La covid-19 y la integración ante los desafíos de un nuevo orden mundial. Isabel Clemente Batalla
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Gerald Solano Aguilar, Percy Rodríguez Argüello, Ana Gabriela Navarro Alpízar
Introducción
La covid-19 es la primera pandemia que vive el planeta en el contexto de un proceso de interdependencia e intercomunicación global, que aceleró no solo los contagios, sino la reacción de los países para enfrentarla.
Lamentablemente, fue esta una reacción individual y particular de cada país, cuando los procesos de integración existentes podrían haber sido en la pandemia —y deberán serlo en la pospandemia— instrumentos válidos y efectivos para racionalizar y maximizar el aprovechamiento de recursos y la eficiencia de las medidas adoptadas.
La pandemia de la covid-19 es una de las variantes del coronavirus existente hace ya un tiempo, precedida en el presente siglo por otros coronavirus, como el sars en el 2003, que causó el síndrome respiratorio agudo grave, o el mers en el 2012, conocido como síndrome respiratorio de Oriente Medio. Los coronavirus son una gran familia. La covid 19 —más transmisible que los anteriores— pertenece a los alfa-coronavirus presentes en los mamíferos; pero hay también otros coronavirus como los beta-coronavirus, adaptados principalmente a los murciélagos, pero poco a los humanos, con lo cual, al pasar a estos, hay un choque entre el microorganismo y el humano que lo aloja.
Las epidemias han venido aumentando su frecuencia y en buena parte son enfermedades producidas por transmisiones de agentes patógenos entre animales y humanos. Tal situación se debe especialmente a la deforestación, que ha ejercido una presión sobre los animales, y por ello, al ser expulsados de sus hábitats naturales, se ha facilitado el cruce con los humanos en ecosistemas desequilibrados a raíz de factores como el calentamiento global. La realidad es que el origen de estas epidemias son los trastornos causados a la biodiversidad, por lo cual se requiere de una mayor vigilancia epidemiológica con el funcionamiento de alertas tempranas.
La covid-19 se convirtió en un problema en todo el planeta, resultado de un mundo interconectado e interdependiente, y ha sido enfrentado tanto
de manera global a través de organismos multilaterales como la Organización Mundial de la Salud (oms), como desde acciones particulares, con la actuación irregular de los Estados: unos responsables en las medidas para afrontar la pandemia, mientras otros han tenido un manejo irresponsable que ha derivado en la expansión y contagio del virus. El seguimiento simultáneo
de su evolución por todo el planeta ha estado acompañado de informaciones exageradas y distorsionadas —como las noticias falsas en las redes sociales—, que han ocasionado dificultades para la aceptación de las medidas de control y contribuido a una mayor incertidumbre y angustia.
La esperanza es que estos largos meses vividos bajo la pandemia permitan que la humanidad reaccione y examine cómo y por qué contribuimos a que se produjera tal crisis, replanteando varios de los postulados y paradigmas que hasta ahora nos han regido. Así, en vez de continuar con la depredación del planeta y la actuación egoísta de países y personas, el mundo podría pasar a un reforzamiento de los dispositivos globales y multilaterales y actuar con mayor solidaridad, por ejemplo, a través de la integración.
El trasfondo y la reacción a la pandemia en el contexto mundial deberían estar marcados por el ajuste del proceso de globalización desarrollado en el planeta durante tres décadas, para que no continuase soportado en un libre mercado caracterizado por la actuación especulativa y sin control del sistema financiero, que resultados muy malos tuvo en la distribución del ingreso y sí resultó en el agravamiento de las inequidades sociales. Lo aconsejable sería una reafirmación de un Estado de bienestar poskeynesiano, que, en el caso de las políticas de salud pública, les otorgue prioridad para enfrentar de manera preventiva las nuevas pandemias que le llegarán al planeta. Y es una oportunidad para conceder mucha mayor importancia y apoyo a la responsabilidad de sacar adelante los compromisos de la Agenda de Desarrollo Sostenible 2016-2030, contexto en que deberá tener especial relevancia el calentamiento global, uno de los factores principales de la degradación de las condiciones de vida en el planeta.
En el campo geopolítico, la pandemia pone en entredicho los débiles liderazgos mundiales de muchos países, donde han tenido lamentablemente más protagonismo los liderazgos no colaborativos y donde el hiperpresidencialismo ha aprovechado la coyuntura para debilitar los procedimientos democráticos y consolidar un mayor control de las instituciones. El caso más diciente es el del reciente Gobierno de Donald Trump en los Estados Unidos, que ve el multilateralismo como un juego de suma cero, donde lo que beneficia a otros países es perjudicial para el suyo; por consiguiente, ejerce un liderazgo con base en políticas de aislamiento, retiro de instancias internacionales y desconocimiento de reglas multilaterales. Así, se ha producido el marginamiento de Estados Unidos de las decisiones globales que debe tomar el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, el retiro de la Organización Mundial de la Salud (oms) y del Acuerdo de París sobre el calentamiento global, las críticas a la Corte Penal Internacional, la parálisis del accionar de la Organización Mundial del Comercio (omc) y el ataque de órganos de decisiones consensuadas como la Unión Europea.
Los recientes resultados de las elecciones estadounidenses permiten esperar que el nuevo Gobierno demócrata de Joe Biden vaya rectificando estas medidas equivocadas y posibilite en la pospandemia contar con la participación de los Estados Unidos en los distintos foros multilaterales, donde se habrán de tomar medidas globales, universales, para enfrentar los estragos que deja la pandemia. Parece conveniente la revisión de los instrumentos de gobernabilidad mundial, contexto en que varias organizaciones internacionales necesitan profundas reformas para adecuarse a las nuevas realidades del siglo xxi, y donde lo multilateral debería disponer de reglas de aplicación mundial en el enfrentamiento de la pandemia que eviten la ineficiencia de medidas fragmentadas o contradictorias de cada país.
Este reposicionamiento a favor del multilateralismo es fundamental para los procesos latinoamericanos de integración, por cuanto las reglas multilaterales como marco negociador de los acuerdos dan mayor seguridad y beneficios en comparación con el marco bilateral de negociación desde posiciones neoproteccionistas, como las del Gobierno saliente de Estados Unidos. Ojalá estos cambios de orientación de la política internacional contribuyan igualmente a detener la tendencia que venía adquiriendo fuerza en varios lugares: la de un neoproteccionismo que incitaría al cierre de
fronteras o a disminuir las medidas globales, regresando al aislamiento
de posiciones nacionales, algunas con características xenófobas.
Lo que sí parece evidente es que, en la pospandemia, se darán ajustes importantes en el campo productivo o, más específicamente, en la forma como venían operando los encadenamientos productivos en el mundo: mediante las cadenas globales de valor. La tendencia que seguramente se impondrá será la de acortar los encadenamientos buscando mayor proximidad, al decidir los países privilegiar producciones nacionales o estar más cerca de quien subcontrata la producción. Esto puede ser una oportunidad favorable para que en los procesos de integración se aproveche tal circunstancia y, por tanto, se incremente y desarrolle la utilización de cadenas de valor para la consolidación de mayores intercambios y relacionamientos productivos entre las empresas de los procesos de integración.