Actuel Marx 28.. Группа авторов
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La extensión geográfica del campo de la producción mercantil puede igualmente retardar los momentos de la crisis. El desdoblamiento en veinte años de la fuerza de trabajo disponible en el mercado mundial del trabajo significa también a la vez un aumento del capital variable (una baja relativa de la composición orgánica global) y un aumento del grado de explotación (de la vulnerabilidad social de una mano de obra a menudo desprovista de derechos laborales y de protecciones sociales). Ambos factores son susceptibles de frenar la caída de la tasa de ganancia, ver en este sentido su restablecimiento temporalmente.
Estas respuestas del capital a la erosión tendencial de la tasa de ganancia, señala Daniel Bensaïd, son los resortes escondidos de lo que el sentido común llama «mundialización». Las crisis no constituyen entonces los límites absolutos a la producción y al consumo de riquezas sociales, sino las contradicciones relativas a un modo de producción específico, «correspondiente a una cierta época de desarrollo restringido de las condiciones materiales de producción». No generamos demasiados bienes de consumo en relación a las necesidades, ni demasiados bienes de producción en relación a la población en condiciones de trabajar, «pero producimos periódicamente demasiadas riquezas bajo las formas capitalistas contradictorias». En el libro III del Capital, la separación de la compra y de la venta que constituye la condición general formal de las crisis se traduce concretamente en el hecho que la capacidad de consumo solvente entra en contradicciones con la búsqueda de la ganancia máxima.
Por último, Bensaïd enfatiza que Marx no habla jamás de una «crisis final». Demuestra solamente cómo «la producción capitalista tiende sin cesar a traspasar sus barreras inmanentes». Contrariamente a lo que se ha pretendido, en los años 1930, Evgeni Varga y los teóricos de la crisis del hundimiento final del capitalismo explican que estas crisis son inevitables, pero no infranqueables. La cuestión es saber a qué precio, y sobre la espalda de quién, ellas pueden ser resueltas. La respuesta no pertenece a la crítica de la economía política, sino a la lucha de clases y a sus actores políticos y sociales.
Abrimos este número con el artículo de Vicente Olavarría, Jonathan Bidwell e Ivo Gasic, titulado «Financiarización: revisión del debate y precisiones para una interpretación marxista», que propone una mirada marxista a la financiarización con base en los planteamientos de Minsky y Marx. A partir de una exhaustiva revisión bibliográfica de las principales corrientes analíticas, los autores centran parte de su argumentación en los excedentes y su absorción en la economía real. El diálogo entre la teoría marxista y la teoría minskiana permite dar respuesta a los modos en que las crisis y recesiones se manifiestan en el proceso de financiarización.
El principal aporte está anclado en la explícita necesidad de fijar la mirada en los medios de producción y el proceso de creación de riqueza material que trae consigo la financiarización, cuestión que de ser pasada por alto impide una aproximación marxista a la hegemonía financiera.
Andrés Piqueras y Paulo Nakatani, miembros del Observatorio Internacional de la crisis, en su artículo titulado «Exacerbación de la autonomización del capital a interés (eso que llaman financiarización): el paroxismo de la irrealidad de la economía capitalista», nos entregan elementos explicativos para la comprensión de cómo se ha llegado al predominio actual del capital monetario como capital a interés que se hace especulativo-parasitario y cuáles son sus consecuencias. Para ello se mueven en diversos niveles de abstracción teórica, histórico-concreto y la distinción interna al movimiento del capital entre los flujos y existencias en una metamorfosis permanente.
Constatan que luego de decenios de sobreacumulación y decadencia del capital productivo y la exacerbación del sistema de créditos a escala mundial, el capitalismo se encuentra en una crisis permanente. Señalan que en sus intentos de escapar a sus propias contradicciones, producto de la ley general de la acumulación y la ley de la tendencia a la caída de la tasa de ganancia, el capitalismo expandió de una manera inaudita las formas ficticias de acumulación y la creación de «nuevos productos financieros» cada vez más sofisticados y complejos.
A lo largo de su ciclo completo (producción-circulación-producción), el capital industrial adopta tres sucesivas formas funcionales, presentando un continuo movimiento entre ellas: capital-dinero, capital-producción y capital-mercancía, para convertirse nuevamente en capital-dinero incrementado.
Lo que explican los autores en su trabajo, necesariamente de manera abreviada, son parte de las contradicciones del movimiento del capital en su momento actual. Esta crisis no afecta sólo a la clase capitalista sino que alcanza a toda la sociedad, a través del aumento de las tasas de explotación y plusvalía, y las relaciones laborales cada vez más precarizadas o a menudo disfrazadas con lo que se denomina «emprendimiento» (que no es otra cosa que quedar fuera de la relación laboral).
Por otro lado, señalan los ataques contra las conquistas históricas en forma de políticas sociales que acrecientan las desigualdades económicas y sociales, logrando un punto extremo en un momento en que la producción de riquezas alcanza niveles elevadísimos. Por último, sostienen que las formas ficticias del capital a interés crearon y siguen creando fetiches que profundizan la enajenación individual y social en la creencia de que es posible la creación y reproducción de valor y riqueza sin trabajo humano. Terminan por expresar, que hemos llegado a un punto en que el desarrollo del capital implica necesariamente la continuidad de la destrucción de la naturaleza, debido a la irrefrenable necesidad de aceleración del crecimiento.
Esto marca un punto de inflexión para las luchas de clases, dado que el capital desata todo tipo de ofensivas contra la sociedad. Ello genera, a juicio de los autores, un creciente «movimiento defensivo» que abre un nuevo ciclo de luchas y que necesariamente tendrá por base la radicalización del antagonismo capital/trabajo.
El texto de Michel Husson, «Crisis económica y desórdenes mundiales», publicado originalmente en 2018 y traducido para la presente edición, opera como una especie de oráculo y muestra un panorama bastante sombrío para la economía mundial, cobrando especial vigencia para comprender la presente crisis capitalista producto de la pandemia a nivel mundial.
A través de su análisis del devenir histórico de las finanzas, se adentra en las políticas económicas del gobierno norteamericano de Donald Trump y las respuestas de China, con los evidentes impactos de estos en la dinámica del capital mundial, mostrando asimismo la fatal herencia de las finanzas en las sociedades contemporáneas. Esta cuestión trajo consigo, además –según el autor–, un auge de los populismos y los fascismos a nivel planetario. Adicionalmente, Husson destaca el rol que desempeñan las materias primas en los diversos circuitos de capital financiero, en el marco de la mundialización capitalista.
El texto de Husson es particularmente ilustrativo al evidenciar los efectos de los ajustes estructurales posteriores a la década de los setenta. Dichos ajustes se orientaron fundamentalmente a derribar cualquier obstáculo a la libre circulación de capital a nivel mundial, cuestión que repercutió, para el autor, «en un entrelazamiento sin parangón de las relaciones de poder en el capitalismo contemporáneo».
El artículo «Capital financiero y clase dominante en Rudolph Hilferding: aportes para una aproximación política a los procesos de financiarización del capitalismo mundial», de David Kornbluth, aborda el fenómeno de la financiarización desde un foco particular, esto es, desde el lente de la lucha de