Libia y Túnez. Mónica Flórez Cáceres

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Libia y Túnez - Mónica Flórez Cáceres Ciencias políticas

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decretadas desde el estallido de la revolución, las autoridades estuviesen abusando del poder (Amnistía Internacional, 2016).

      Este alzamiento contagió rápidamente a su vecino: Libia, un caso que con el paso del tiempo ha llamado más la atención de la opinión pública mundial, por la profundización de la guerra civil que enfrenta a dos gobiernos —esencialmente— por el control total del país, a lo que se suma la presencia de grupos terroristas y la intervención de intereses de potencias regionales y extrarregionales que tienen colapsado al rico país petrolero.

      Así, Libia, en contraste con los logros de Túnez, no ha mostrado los más mínimos avances en la construcción de un régimen que proteja los derechos humanos y los principios democráticos básicos; todo lo contario, la persistencia de la polarización política, la violencia como herramienta primaria y, como se anotaba, la incidencia del terrorismo islámico ha marcado el proceso de reconstrucción de este país como un Estado viable, asunto que es el centro gravitacional del presente libro.

      Así, se tiene que los gobiernos de transición ideados desde la caída del régimen de Gadafi, el Gobierno del Acuerdo Nacional, liderado por Fayez el Serraj, y el Gobierno de facto que busca legitimar el general Haftar, han sido incapaces de controlar la proliferación de grupos milicianos anti-Gadafi y pro-Gadafi, quienes cometen graves crímenes que quedan en la impunidad. De esta manera, el país se ha sumergido en una profunda división, y desde 2014 se ha desarrollado este nuevo conflicto armado que preocupa a la Unión Europea y a los vecinos del país magrebí (Amnistía Internacional, 2016).

      Entonces, aunque Túnez y Libia son países que difieren incluso en las características de su territorio, comparten rasgos históricos que han marcado la construcción de sus sociedades. Específicamente, el proceso de la revolución y caída de los regímenes tradicionales en ambos países ha establecido un punto de partida que permite observar qué factores intervinieron para que Túnez fuese un caso de éxito moderado y Libia esté sumida en un conflicto armado que colapsó a uno de los países más ricos del norte de África, asuntos que se desarrollan a lo largo del texto.

      Estos países comparten una frontera de 495 kilómetros que, como lo como lo infieren Andrés Molano-Rojas y Felipe Zarama (2016), puede convertirse en un foco de tensión y conflicto dependiendo de cuanto suceda con el país vecino. Así, tal y como en un inicio las manifestaciones y los ánimos revolucionarios siguieron la ruta Túnez-Libia, hoy es este último el que amenaza con exportar, a través de esta frontera, la inestabilidad propia del conflicto armado interno y de la presencia de grupos terroristas:

      La vecina Libia se encuentra inmersa en un terrible caos de dramáticos niveles de violencia que han puesto al país en jaque y al borde del colapso. El aniquilamiento, cuasi literal, de las estructuras estatales pueden tener consecuencias aún peores que algunas de las ya producidas, como los ingentes arsenales del régimen de Gaddafi “liberados” y dispersos por toda la región del Sáhara y el Sahel, o la tierra de yihad en que se ha convertido el país. Y es que el conflicto amenaza con desbordar definitivamente sus fronteras y virar su violencia hacia el oeste, incrementando el número de ataques y atentados, subiendo su intensidad, letalidad e impacto, y/o abriendo en Túnez un nuevo frente de guerra. (Bueno, 2015, s. p.)

      Así, la construcción de una estructura estatal fuerte que haga frente a los errores del pasado y los retos del futuro será decisiva para la estabilización de Túnez y Libia. Teniendo ello claro, las misiones de la Organización del Tratado del Atlántico Norte y la Organización de Naciones Unidas buscaron establecer un gobierno de transición conforme a los principios democráticos que buscan instaurar en el sistema internacional. Empero, la presencia de grupos armados y la polarización dentro del país han dificultado esta tarea.

      De hecho, el panorama del país se muestra cada vez más complicado: la existencia de dos poderes ejecutivos, uno en Trípoli y otro en Tobruk, más los resultados de las elecciones de 2012 (que dieron como resultado una mayoría parlamentaria para los Hermanos Musulmanes y otras facciones islamistas, que se negaron a entregar el poder en las elecciones de 2014), han tornado el escenario aún más complejo (Iriarte, 2018). Asimismo, las avanzadas militares por parte de ambos gobiernos, la intervención de la Unión Europea con un bloqueo en el mar Mediterráneo y la prolongación de la confrontación entre varias milicias no permiten confiar plenamente en las negociaciones que, al cierre de la edición de este libro, se estaban adelantando entre los líderes de los dos gobiernos.

      Por su parte, Túnez ha mostrado un avance más significativo, como lo ha sido, por ejemplo, la aprobación de una Constitución que busca establecer mecanismos de protección de derechos fundamentales. Esta “ha sido alabada por diplomáticos occidentales y árabes como la más ‘progresista’ del mundo árabe” (Messara, 2014). Sin embargo, la construcción de una cultura democrática basada en el Estado de derecho es un camino largo y difícil en el que Túnez solo ha dado algunos pasos, significativos, pero no definitivos para asumir la transición como un éxito total, más cuando los grupos extremistas islámicos amenazan el modelo que se pretende implementar y la polarización interna frena los avances en la materialización de los principios de la Constitución de 2014.

      Así, aun cuando el conjunto de manifestaciones enmarcadas en la Primavera Árabe y las guerras civiles de allí derivadas han tenido un lugar protagónico en el análisis periodístico y académico del mundo entero, la reconstrucción de la sociedad, la institucionalidad y la comparación de factores de éxito y fracaso de casos puntuales han tenido una escasa atención en la literatura latinoamericana.

      Por ello, y teniendo en cuenta este contexto de gran complejidad, este libro realiza un estudio comparado sobre la construcción del Estado de derecho en Túnez y Libia, después de las revueltas de la Primavera Árabe, teniendo a Túnez como un caso de éxito moderado y a Libia como uno de los países que aún no ha logrado establecer un sistema viable. Se parte del hecho de que ambos tienen en común condiciones históricas y estructuras de antaño similares, por lo que resulta de interés conocer de qué manera las variables estudiadas —intervencionismo extranjero, terrorismo y polarización política interna— son decisivas para la diferencia de resultados. Todo el estudio se planteó desde el enfoque del constructivismo, así como desde la conceptualización de elementos esenciales para entender las bases de la construcción de un Estado de derecho, la transición hacia la democracia y una revisión histórica reciente del proceso de ambos países.

      La razón para estudiar estos dos países se halla en un análisis preliminar, en el cual se evaluaron aspectos como los mencionados: historias compartidas, como haber sido colonias, después ser regidos por gobiernos autoritarios y ser parte de un espacio energético-geoestratégico para actores de relevancia internacional como Estados Unidos, la Unión Europea, Rusia y otros actores regionales.

      A ello se suma que la Revolución de los Jazmines marcó el precedente de las revueltas sociales y políticas en la región del MENA, y uno de los primeros contagiados por la ola fue Libia, por lo que se encuentra interesante entender las dinámicas que han determinado los cambios de gobierno en los dos países vecinos. Todo ello, en términos generales, sienta un precedente de interés para conocer qué pasó y qué pasa actualmente allí, y cuáles han sido esos factores diferenciadores que hoy tienen sumida a Libia en una profunda crisis, y a Túnez, en lo que parece ser una tensa calma, un caso alabado por la comunidad internacional que sigue enfrentando retos internos, como el desempleo y todas aquellas amenazas que se manifiestan en la frontera porosa que comparte con la conflictiva Libia.

      Los conflictos en algunos países de África subsahariana, por ejemplo, no resultan tan llamativos por su impacto geopolítico o geoeconómico regional o internacional, aunque incluso desde esa condición resultan temas de estudio tremendamente relevantes e interesantes. Sin embargo, en zonas como la del Magreb, cualquier movimiento resulta trascendental no solo para la región misma, sino para sus vecinos europeos, para el Medio Oriente, para algunos países de Asia y, por supuesto, para Estados Unidos que ubica sus intereses en diferentes

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