Qué carajo es emprender. Laura Chamorro
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¿Qué hubiera pasado si él se hubiese quedado llorando porque no podía hacer lo que disfrutaba? Con la vida emprendedora suele pasar eso.
Yo arranqué a emprender desde muy chica, pero claro, antes no se llamaba así, eso era ser comerciante o busca. Yo creo que adoptamos el término emprendedor porque las palabras, antes mencionadas, tenían mala prensa.
Siempre que decidís tener tu propio negocio, es difícil. Hacerlo rentable, ni te cuento.
Pero, ¿sabés qué? El componente romántico de la vida emprendedora, es que, se supone, uno debería hacer solo lo que le gusta y ahí es donde yo me enojo mucho.
Emprenderás con el sudor de tu frente.
Claro que en mi caso, renunciar y dedicarme a vender accesorios para bebés era algo que disfrutaba y encima me permitía tener ingresos, pero en algún momento y por errores que cometí e iremos viendo con el paso de las páginas, eso dejó de ser así. Yo lo seguía disfrutando, pero ya no era rentable. Ya no podía vivir de lo que amaba.
Ser emprendedor es aprender a ponerle valor a tus horas, entender que hay un otro dispuesto a pagar por eso que vos ofrecés, es aprender de finanzas, de trámites, de proveedores, de programas de diseño y mil cosas más. ¿Y todo eso se disfruta, Lau? ¡Claro que no!... Y quien dice lo contrario, MIENTE. Todos los trabajos tienen cosas que no disfrutamos, la vida está llena de esos momentos.
Si la vida fuera perfecta, este libro no existiría.
Emprender entonces es, en parte, hacer lo que te gusta, pero abrazando aquello que detestás, porque te ayuda a cumplir tu meta. ¿Me gusta ir al banco? ¡NO! Lo detesto, pero tengo que hacerlo.
Emprender es que eso que amás y te lleva mil horas al día, te deje PLATA. Si eso no pasa, entonces es un hobbie. ¿Está mal? No, claro, quizás ya tenés otra fuente de ingreso que te permite vivir tranquilo y podés darte el lujo de hacer cosas solo por el placer de hacerlas.
Ser empresario también tiene mala prensa, en Argentina al menos, si decís empresario es casi como decir “soy ESTAFADOR”. Grandes empresas se siguen nombrando PYME, porque tienen un nivel más alto de ingresos que un emprendedor, pero bastante mejor reputación que una empresa.
ESTAR PYME, sin embargo, es eso… un estado, donde luego, dependiendo de tu equipo y de las buenas o malas decisiones que tomes, podrás seguir creciendo, quedarte ahí para siempre o FUNDIRTE.
Con un trabajo en relación de dependencia no creas que pasa algo muy distinto, podés ser un empleado en el mismo puesto siempre, podés crecer hasta llegar al puesto más alto o que te despidan a los 2 días, lo que sucede es que, en líneas generales, se supone que tener un recibo de sueldo y un horario fijo nos da cierta sensación de seguridad. En realidad es solo eso, una sensación, porque para el empleado la continuidad laboral está en manos de otro, día a día.
Creo que nos enseñaron de modo inconsciente quizás, que para ganar plata hay que SUFRIR. Es bíblico “lo ganarás con el sudor de tu frente”. Entonces, por contraposición, si disfrutás de lo que hacés no es un trabajo SERIO. Es más, para algunos ni siquiera será un trabajo.
Cuando yo renuncié a mi puesto SEGURO, para vender accesorios para bebés, muchos creían que estaba LOCA (igual sí, pero por otras razones), “¡Sos la jefa!” Me decían. “¡Es seguro…!”. “Tenés 21 días de vacaciones” y mil cosas más.
Es durísimo atravesar la mirada del otro, sus opiniones, sus mandatos, desaprender lo aprendido y animarse a sacarle las rueditas a la bicicleta.
Emprender es incertidumbre pura, es barajar y dar de nuevo mil veces, hasta que podés ganar una partida, que tampoco te asegura ganar el juego.
Y si de algo estoy convencida, amigos míos, es que para emprender hay que ser KAMIKAZE.
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Capítulo 2
Emprendedor, ¿se nace o se hace?
“El emprendimiento no es ni ciencia ni arte, es una práctica.”
Peter Drucker
Esta pregunta se la hacen muchos de los que aún no se animan a emprender, pensando que, quizás, a ellos no les vino ese ADN en su composición genética. También te la hacés cuando arrancás y todo sale mal, “¿será esto para mí?”, “¿será que yo no nací para emprender?” Claro que emprender no es para todo el mundo, eso sería casi tan absurdo como afirmar que a todo el mundo le gusta el chocolate. Pero pese a que me costó mucho entender cómo a alguien podría no gustarle algo tan rico, nació Genaro, mi sobrino, y me enseñó, que el chocolate no le gusta a todo el mundo, a él por ejemplo, no le gusta…
Entonces, emprender puede ser muy lindo, pero puede no ser para todos. Sin embargo, saber si uno nace o se hace emprendedor, es algo que a menudo nos preguntamos.
Yo nunca lo había hecho, hasta que hace unos años, estaba llegando a la primera charla que daría frente a emprendedores y unos minutos antes, sentí esa curiosidad. Antes de llegar al evento le envié un WhatsApp a mi amigo Carlos Luna, experto en emprendimiento e innovación: “Amigo… Emprendedor, ¿se nace o se hace?”. Y él me explico mucho de lo que voy a contarles.
La genética no determina la capacidad emprendedora, tampoco la geografía. Lo que determina la capacidad emprendedora es la cultura donde estás inmerso, es el conjunto de conocimientos, comportamientos y competencias que desarrollaste a lo largo de toda tu vida.
Esto quiere decir que podés nacer con algunas cualidades y capacidades personales que ayuden a que te conviertas en un emprendedor, pero no necesariamente tenés que tenerlas. Es muy probable que, si te lo propones, “aprendas a emprender”.
¿Qué condimentos deberíamos tener para poder aprender a emprender? Anthony Tjan, coautor del best seller del New York Times, Heart, Smarts, Guts, and Luck (Corazón, Inteligencia, Agallas y Suerte), explicó parte de su investigación, realizada para ese libro, en un artículo publicado en la revista del Harvard Business School, donde resaltó que de la encuesta realizada a muchos emprendedores exitosos, la mayoría coincidió en que para lograr el éxito en sus negocios había cuatro pilares que eran la base de todo emprendimiento: el corazón, la inteligencia, las agallas y la suerte (digamos que en este último pilar estoy bastante complicada, pues ¡BENDITA mi suerte!).
El corazón es el punto de partida de todo emprendimiento. Es el deseo y la pasión por ir tras eso que amamos construir hasta conseguirlo. La inteligencia es el razonar cómo llevar adelante el proyecto que deseás y usar las mejores herramientas para lograrlo. Pero, nada de todo esto funciona si no tenés las agallas y la fuerza, suficientes.
Las agallas son las que pueden frenar o encaminar un proyecto emprendedor, ya que se necesita mucho coraje para emprender algo nuevo y existen mil motivos que pueden detenerte en el camino. Por eso, si tenés el coraje necesario, se supone que vas a poder perseverar aún cuando las cosas se vayan poniendo difíciles o salgan exactamente al revés de lo que esperabas.
Pero