Nuestro poder infinito. Ronna Herman Vezane
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Enviar energía a otra persona que necesite transmutar energía negativa creada o recibida de alguien más.
Cómo usar la llama violeta
El empleo de la llama violeta requiere intención. Como punto de partida, sigue estos pasos. Una vez te sientas cómodo con el proceso, es muy probable que lo adaptes a tu forma de ser, o mejor aún, a cada situación individual.
Determina qué quieres hacer.
Asegúrate de que pasa la prueba del «radar del corazón» y ratificas que es una elección espiritual positiva.
Asegúrate de que sea benéfico, útil y necesario.
Elige al destinatario, seas tú, otra persona o situación.
Emplea los sentidos espirituales para anteponer la persona o situación a tu conocimiento de la forma más cómoda para ti. O bien utiliza la visualización, y atiende a las palabras que escuches mientras describes mentalmente la situación y lo que quieres hacer, o bien escucha a tu fuero interno para conocer tu intención y lo que deseas hacer.
Visualiza o pon tu intención en la llama violeta mientras atraviesa a la persona o situación.
Conserva esta intención hasta que sientas espiritualmente que el trabajo ha concluido, lo cual a menudo se percibe como una sensación de finalización, una sensación de que has hecho suficiente.
Hay otras formas de emplear la llama violeta que veremos en otra sección del libro, donde introduciremos el concepto de creación de un espacio espiritual en forma de pirámide espiritual en la que es posible realizar parte de nuestra labor espiritual. Este proceso servirá para que te inicies y te sientas cómodo aplicándolo mucho antes de llegar a esa sección del libro.
Eliminación del miedo y los juicios de valor
El miedo y los juicios de valor crean serias limitaciones espirituales. Ambos son emociones negativas que emanan del ego y ambos son barreras negativas que nos alejan de nuestro verdadero Yo espiritual. Ninguna de estas emociones negativas puede existir en presencia del amor, que es el estado natural del alma. Superar el miedo y los juicios de valor forma parte esencial de nuestro crecimiento espiritual.
Miedo
Examinemos primero el miedo. Por razones de claridad, no estamos hablando de la reacción del cuerpo que experimentas cuando, por ejemplo, te persigue un gran carnívoro dispuesto a devorarte. Ese miedo no es realmente miedo; es una singular forma de angustia, un estado aumentado de conciencia y una acción que es una reacción física a la adrenalina. Se ha «integrado» en nuestros cuerpos físicos a lo largo de cientos de miles de años de vida física y peligros asociados. El miedo del que hablamos aquí es un miedo emocional, creado por tus ideas y sentimientos.
Todos perdemos el miedo en cierto punto de nuestro progreso espiritual, porque aprendemos a vivir en nuestro verdadero estado espiritual de amor, y dicha perspectiva nos permite vivir sin generar miedo. Cuando gozas de una perspectiva superior que emana del amor, eres más capaz de comprender la verdadera naturaleza de la realidad, asumes la verdad de que generamos la mayor parte del miedo que sentimos, y que realmente no hay nada que temer en la mayoría de las circunstancias de nuestras vidas cotidianas.
Aunque existen diversos enfoques, debido a las limitaciones de este libro te ofrecemos solo un método de base espiritual para gestionar el miedo y aprender a reducir o eliminar su impacto en la vida. En gran parte se basa en superar el ego, que es un tema que introdujimos en el libro Espiritualidad unificada del Creador. Abordaremos este tema más adelante. La sección siguiente presenta un proceso que queremos que pruebes la próxima vez que experimentes este tipo de miedo en tu vida, y una vez que estés familiarizado con él, podrás aplicarlo rápidamente al miedo en prácticamente cualquier situación. Te ayudará sobre todo a eliminar el impacto del miedo en tu vida cotidiana.
Gestión del miedo
En este punto, lo más probable es que el miedo siga formando parte de tu vida. Cuando sientas miedo, lo importante es no luchar contra él, sino aprender a aceptar su presencia. Al hacer esto, aprendes a sentir miedo y a actuar pese a él. Prueba este proceso:
La próxima vez que sientas miedo, para un instante y exteriorízalo. Exponlo a la luz de tu conciencia, es decir, reconoce que tienes miedo. Probablemente sea lo opuesto a lo que has hecho antes. Recuerda: en el concepto de «miedo» no incluimos las respuestas fruto de la adrenalina que libera tu cuerpo físico en momentos de peligro físico real. Si te ves en una situación así, acuérdate de mantener la calma y emprende las acciones necesarias para superar la situación de la mejor forma posible en ese momento.
Una vez reconozcas que tienes miedo («Sí, ¡tengo miedo!»), dite a ti mismo que nada malo hay para tu ego por sentirlo. Es de esperar que tu ego se sienta así.
Dite a ti mismo que tu alma no tiene miedo y no siente miedo.
Haciendo uso de la intención, que el alma se ponga al mando de tus acciones, y dite a ti mismo que tu alma puede asumir la acción, aunque tu ego sea presa del miedo.
Dite a ti mismo «soy alma, soy amor» y, sabedor de que puedes hacer lo que es necesario hacer, hazlo, aquí y ahora.
Esto puede parecer laborioso, y seguramente este proceso mental resulte un tanto extraño las primeras veces, aunque con un poco de perseverancia descubrirás lo rápido que te acostumbras él y, lo más importante, la consecución de estos pasos te demostrará que puedes librarte de cualquier miedo que haya hecho presa en tu ego. Aprenderás a sentir el miedo y a hacer lo que tengas que hacer pese a él, al menos al principio. Pasado un tiempo, serás consciente de que no sientes el miedo como antes y que ya no necesitas seguir pendiente de él. Por último, te harás consciente de que eres funcionalmente intrépido.
Pasemos ahora a los juicios de valor.
Juicios de valor
A los juicios de valor se llega asumiendo conclusiones, a menudo erróneas, sobre las ideas y acciones de los demás. Eso sucede porque nuestros juicios se basan por lo general en información incompleta y en una perspectiva limitada. No es lo mismo que disentir con el punto de vista de otra persona; cuando emitimos un juicio, llenamos las lagunas de información con lo que creemos. Y esa información a menudo es errónea.
Cuando emitimos un juicio de valor, basamos nuestra aceptación o rechazo de la persona o de sus ideas, emociones, acciones o ideología en lo que creemos ser cierto, en vez de en lo que tal vez sea cierto. Estamos en esencia aceptando o rechazando a una persona basándonos exclusivamente en nuestras propias ideas, en vez de en el reconocimiento de los méritos reales de esa persona como ser espiritual. Queda claro que los juicios de valor proceden del ego y no del espíritu.
Los efectos negativos de los juicios de valor
La emisión de un juicio de valor que emana del ego tiene una variedad de consecuencias negativas. Algunas de ellas son:
Crear karma negativo al proyectar tu propia energía negativa sobre otra persona.
Bajar la frecuencia de tu campo energético