En las fuentes inalterables de la alegría. Omraam Mikhaël Aïvanhov
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Todos conocerán el sufrimiento, es inevitable; pero el malvado que sufre obstinándose en su maldad, pierde algo; mientras que el hombre de bien que sufre manteniéndose en el buen camino, se enriquece. Observad el rostro de los celosos y de los envidiosos: sus frustraciones se graban en él en forma de rasgos sombríos, inciertos, tensos. Y ahora observad a aquellos que se han sacrificado y han sufrido por grandes causas: aunque no hayan sido comprendidos, las pruebas les han ennoblecido, embellecido; han descubierto en ellos mundos nuevos, han adquirido la verdadera fuerza.
Existen unas leyes inmutables que rigen el universo creado por Dios, así como su funcionamiento y su evolución. Y el ser humano forma parte de este universo. Si viola las leyes, choca con las potencias cósmicas y recibe golpes.14 Entonces, es verdad, se puede decir, en cierto modo, que Dios les castiga. Y si realiza esfuerzos para comprender cada vez mejor y respetar estas leyes, las dificultades con las que tropieza también le hacen sufrir; pero estos sufrimientos que se hallan naturalmente en el camino de la evolución participan en su buen desarrollo. Por esto se puede decir igualmente que Dios hace sufrir a los justos, porque les ama. Es su amor el que desea su crecimiento, su desarrollo. Este amor forma parte de las leyes cósmicas.
Sólo corresponde al hombre elegir la forma de sufrimiento que juzgue más beneficiosa para él. Evitarlo jamás debe ser un objetivo, porque le obliga a progresar y siempre se deben hacer progresos. Si es cierto que sufrir puede volver a la gente perversa, no sufrir también. Aquél que nunca ha sufrido él mismo, difícilmente logrará comprender el sufrimiento de los demás y puede mostrarse impaciente y cruel con ellos. La sensación abre las puertas para la reflexión, y ciertas sensaciones dolorosas nos impulsan a acercamos cada vez más a lo esencial. En realidad, el sufrimiento es un aguijón: no sólo nos vuelve a poner sobre el camino recto si nos extraviamos, sino que nos obliga a ir cada vez más lejos y más alto.
El Maestro Peter Deunov decía: “¿Cuando llega la hora de lavar nuestra camisa, debemos ponemos a llorar?... ¿Cuando llega la hora de plantar las semillas en la tierra, debemos ponemos a llorar?... ¿Cuando llega la hora de moler el trigo, debemos ponemos a llorar?...” Lavar la camisa, plantar las semillas en la tierra, moler el trigo corresponden a actividades de la vida espiritual. ¿Cuales? Lavar nuestra camisa significa purificarnos. Plantar las semillas en la tierra, significa introducir buenos pensamientos y buenos sentimientos en nuestra cabeza y en nuestro corazón, así como en la cabeza y en el corazón de los demás; moler el trigo significa preparar el pan de vida. Estas tres actividades van acompañadas de ciertos sufrimientos, pero ¡son sufrimientos tan saludables! Son sufrimientos divinos, soportados conscientemente, que impregnan todo lo que podemos vivir después con belleza, perfumes y sabores.
12 Navidad y el misterio del nacimiento del Cristo, Folleto n° 321.
13 El egregor de la Paloma o el reino de la paz, Col. Izvor n° 208, cap. I: “Para una mejor comprensión de la paz”.
14 Las leyes de la moral cósmica, Obras completas, t. 12, cap. VII: “Leyes de la naturaleza y leyes morales”.
IV
BUSCAR EN SÍ MISMO LAS RESPUESTAS DE DIOS
¿Por qué tantos creyentes pierden la fe? Porque la mayoría de las veces no les ayuda durante las pruebas. Los dogmas de la religión que les inculcaron para que las aceptaran ciegamente no les proporcionan ningún socorro; entonces, poco a poco, su fe se convierte semejante a un vestido que se deshilacha. Por mucho que les digan que hallarán las respuestas en la religión, se sienten perdidos, en el vacío.15 Y es inútil intentar persuadirles de lo contrario de lo que sienten: contra la sensación no hay ningún argumento que se sostenga.
Varias veces durante su existencia, los humanos deben soportar pruebas que les obligan a plantearse las únicas preguntas verdaderamente importantes sobre el sentido de su vida. Y en ese momento, incluso aunque se vuelvan sinceramente hacia la religión, notan que a menudo las respuestas que reciben son insuficientes, ridículas o incluso monstruosas. Un padre y una madre ven morir a su hijo y se preguntan: “¿Pero por qué? ¿Por qué?...” ¿Qué consuelo pueden hallar en las palabras de alguien que les responda: “Es la voluntad de Dios”? ¿Era la voluntad de Dios que su hijo estuviera enfermo y muriese?... ¿Acaso es Dios quien quiso que una noche, después de haber bebido demasiado con unos amigos, se matará en un accidente de carretera?... ¿Acaso es Dios quien quiso que se drogara o se suicidara?...
Es necesario ahora dar a los humanos el verdadero saber, el saber iniciático, porque sino, hagan lo que hagan, la palabra “religión” dejará incluso de tener sentido para ellos. Además, ya se ve: cada vez más son los médicos, las enfermeras, los psicólogos y los psicoanalistas, y no los sacerdotes y los pastores quienes ayudan a la gente a soportar las pruebas de la existencia.
También puede suceder que, hundidos por el sufrimiento, algunos seres se sumerjan tan profundamente dentro de sí mismos que es allí, en su interior, donde encuentren las respuestas. No es la religión quien les ayuda, no es la fe quien les ayuda, sino que encuentran en su interior una fe a causa de la experiencia que están viviendo. Porque la verdad es que Dios ha puesto en el ser humano todas las respuestas a las cuestiones que se plantea, todos los recursos que necesita para enfrentarse a las pruebas de la vida. Tanteando puede terminar encontrándolas e incluso las encuentra con mayor certeza que en las palabras estereotipadas de los religiosos.
Evidentemente, en el momento en que sufren es cuando los humanos se plantean más cuestiones sobre Dios, su existencia y su voluntad. Y sobre todo: “¿Vendrá a socorrerme?” Pero no reciben respuestas, ¿por qué? Porque se plantean esta cuestión como si Dios fuera un Ser totalmente externo a ellos. Cuando comprendan que Dios habita en ellos, si a través de todas las pruebas persisten en unirse a este Dios en ellos, entonces sí, sentirán que Él les dirige, les ilumina, les sostiene.
El ser que sufre se siente a menudo muy solo, abandonado por todos. Entonces, ¿por qué debe perder además, por negligencia y por ignorancia, la única ayuda, el único consuelo verdadero que puede recibir? Esta ayuda, este consuelo se encuentran en la presencia de Dios en él. Y cuando reza, no sólo se dirige al Creador del cielo y de la tierra, a este Ser tan alejado de él que ni siquiera logra imaginar, sino a un poder que habita en él y con el que nunca más podrá perder el contacto.16
Es comprensible que en su desamparo hombres y mujeres pregunten a religiosos, médicos, psicólogos, e incluso que sientan necesidad de acudir a contar sus problemas a la radio o a la televisión. Las respuestas que recibirán dependen de la calidad de aquellos a quienes interrogan. Pero lo que deben saber, es que las verdaderas respuestas están en ellos y esperan ser halladas. Así pues, aunque continúen preguntando a los demás, si esto puede hacerles bien, que se esfuercen en buscar ellos mismos, en su alma, en su espíritu; porque las verdaderas respuestas sólo las obtendrán sabiendo preguntar a su Dios interior.
En realidad, recibís respuestas a todas vuestras preguntas, a todas vuestras oraciones. Si no las oís, es debido al espesor de los muros con los que os habéis rodeado alimentando pensamientos, sentimientos, deseos y actos que no estaban inspirados por el amor, la sabiduría y la verdad. Pero comenzad derribando estos muros y obtendréis respuestas. Y a veces incluso las recibiréis antes de haber formulado la pregunta.17
Lo que os digo, podéis comprobarlo del siguiente modo. Plantead el problema a este Ser en vosotros que lo sabe todo: vuestro Yo superior, que es un representante de Dios mismo, y preguntadle con una total sinceridad y una total confianza; después de haber hecho la pregunta, olvidadla... La respuesta vendrá