Filosofía primera. Tratado de ucronía post-metafísica. Fabián Ludueña Romandini
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36. Puede entonces resultar comprensible que la antropotecnia no sea sino el nombre técnico para designar los complejos mecanismos ontológicos según los cuales un principium individuationis puede ser moldeado en la forma de una persona humana a partir de la horadación de su sustrato animal. La zoopolítica es apenas una tecnología finita para dar forma efímera a lo que resiste toda in-formación definitiva. El espectro testimonia, precisamente, del reverso de la zoopolítica que sólo al volverse espectropolítica puede captar la disyunción que atraviesa todo el fenómeno de la vida impidiendo su coincidencia consigo misma en una forma-de-vida.
37. No es necesario suponer ninguna teoría de la causalidad entre lo material y lo inmaterial o temáticas peregrinas como las relaciones entre el cuerpo y el alma que, desde la inveterada tradición cartesiana moderna, han llevado a la filosofía por caminos aporéticos. Al contrario, es preciso suponer que las llamadas “causalidades” entre las diferentes estructuras de lo real están sobredeterminadas por la acción fantasmal a distancia de los fractos entre sí, pues disyunción no significa incomunicación sino imposibilidad de armonía o de convergencia en lo Uno.
38. Si lo material no es más que lo inmaterial según una expresividad diferente, ambos dominios, no obstante, pueden distinguirse en cuanto a su percepción por parte de las singularidades vivientes y los seres hablantes como dominios para-ontológicos específicos. En ese sentido, lo inmaterial ejerce un influxus physicus que hace que su forma de expresión sea la hendidura en el cuerpo. La acosidad es también una forma de influxus spectrorum sobre los cuerpos y, de esta forma, la acasualidad de las relaciones entre los fractos es reemplazada por una dinámica de influxus cuya acción coincide con su existencia performática en el movimiento que, desde los fractos, configura la dinámica de lo real.
39. Los fractos y sus elementos inmateriales no tienen ni preformación ni génesis. En ese punto, pertenecen a lo Inmemorial del acosmos donde la noción de origen carece de sentido porque no existe, en la estructura del Ser, ni el tiempo ni el espacio. En cambio, todos los dis-versos materiales tienen su aparición como expresión de la fractualidad como materia o universos perceptibles aunque no estén formados de un substratum material en la acepción del término que signifique necesariamente una percepción sensible.
40. La pluralidad de mundos y su dinámica para-ontológica así como el abismo de la Disyunción en el Ser pertenecen como objetos de estudio a la filosofía primera. La naturaleza de nuestro universo en particular puede ser también objeto, en cambio, no sólo de la filosofía sino de la ciencia física (y saberes aliados) con sus respectivas hipótesis regionales.
41. Una vez la fractualidad expresada en la materia o en las formas pensantes del acosmos, del que la noción de Noûs separado puede ser un ejemplo, no existe jerarquía entre materia y supra-materia pues la expresión no es génesis sino desdoblamiento del Ser en exceso de sí mismo. Un advenimiento en el propio núcleo disyunto del Ser que expande su expresión sin necesidad de crear algo distinto de sí mismo pues todos los posibles son, al mismo tiempo, actuales eternos en el Ser (incluido el nihil). Por eso, sostener que la materia es creada es simplemente una figura de discurso para dar cuenta de nuestras posibilidades de percibir un mundo actualizado particular. Desde el punto de vista del acomos, sólo existe desvelamiento u ocultación de la perennidad del Ser. La disyunción permite, justamente, la dinámica de esa expresividad. Esta última no es equivalente a la metafísica de la presencia pues la para-ontología de la expresión se distancia decididamente de la mostración óntico-ontológica clásica.
42. El Amor no puede existir en el acosmos sino como muerte mundana y trans-mundaneidad de expresión debido a que, entre dos seres parlantes (o más), la función amorosa es de carácter biyectivo (o pluriyectivo), vale decir, se cumplen las reglas de la inyectividad y la sobreyectividad en un plano para-ontológico. Así, cuando un ser parlante busca la identidad con el Otro sólo puede encontrar la diferencia. Salvo que la diferencia es disyuntiva y el lazo confluye en la disolución de las subjetividades que se encuentran en la afluencia de una muerte en un mundo específico.
43. La voluptuosidad según los términos definidos previamente (Ludueña Romandini, 2018: 148-151) resulta el único modo de espectralizar la finitud en incorporal que, aunque inalcanzable per se, es pasible de experiencia ultra-sensible.
44. De esta manera, las únicas dos constantes que existen en la pluralidad de mundos que constituyen la expresión de los fractos son el Amor y la Inmortalidad. La primera constante tiende al polo de la disolución en un mundo específico. La segunda constante actúa como una suerte de razonamiento diagonal de Cantor poniendo en evidencia una multiplicación de mundos con diferentes tipos de infinitos que tienden a una cadena que no puede ser cerrada y se basa en un creciente poder aumentativo de expresividad. Sin la primera constante, no se conocería la finitud. Sin la segunda, no podría accederse a la finitud de la finitud.
45. En el dis-verso no existe, desde el punto de vista para-ontológico, un ente simpliciter, es decir, sin cualificación. La disyunción califica todo cuento existe y, por tanto, lo pone en lazo circunstancial con los fractos que lo determinan. La determinación es siempre contingente y no oclusiva siendo así el límite para-metafísico del nihilismo que recorre el dis-verso apoyándose en las capacidades de disolución de Omega. De allí que el proyecto póstumo presente una deficiencia estructural que pone al descubierto una inconsistencia para-ontológico-política que, tarde o temprano, hará falaz la ambición de los sectarios del Anti-Número.
46. Por la misma razón, el secundum quid adquiere en el dis-verso una pregnancia decisiva porque nada puede existir si no es bajo este modo. Todo ente es a partir de los fractos que lo determinan, secundum quid. De allí que no existen esencias y son precisamente las antes llamadas funciones secundarias las que pueden tornarse determinantes según el punto de vista que se adopte. Y la noción misma de punto de vista puede tornarse una ilusión en un contexto semejante. De allí que el recurrir al concepto de principium individuationis no consiste en aferrarse postliminio a una noción desterrada sino que, al contrario, se trata de conferirle un nuevo sentido al único modo de convergencia posible en un punto del dis-verso que se define por las miríadas de rasgos secundarios que nunca pueden articular una esencia, o una vida aferrable, o una biografía, o un eterno retorno o tan siquiera un Nachleben que asegure una identidad que ya no esté rasgada hacia el camino de su desfiguración para-ontológica.
47. El trascendentalismo inmanente que la teoría de los fractos configura en el Ser no admite la necesariedad (pero sí la contingencia) de los tres grandes principios metafísicos: no contradicción, razón suficiente y antropismo tal y como ha sido oportunamente estudiado para la pluralidad de los mundos posibles (Ludueña Romandini, 2020: 41). Un fracto admite que, su campo, A y no-A puedan tener lugar (esta es, precisamente, la ilogicidad del espectro); ningún elemento se fundamenta en un fracto como sustrato sino que se alberga en él como insistente y, finalmente, nada en la estructura de los fractos se orienta, a priori, a los fines de la justificación metafísica del ánthropos.
48. Una idea, un demon, un espectro son entidades que guardan un parentesco de familia aunque puedan distinguirse teóricamente entre sí. Un espectro es la archi-huella acosante de la disyunción, un demon es la potencia efluxiva de los fractos en el momento de su expresión y una idea es la materialización del ánimo pensante que es capacidad de todo fracto. Las ideas pueden eventualmente agruparse en diversos Noûs de diferentes mundos posibles pero estos últimos no son más que conjuntos contingentes asociados por la circunstancia de un universo particular. Las ideas, en cuanto tales, surgen y se disgregan en una dinámica permanente que resulta propia del campo de los fractos.
49. La corporalidad que tiene lugar como fenómeno, por ejemplo, de la condición de los seres parlantes del universo posible donde se encuentra Gaia, es la inmaterialización expresiva de un fracto según la forma de un empirismo provisorio. El cuerpo es empírico en cuanto