Luces y sombras. Abraham Felipe Gallego Jiménez

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Luces y sombras - Abraham Felipe Gallego Jiménez страница 4

Luces y sombras - Abraham Felipe Gallego Jiménez

Скачать книгу

impera en las relaciones económicas internacionales. El capitalismo pasó de una etapa que favoreció el desarrollo interno en los países avanzados de Europa, Norteamérica y Asia, después de la revolución industrial, a otras etapas que han significado el atraso, la depredación de sus riquezas naturales y el desequilibrio ambiental.

      A fines del s. XIX, se impone por primera vez, en buena parte del mundo, la versión neoclásica de la economía, cuya consecuencia fundamental fue la priorización del crecimiento del capital financiero, lo que generó una dinámica especulativa bursátil que desembocó en la gran crisis de 1929-1933. Esta circunstancia caótica vivida por muchos países, agravada por las consecuencias de dos guerras mundiales, fue parcialmente corregida, desde lo económico con la implantación del modelo proteccionista keynesiano, que produjo la denominada economía del bienestar.

      En estos tiempos, a mediados del s. XX, se conforma la primera arquitectura financiera internacional, con la fundación de instituciones de cobertura mundial como el Banco Mundial (Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento), el Fondo Monetario Internacional, el Acuerdo monetario de Breton Woods, entre otras. Esta estructura del manejo de los aspectos financieros internacionales, apoyada por la también recién creada Organización de Naciones Unidas, permite a los países capitalistas poderosos, entre ellos EE. UU., Gran Bretaña, Francia, gestionar el mundo económico.

      La economía mundial se recupera al amparo del modelo keynesiano, fundamentalmente los países europeos, soportados por el Plan Marshall. En estos entornos de los países denominados “desarrollados” se impulsa fuertemente el consumismo, que crece aparejado con el crecimiento industrial. Se desarrollan de forma incomparable las grandes corporaciones y el mundo se va convirtiendo en la aldea global. Los países del llamado tercer mundo siguen aportando las materias primas que los desarrollados requieren para satisfacer su vida de confort. Se potencia el capital corporativo y, como consecuencia, el financiero.

      Los países socialistas europeos que aparecieron a principios y mediados del s. XX, como consecuencia del alineamiento posterior a la Segunda Guerra Mundial, comienzan a decaer en sus dinámicas socioeconómicas y son absorbidos en su mayoría por la ola de crecimiento de los fuertes entornos capitalistas. Alemania del este es la primera, con la caída del Muro de Berlín en 1989, y luego, el Tratado de Belabezha, de 1991, disuelve la URSS. Como consecuencia de estos procesos socio-políticos y económicos, se termina la Guerra Fría entre EE. UU. y sus aliados, que enfrentaban a la URSS.

      Durante la primera mitad del s. XX, las grandes corporaciones establecen sus estrategias a la medida de un mundo convulsionado por dos guerras mundiales, que obligaron a acomodarse más a satisfacer las demandas internas de los países, que al gran comercio global. Proceso diferente fue el desarrollado durante la segunda mitad del siglo, cuando se desarrolla en forma decidida la globalización de los mercados, con el soporte comunicacional de la naciente tecnología de la información y de la comunicación. Sin embargo, a lo largo de todo el siglo, estas poderosas empresas no interrumpieron sus actividades de explotación ventajosa de los recursos, y, como consecuencia, la depredación de los territorios explotados, en los diversos renglones de la actividad económica, por ejemplo, las empresas petroleras, las mineras o las madereras.

      Todas estas actividades de las grandes transnacionales contaban con el apoyo de los gobiernos de los países expoliadores sin el conocimiento, o a veces en complicidad de los expoliados. A continuación, se reproduce un diálogo telefónico, entre el presidente de EE. UU., Franklin Delano Roosevelt y el Primer ministro de la Gran Bretaña, Winston Churchill, que parece haber ocurrido un año antes de la finalización de la II Guerra Mundial:

      El agosto 8 de 1944 se firmó el Acuerdo Petrolero Angloamericano, que dividía el petróleo de Medio Oriente entre Estados Unidos y Reino Unido. Roosevelt dijo a Churchill: “El petróleo persa... es suyo. Compartiremos el petróleo de Irak y Kuwait. Respecto al de Arabia Saudita, es nuestro”. No obstante, el acuerdo no tuvo en cuenta a la gente de los países involucrados (BBC, iWonder, 2015)2.

      En otras ocasiones las empresas multinacionales, EM, expertas en los tipos de contratación para la explotación de las riquezas naturales en países subdesarrollados o periféricos, contaban con el apoyo de las clases dirigentes de esos países, seguramente animados por jugosas comisiones, tal como ocurrió en el pasado reciente, por ejemplo, con el caso Odebrecht.

      Los marcos institucionales y legislativos, novatos en el tratamiento de este tipo de compañías, favorecieron una activa participación de la empresa multinacional, en las economías locales. La perspectiva dependentista analizó el papel de la EM como la gran fuente de explotación de recursos naturales de los países del centro a los países de la periferia. En este mismo sentido, consideró a las burguesías anfitrionas como las que institucionalmente posibilitaban la expoliación (Dos Santos, 1973, en Torres, D., 2011)3.

      Para la década de 1970, la preocupación ambiental comenzaba a aparecer en las agendas de investigación y de gestión de entidades académicas y gremiales del mundo. Tal como se menciona en la introducción de este libro, el Instituto Tecnológico de Massachusetts elaboró para el Club de Roma, en 1972, un documento titulado “Los límites del crecimiento” (Meadows et al., 1972). La conclusión del informe fue la siguiente: Si el actual incremento de la población mundial, la industrialización, la contaminación, la producción de alimentos y la explotación de los recursos naturales se mantiene sin variación, alcanzará los límites absolutos de crecimiento en la Tierra durante los próximos cien años. En 2012 se edita la última edición de Los límites del crecimiento. En esta edición los autores disponen de datos fiables en numerosas áreas (el clima y la biosfera, en particular), según los cuales ya estaríamos en los límites físicos. 2050 es el año límite; después parece que no hay retorno.

      A partir de la década de 1980, el sistema económico mundial da un viraje y adopta nuevamente el modelo neoclásico de la economía, tal como había ocurrido un siglo atrás. Las características fácticas del entorno no son las mismas, pero los objetivos son similares, y tienen que ver con la dinamización de la economía que se hallaba estancada por la existencia de las barreras arancelarias y el proteccionismo. Se predica la apertura del mercado, por lo que se estimulan los tratados de libre comercio, se revisa el GATT (OMC), para América se aprueba el Acuerdo de Washington, para el sector financiero se formula el Acuerdo de Basilea, se revisan y emiten los decálogos regulatorios por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, es decir, se construye la Nueva Arquitectura Financiera Internacional, NAFI, que actualmente rige la economía mundial.

      Desde los ochenta del siglo XX, el mundo dio un viraje hacia el predominio del capital financiero. El capitalismo financiarizado se instaló en las economías intervenidas por las poderosas instituciones multilaterales de las finanzas, Banco Mundial (BM) y Fondo Monetario Internacional (FMI), apoderándose de buena parte del rendimiento de las actividades productivas y de financiación, para reclamar cada vez mayor proporción de los PIB nacionales y convertirse así en el negocio más rentable que pueda imaginarse en el mundo actual, sin importar de cuál escenario nacional se trate (Álvarez et al., 2020)4.

      Las décadas de los ochenta y noventa del siglo pasado marcaron el inicio del montaje estratégico que arrojó el actual escenario que hoy por hoy nos domina y expolia. Gobiernos de países como Estados Unidos, Gran Bretaña y Alemania, aliados en su intencionalidad de estimular sus poderosas, pero estancadas economías, y con el propósito de ayudar a sus grandes empresas trasnacionales de la producción de bienes y servicios, llevaron a cabo planes y acciones para reordenar el mundo, mediante diversas medidas (privatización, desregulación interna, eliminación de las barreras arancelarias, estímulo a la desaparición de los regímenes socialistas-comunistas, etcétera), para construir y ampliar el libre mercado, escenario propicio para acrecentar sus tasas de ganancia y los acumulados de riqueza (Álvarez et al., 2020).

      Quizás la principal estrategia para posicionar el capital financiero como punta de lanza, la constituyó

Скачать книгу