Impactos de la COVID-19 en el sistema internacional y en la integración regional. Alberto José Hurtado Briceño
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En consecuencia, es el Estado y no las empresas de salud privada quien encabeza las estrategias para enfrentar los avances de la covid-19 en los diversos segmentos de la sociedad y, con ello, comienza una nueva etapa en la coordinación de los intereses nacionales. El Estado encabeza un nuevo reto en diversas tareas de gobernanza. Pero su poder es insuficiente.
Estado, mercado y sociedad
Visto que el mercado desarrolla su propia lógica, direccionado por las fuerzas más poderosas, reivindicándose así la lógica darwinista que desfavorece a los más débiles, le corresponde al Estado, en alianza con la sociedad, establecer nuevas coordenadas para el desarrollo. Concierne a esta hacer sentir su presencia para que, como fuerza de presión, demande frutos de honestidad, empleo, ingreso, sistemas educativos y de salud, en pocas palabras, calidad de vida. Para que el arrastre sea recíproco, la sociedad debe de aportar su parte: no ser participe de corrupción, sino asumir tareas colectivas y de solidaridad, ahí donde sea necesario. Situarse en el escenario actual, donde los grandes problemas de desigualdad, contaminación y abatimiento del medio ambiente solo serán superados con un esfuerzo colectivo. Esto implica que la sociedad deje de ser un ente pasivo, que busca que todo se lo resuelvan desde afuera.
Joseph E. Stiglitz, en su libro El precio de la desigualdad, ha dedicado una buena parte a reflexionar el tema. Dice el premio Nobel en un apartado del capítulo 10 sobre el pacto social:
Mantener un tipo de sociedad y un tipo de gobierno que esté al servicio de todo el pueblo —que sea coherente con los principios de justicia, de juego limpio y de igualdad de oportunidades— no ocurre así como así. Alguien tiene que velar por ello, de lo contrario nuestro gobierno y nuestras instituciones acaban siendo captadas por intereses especiales. Como mínimo necesitamos unos poderes que hagan de contrapeso. Pero, nuestra sociedad y nuestro sistema de gobierno han acabado estropeándose. (Stiglitz, 2016, p. 347)
En este sentido, Ramonet (2020) es muy claro:
La gente busca también refugio y protección en el Estado que tras la pandemia podría regresar con fuerza en detrimento del mercado. En general el miedo colectivo cuanto más traumático, más aviva el deseo de Estado, de Autoridad de Orientación.
Como se sabe, el llamado “sueño americano” ha trastocado su esencia a partir de la emergencia de varios cambios internos en su estructura social y de gobierno, entre los cuales destacan que, en la competencia electoral, más allá de la tradicional contienda entre el partido Demócrata y el Republicano, la opción socialista de Bernie Sanders ya tiene un número importante de seguidores, lo cual es indicador de pluralidad ideológica de la sociedad estadounidense. Asimismo, amplios segmentos de la sociedad estadounidense, que antes se manifestaban en pequeños grupos para protestar por las acciones del Gobierno, ahora lo hacen por miles en las principales ciudades del país, como lo testimonian los eventos de los últimos años, ante las medidas antimigratorias de la Border Patrol y racistas de la policía. Es decir, la sociedad estadounidense vive un proceso de organización espontanea para enfrentar medidas autoritarias del Gobierno no compartidas.
Es necesario construir nuevos escenarios:
Para anticipar lo que puede (y debe) venir a continuación, hay que comenzar por comprender las necesidades actuales. Es evidente que muchas economías avanzadas necesitan una red de seguridad social más vigorosa, mejor coordinación, regulación más inteligente, gobierno más eficaz, una mejoría sustancial del sistema de salud pública y, en el caso de Estados Unidos, políticas de atención a la salud más confiables y equitativas. Casi nadie niega que los gobiernos tienen que asumir más responsabilidad y, al mismo tiempo, volverse más eficientes. Tampoco es aventurado suponer que la expansión del gasto, la regulación, la provisión de liquidez y otras intervenciones en la era de la pandemia se volverán hasta cierto punto permanentes (aunque en algún momento también deberá incluir un aumento de la tributación) […] en la trayectoria de imitación de China. Habría un fortalecimiento no solo del Estado, sino también de las instituciones democráticas y de mecanismos de participación política adecuados para el control y la rendición de cuentas de las acciones gubernamentales. (Acemoglu, 2020, p. 50)
Conclusiones
La caída del crecimiento económico en proceso, entorpecido por la covid-19, ha cuestionado la viabilidad de que el paradigma hasta hoy dominante cuente con los instrumentos necesarios para enfrentar una crisis, que en realidad augura una depresión. El neoliberalismo ha perdido fuerza en sus ideas y su praxis.
Nunca como hoy ha tenido tanta vigencia el pensamiento de Herbert Marshall Mcluhan en el sentido de que vivimos en una “aldea global”. No importan los nacionalismos y los intentos de medidas proteccionistas por parte de algunos gobiernos (Estados Unidos, en específico), la humanidad ha generado un cúmulo de problemas y necesidades que requieren la cooperación entre sí, como también la integración entre países. Los hechos se han venido sumando: sobrecalentamiento de la tierra por las emanaciones de gases de las empresas, acumulación de basura en la tierra y los océanos, desigualdad y pobreza ante la falta de empleos y bienestar, que en muchos casos termina por expresarse en violencia, robos e inseguridad social. En la actualidad, hay sorpresivos asaltos a la salud humana, por “ejércitos invisibles” como dice Harari (2016, p. 16), que tienen una interacción y comunicación, propia de la era las tecnologías de la información y la comunicación, la cuarta revolución industrial y la nanotecnología. Es decir, por más que el hombre se empeñe en establecer fronteras y muros, como es el caso de Trump, se reproducen entes que se traspasan a las personas, a las comunidades y los países, que destruyen mucho antes de que los hombres adviertan de su existencia. El caso dramático de la covid-19, en el cual personas contagiadas no lo sienten porque son “asintomáticas”, o cuando se está en un grupo portadores del virus, al individuo se le manifiesta hasta dos semanas después.
También son nuevos los fenómenos de la economía. La trayectoria cíclica de la economía —expresada en auges, recesiones, crisis, depresiones y recuperaciones— siempre fue explicada por los llamados datos duros expresados en crecimiento económico, generación de empleos, ingresos, capacidad de consumo de los individuos, las familias y las empresas, como también por los flujos del comercio internacional expresados en la balanza comercial. En este sentido, los países de Norteamérica atraviesan una coyuntura peculiar, Estados Unidos viene de una fase de 11 años ininterrumpidos de crecimiento, mientras que México no ha podido salir de un largo periodo de desaceleración y aletargamiento económico. En este caso, el binomio peculiar es la relación entre México y Estados Unidos. El 80 % de las exportaciones del primero tienen como destino el segundo. Así, en la lectura cíclica de la economía, las curvas de crecimiento de ambos países suelen mostrar la misma tendencia. Esto significa que, hoy en día, parte de la apuesta mexicana para recuperarse tiene que ver con la suerte de Estados Unidos y los efectos que pueda tener el t-mec, los cuales no podrían ser inmediatos, sino de mediano y largo plazo.
Sin embargo, ante los embates endógenos y exógenos, se necesita de algo más que las inercias positivas del ciclo económico aderezado por las fuerzas del mercado. Es menester investigar en los instrumentos de la economía keynesiana y poskeynesiana en un entorno en el cual la objetividad y la subjetividad caminan tomadas de la mano; es decir, en el que los hechos simbolizados en