Luces y sombras. Abraham Felipe Gallego Jiménez

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Luces y sombras - Abraham Felipe Gallego Jiménez

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target="_blank" rel="nofollow" href="#ulink_0822adaf-5eb0-5e4e-af30-4958c513ff1c">PRÓLOGO

      He aceptado el grato encargo de presentar el libro Luces y sombras en los informes contables sobre ambiente y cultura, escrito por los distinguidos colegas.

      La lectura de los textos contenidos en este libro ha sido un ejercicio que me ha llenado el espíritu de esperanza en el futuro disciplinar contable y su deber frente a la sociedad y a la naturaleza, pues las juiciosas reflexiones y las retadoras perspectivas que proponen, como alternativas de desarrollo investigativo y de ejercicio profesional, permiten otear un panorama de compromiso con los colectivos sociales en la búsqueda de escenarios de equilibrio y sustentabilidad en los ámbitos ambientales y socio-culturales.

      La sociedad humana, en general, atraviesa desde hace más de medio siglo por una etapa de franco y continuo deterioro en sus condiciones de vida, producto del trato irresponsable que se la ha dado a la Tierra, la casa común. El criterio, hasta ahora dominante, de concebir a la naturaleza como un recurso inacabable, resistente al uso y al abuso, nos ha llevado a un estado de crisis de tal magnitud, que su solución es casi imposible, pues el tiempo para encontrarla, asumirla y aplicarla, se está acabando.

      ¿Cómo fue que llegamos en el mundo a esta situación tan crítica? Creo que para responder esta pregunta hay que retroceder un buen tiempo en la historia de la humanidad, aproximadamente medio milenio, cuando comienza el modelo económico capitalista a dar sus primeros pasos, como alternativa de reemplazo, en Europa, de la estructura feudalista de organización social y productiva. De forma concomitante, se produjeron hechos sin precedentes que afectaron otros territorios del orbe. A grandes saltos, intentaré poner de presente los hitos más importantes, para explicar este devenir humano que actualmente nos llena de incertidumbre y pesimismo, como anuncio del desastre total.

      Con el denominado Renacimiento, como alegoría a la salida de una etapa de oscuridad, el volver a nacer, luego de mil años de dominio de un pensamiento retrógrado y fanático, que tiranizó a buena parte del mundo, parecía que vientos de libertad soplaban sobre la población europea, para liberarla de las cadenas de la opresión religiosa. Fueron los mismos religiosos quienes desde los monasterios comenzaron a construir los primeros hitos del renacer de la curiosidad y del conocimiento.

      A la par, una nueva visión de los procesos productivos y de comercio estaba germinando en esas tierras, con Venecia, Génova y Pisa como punta de lanza de los reinos más avanzados, cuyas actividades de intercambio, a través de las rutas marítimas y terrestres, estaban transformando el mundo. Esta dinámica va de la mano del surgimiento de una nueva clase social, que va reemplazando al señor feudal, sostenido por los siervos; es la burguesía, denominada así, porque ya no reside en los castillos señoriales, sino en los burgos o villas, y constituye el motor de las nuevas formas productivas y de las actividades económicas y financieras. La nueva dinámica se va conociendo como capitalismo.

      Así se van formulando otras maneras de gestionar los negocios y de dar cuenta de estos. El conocimiento, que durante la época medieval se había mantenido en los monasterios, guardianes de valiosas bibliotecas, comienza a salir a la luz.

      Las teorías astrofísicas, la alquimia transformada en la química, las matemáticas y la lógica, surgen iluminando las mentes e impulsando los procesos investigativos y de conocimiento, obstaculizados durante tantos siglos de temor y represión a cualquier pensamiento que no fuera una loa a las doctrinas católicas dominantes formuladas desde el Vaticano.

      De la mano de las matemáticas se perfecciona la formulación de una propuesta contable, nacida de la práctica comercial veneciana en los s. XIII-XIV, denominada “de partida doble”, que impulsa la nueva estrategia económica, que paulatinamente va permeando las diversas actividades de producción, de intercambio y de dinamismo mercantil. Esta práctica se difunde gracias a las publicaciones De las cuentas y de las escrituras del monje Lucca Paccioli (1494) y Della mercatura et del mercante perfetto del economista Benedetto Cotrugli (escrito en 1458 y publicado en 1573).

      Nuevos pensamientos y teorías atrevidas, que contradecían los viejos postulados bíblicos, sobre la conformación del mundo, impulsaron a vigorosos navegantes a probar suerte y aventurarse por el mar-océano, en busca de nuevas rutas para llegar a la India, productora de las anheladas especias, ante la imposibilidad de pasar por Constantinopla, tomada por los otomanos a mediados del s. XV. A finales de este siglo, Colón arriba a Abya-Yala1 (América), creyendo que había llegado a la India.

      La actividad económica europea se ve potenciada por el éxito de la empresa colonizadora, cuya acción invasora y arrolladora contra los pueblos originarios del (para los europeos) Nuevo Continente, buscaba en primer término apropiarse de las riquezas de los denominados pueblos salvajes, además de convertirlos a la religión católica, la única religión verdadera, mandato recibido por Colón y sus acompañantes, de los Reyes Católicos, Fernando e Isabel. Durante los siglos XVI a XVIII, España, y en general Europa, reciben el fruto de la colonización de las ricas tierras americanas, que permite a las monarquías y clases nobles gozar de increíbles comodidades, construir fabulosos palacios y vivir a cuerpo de rey.

      Como resultado de este proceso invasor, las costumbres europeas se impusieron en el “Nuevo Continente”, fruto de las estrategias de intervención, violentas y no violentas, generando una nueva cultura, a lo largo de más de tres siglos de ocupación. Cultura, que además de destructora del imaginario de los aborígenes, identificados como salvajes, también impusieron costumbres depredadoras de la naturaleza, desequilibrando la armonía con la que los habitantes de Abya-Yala, habían convivido por milenios en sus territorios comunales.

      Imponer en los indígenas el sentido de propiedad de la tierra fue uno de los aspectos más extraños para los pueblos originarios, asunto que hasta nuestros días es odioso para ellos. Tal condición implicaba la introducción de una nueva forma de relación social, que generaría desde ese momento una de las causas más importantes para el desequilibrio social del denominado Nuevo Mundo. Al concebirse la tierra como propiedad privada, el dueño es legalmente reconocido como determinador absoluto del destino de su propiedad. En el caso de Colombia, los indígenas fueron desplazados a la periferia y los colonos, los nuevos propietarios, concentraron bajo sus dominios extensos territorios, que fueron pasando de generación en generación hasta los días de hoy.

      El naciente capitalismo llegó con los europeos a Abya-Yala para quedarse. Sin embargo, también se adoptaron rasgos feudales de relación social, que permanecieron por siglos en estas tierras, como el esclavismo o el servilismo. Pero, sin duda las relaciones productivas capitalistas fueron desarrollándose y creciendo en la Colonia, a la saga de los progresos que se vivían en la metrópoli europea. Fruto de esta visión de explotación de los recursos de las nuevas posesiones, los colonos impusieron una actividad de expoliación de las riquezas, con el fin de garantizar los requerimientos de la Corona española. Por más de tres siglos, Europa se financió, en gran medida, con el fruto de la explotación de tales riquezas.

      Así, a finales del s. XVIII y principios del s. XIX, los vientos de la Revolución Francesa permearon los idearios de independencia de estos territorios, que aparejados con los de la Revolución Industrial, conformaron nuevas condiciones de vida y de progreso social. El capitalismo va fortaleciéndose en los polos de desarrollo industrial. Europa, con Inglaterra y Alemania a la cabeza, y EE. UU. en América, marcan la pauta y se muestran como el modelo de progreso al que todos los países deben aspirar. Sin embargo, lo que no se muestra es el cómo tales países han llegado al estadio de bienestar que han alcanzado. Lo que se oculta es que el capitalismo ha generado unas relaciones de intercambio productivo absolutamente asimétrico entre los países productores de materias primas y los consumidores de éstas.

      Así como en los tiempos coloniales, cuando los recursos de las colonias fluían a las metrópolis, ahora los hidrocarburos (petróleo, carbón, gas, etcétera), los metales valiosos (oro, plata, uranio,

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