpo físico y su espíritu.

      Las diferencias que se observan entre los humanos no se deben a que sus espíritus estén en distintos grados de evolución, no. Todos los espíritus son llamas, todos los espíritus son chispas, todos los espíritus son una quintaesencia, una parte del Señor, exactamente como las gotas de agua del océano son un resumen del océano. Todos los espíritus son idénticos, pero, una vez separados del Señor, esas chispas tienen una misión que cumplir, han de atravesar regiones diferentes y, por lo tanto, registrarán impresiones, conocimientos y emociones distintas. La diferencia pues, está solamente ahí; ciertos espíritus han recorrido unas regiones y los demás otras. En su esencia, en su quintaesencia, en su naturaleza sublime, los espíritus son los mismos, sólo los cuerpos físicos no son los mismos. Fueron construidos en base a un mismo modelo perfecto, pero sus grados de evolución son distintos; aquellos que han evolucionado es porque han trabajado más o menos en otras encarnaciones para hacer de sus cuerpos un instrumento del espíritu.

      La verdad, pues, es que todo está en nosotros. Es evidente que el tiempo es necesario para la materialización, para la concretización de todas las posibilidades del espíritu, pero nuestro espíritu tiene, efectivamente, todas las posibilidades. Si pensáis más a menudo en esta verdad, os ayudará enormemente en vuestra evolución.

      Tomemos un ejemplo: los humanos están acostumbrados a esperarlo todo del exterior, lo cual en cierto modo es normal, ya que no podrían vivir sin un cierto número de cosas que ellos reciben del exterior: el agua, el aire, el sol, los alimentos. Somos criaturas y todas las criaturas, toda la creación está obligada a recibir ciertos alimentos del exterior. Sólo el Creador escapa a esta ley. El no tiene necesidad de que otros Le alimenten. Y como ha dejado algo de El mismo en cada criatura, esa chispa, ese espíritu que es de la misma naturaleza que El, puede crear aquello que necesita. Y así cada criatura, en lugar de depender siempre de lo externo, lo que la limita, pues a menudo lo que espera no le viene, puede actuar interiormente por medio de su pensamiento, su voluntad y su espíritu, captando así los elementos que le alimentarán y le sanarán. Es por eso que la Enseñanza que os es la del espíritu, es la del Creador, y no la de la materia, la de lo creado. Si vosotros no aceptáis la Enseñanza del espíritu creador, siempre seréis débiles, dependientes, estaréis limitados, a merced de las circunstancias.

      El error de los humanos está en que, identificándose con la materia, quedan engullidos por ella y no tienen fuerzas para reaccionar. No imaginan que podrían identificarse con el espíritu, con ese espíritu que no tiene necesidad de elementos externos para crear, que toma los elementos de sí mismo; como el Señor que ha creado el mundo a partir de su propia quintaesencia.

      Ha llegado el momento de salir de esta realidad engañosa de la materia para entrar en la realidad interior del espíritu, que es la realidad de todos los grandes Maestros. Reflexionad bien sobre esto: El Creador y las criaturas... Depende de vosotros el que sigáis siendo una criatura o que os convirtáis en un creador. ¿Me creéis?... ¡Puede ser que ninguno de vosotros me crea! Sí, no obstante, yo sé que vosotros me creéis, pero decís: “¡Ah! Maestro, ¿y las circunstancias, las condiciones?... ¡La vida es tan difícil!” Yo bien lo sé; lo sé, incluso, mejor que vosotros. ¿Dónde creéis que vivo yo? Exactamente en las mismas condiciones que vosotros, en medio de las mismas circunstancias, en el mismo mundo. Pero yo pienso de otra manera que vosotros, he aquí la única diferencia.

      Así pues, dejad de esperar siempre la ayuda del exterior... y cesad también de creer que es del exterior de donde provienen los inconvenientes. La mayor parte de los hombres se creen impecables; la culpa es siempre del marido, del vecino o del régimen político, o bien de la falta de dinero, de alimento, del mal tiempo... Ellos no dirán jamás que es su detestable filosofía lo que les prepara un futuro catastrófico y, sin embargo, es eso lo que poco a poco los mete en el atolladero. Es necesario reemplazar esa filosofía de la materia por la filosofía del espíritu. Sólo así os volveréis fuertes, poderosos, independientes y libres.

      Así pues, reflexionad. Lo que es verdad para las criaturas, no es verdad para el Creador. Las criaturas dependen demasiado del mundo exterior, de las circunstancias: os sitúan aquí, allá y vosotros debéis someteros. Así pues llegad a ser creadores, entrad en el dominio del espíritu que crea, que forma, que modela, y todo cambiará, ya no dependeréis tanto del mundo exterior, seréis más libres y dueños de vuestro destino.

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