(Pre)textos para el análisis político. Moisés Pérez Vega
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La relación de la democracia con las tradiciones políticas del republicanismo, el liberalismo y el socialismo, apuntala Berlanga, incidirá también en la polémica (siempre e inevitablemente candente) por lo que la democracia es o debiera ser. Expuestas con precisión y equilibrio, las coordenadas de este debate contemporáneo (enfoques procedimentales contra enfoques participacionistas como derivas de la clásica disputa entre liberalismo y republicanismo) familiarizarán al lector con teorías democráticas (elitista, poliárquica, económica, deliberativa, radical, etc.) al servicio de una querella inconclusa.
Concluido en su fase original, pero redivivo y en boga a partir de vueltas de tuerca y líneas de estudio en evolución, el debate presidencialismo contra parlamentarismo conforma el eje sobre el que Moisés Pérez desglosa el concepto “Sistemas de gobierno”. “Forma de organización y relación de las instituciones de gobierno de una sociedad”, define Pérez un concepto de particulares resonancias en América Latina por la diatriba académica de Linz y otros teóricos contra el presidencialismo y su alegada fragilidad. Que éste, no obstante sus impasses y contrariedades, permanezca como un sistema de gobierno estable, refutaría hipótesis que debieron ajustarse e incorporar más factores en la ecuación analítica sistemas de gobierno-rendimiento democrático. Dos décadas de debate, rastrea Pérez, darían paso así al estudio de “arreglos específicos que inciden en el desempeño del presidencialismo”. Fragmentación partidaria, tipo de poderes constitucionales del Ejecutivo y el Legislativo, formulación de políticas públicas, gravitación del sistema electoral y de los gobiernos divididos, violación de los mecanismos de rendición de cuentas,[6] son, entre otras, variables analíticas que robustecerán esta discusión. De éstas, con apuntes que completan un minucioso estado de la cuestión, informa e ilustra el ensayo de Pérez.
“Partidos políticos” de Víctor Martínez, el texto postrer de la segunda parte, constituye un objeto de estudio marcado por las encrucijadas y desencuentros teóricos y metodológicos. Atravesando la (in)definición teórica, historia y debates contemporáneos del concepto, el autor despliega una miscelánea literaria (clásica y posclásica) colmada de hipótesis en pugna. De la primigenia, los partidos dañan la democracia (Ostrogorski, Michels) a la réplica que distingue en ellos los mejores vehículos democráticos (Duverger, Sartori), pasando por la conjetura de la crisis de los partidos (negada a su vez por la crisis del concepto crisis de partido[7]), el ensayo penetra en una bibliografía oceánica (“11,500 textos entre 1945 y 1998 sólo en Europa Occidental”, cifran algunos especialistas) y potente a pesar de sus vacíos y lances erráticos. Tipologías de partido (de cuadros, masas, catch-all, cartel), perspectivas analíticas (organizativa, funcional, ideológica, elección racional) y programas de investigación, que no bien cobran fama son materia de contrahipótesis (el “triunfo” de los partidos cartel versus las fallas en su construcción metodológica e indicadores empíricos), nutren y enlazan el trabajo de Martínez.
Por otras razones también polisémico, el concepto de “Sociedad civil”, —primer texto de la tercera parte, denominada “Esferas y procesos”—, que Sergio Ortiz Leroux firma, es motivo de antinomias y recelos entre cuerpos filosóficos con confines teóricos diferenciados. Si ningún concepto es inocente, el de sociedad civil, observa Ortiz Leroux, anima los deseos e intenciones de varios ismos en competencia. Liberalismo, republicanismo, pluralismo o comunitarismo son, entre otras, cosmovisiones para los que la sociedad civil debiera exhibir una u otras señas identitarias. A efecto de contar con una definición que no clausure en tanto que dispare la discusión, por sociedad civil, traza el autor, cabe entender “una esfera de interacción social entre el mercado (economía) y el Estado (política), compuesta de una red de asociaciones autónomas, movimientos sociales y formas de comunicación política, que vinculan a los ciudadanos o grupos sociales en asuntos de interés común”. (Des)estatalizar lo político, esto es, fundamentarlo y conferirle autonomía desde un lugar distinto a lo institucional, profesionalizado o ya instituido, ha sido la clave y acicate del renacimiento contemporáneo de la sociedad civil, ligado a procesos que el autor glosa: la caída de los regímenes totalitarios de la ex Unión Soviética y Europa del Este; las transiciones a la democracia en la Europa continental y en América Latina; la crisis del Estado benefactor y el futuro de la democracia en las sociedades postindustriales de Centroeuropa.
Que la sociedad civil, desmitificando muchas de las ilusiones puestas en ésta, siga siendo más una buena idea que un espacio de influjos y proezas democráticas sin reversa, podría justificar cierto desencanto. Contra éste, no por nada cierra así el ensayo, la agenda de investigación, más urgente que nunca, exige el replanteamiento intelectual y fáctico de los puentes entre el sistema político y el sistema social.
El penúltimo concepto de (Pre)textos, “movimientos sociales” de Martín Retamozo, es en sí mismo una evocación de la plausible reconstrucción del puente sistema político-sistema social. Los movimientos sociales, privilegia con vehemencia Retamozo, “son una muestra de la contingencia del orden social, de la posibilidad de que determinadas relaciones sociales se estructuren de otra forma”. Su estudio supone, por ello, “la oportunidad de rastrear las huellas del futuro, las potencialidades y limitaciones que los sujetos tienen para hacer la historia por venir”.
Tal conclusión, consecuencia de un análisis exhaustivo de enfoques académicos, pero también de posiciones políticas e ideológicas (marxismo, funcionalismo, elección racional, teoría de la movilización de recursos, del proceso político, del paradigma orientado a la identidad y los “nuevos movimientos sociales”), sobresale en un trabajo que no olvida rescatar el expediente latinoamericano sobre la cuestión. La acción colectiva, irreductible al pragmatismo del gorrón y cuenta nueva (free rider), es, como Retamozo devela, un reflejo de los dilemas y conflictos que cimientan los desgarros, pero también solidaridades de las sociedades modernas.
“Políticas públicas”, artículo final de (Pre)textos, es un concepto que Eduardo Villarreal Cantú desmenuza cargando las tintas en la corresponsabilidad gobierno-ciudadanía. Un enfoque de la ciencia política, sentencia el autor, comprometido con la visión de lo público más allá del Estado. “Lo público de las políticas pasa, siempre, por interacciones entre ciudadanos e instituciones que posibilitan las metas colectivas y los medios para llegar a éstas”. Sustanciar ciudadanamente el gobierno, insiste Villarreal, en tanto que “el adjetivo de público obedece a la necesaria condición de que en el diseño y puesta en marcha de las políticas públicas estén presentes la opinión y visión de diferentes agentes públicos (englobados en las categorías gubernamentales, sociales y privados)”. Redes de políticas públicas, remarca el ensayo, como premisa y a la vez signo democratizador de las dimensiones, fases y resultados de este proceso.
Así como el estudio de la democracia precisa el auxilio de la teoría filosófica, moral y jurídica (O’Donnell, 2007), las políticas públicas, en aras de ofrecer calidad democrática, recomienda Villarreal, requieren explorar y explotar el diálogo e interacción con la sociología política.
Hasta aquí con la antesala de contenidos. Sólo nos resta un agradecimiento eterno a Moisés López Rosas, quien en su paso por esta vida y por la Flacso México ejerció de rabioso defensa en la cancha de futbol; de alumno, maestro y doctorante brillante en aulas; de amigo, ante todo