Sois dioses. Omraam Mikhaël Aïvanhov
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La historia del hijo pródigo es también la de cada ser humano que, en vez de vivir de acuerdo con las leyes divinas, decide hacer lo que le da la gana, porque tiene necesidad, según dice, de libertad, de aventuras... Al principio, su nueva situación le parece agradable porque se cree liberado de todas las obligaciones, pero poco a poco las cosas se van complicando. Y aún siendo un hombre rico y opulento, espiritualmente empieza a conocer las privaciones: el hambre, la sed, el frío, porque ya no está protegido. Lejos del Señor ya no tenemos protección y estamos expuestos a todas las privaciones.
En cuanto el hombre empieza a alejarse de la luz y del calor, es decir, de la sabiduría y del amor divinos, empiezan a surgirle las dificultades. Os daré una imagen. Es verano, el sol brilla, hace calor: la vida es muy sencilla. Pero llega el invierno: hace falta leña, carbón, gasóleo, aparatos de calefacción, etc., y tenemos que almacenar reservas, necesitamos más vestidos, más iluminación. Y después, aparece la niebla, la nieve, el hielo: las comunicaciones son más dificultosas, hay más riesgos de accidentes. Así que, menos luz, menos calor, y todo resulta más complicado. De la misma manera, cada vez que con sus pensamientos y sus sentimientos, el hombre se aleja del sol espiritual, de Dios mismo, pierde, poco a poco, todas sus posibilidades de manifestarse en la luz, en el amor y en la paz, y en cambio, otras posibilidades aparecen: las de sufrir, llorar, gritar, la de volverse malvado y destruirlo todo. El poeta Dante, que estaba instruido en la filosofía esotérica, describe el infierno como un cono invertido. Cuanto más culpable era un hombre, tanto más debía descender a las profundidades del cono para sufrir sus limitaciones. Se trata, evidentemente, de una simple imagen, pero corresponde a una realidad: cuanto más descendéis en la materia, más os alejáis del espíritu, de la Fuente, del Señor, y más os sentís aplastados, limitados, desgraciados.
Por eso, cada día, por la mañana, por la tarde, debemos acercarnos a la luz, al calor y a la vida de este sol espiritual que es Dios. Claro que estamos obligados a vivir en la tierra, y a tener, por tanto, múltiples actividades, pero manteniendo siempre el deseo de acercarnos a la Fuente. Y si por descuido nos alejamos de ella, debemos pararnos inmediatamente para enderezar la situación. No somos tan culpables por cometer un error como de obstinamos en él.
Os sentís limitados, atados, esclavizados, y os preguntáis: “¿En dónde me he metido? ¿Cómo salirme de ahí?” No hay más que una respuesta: retomad el camino hacia lo alto.15 No basta con pertenecer a una religión o a una enseñanza espiritual, hay que imponerse un trabajo preciso a hacer, un programa a realizar. Cuando os fijáis un programa, aunque no lleguéis a realizarlo completamente, en alguna parte, por lo menos, algo se ha grabado, se ha inscrito, y permanecerá siempre ahí para recordaros que habéis tomado buenas decisiones, y estos surcos que habréis efectuado, estarán dispuestos para ser llenados por fuerzas benéficas.16 Cuando caváis regueros, éstos canalizan el agua de la lluvia. Cuando os procuráis un programa, es como si preparaseis regueros por los cuales vendrán a circular las corrientes celestiales. Si no os dais un programa, el tiempo pasará a pesar de todo. Y entonces, es inútil pertenecer a una religión o a una enseñanza espiritual, y no sólo es inútil, sino que os diré, incluso, que es perjudicial. Porque las verdades que os son enseñadas, son verdaderas fuerzas, y aquéllos que no se deciden a hacer un buen uso de estas fuerzas son, un día, barridos por ellas. Las verdades de la religión, las verdades de la Ciencia iniciática, son como cerillas. Si no tenemos cuidado con las cerillas, nos arriesgamos a quemarnos y a quemar a los demás. Sí, reflexionad sobre todos los daños producidos por los adeptos de religiones y de comunidades espirituales que no supieron hacer un trabajo constructivo con las verdades que se les enseñaban.17
Todos los libros sagrados contienen relatos simbólicos que ilustran estos dos procesos: el alejamiento y el retorno. Y la meta de una Escuela iniciática, es la de llevar de nuevo a los seres a la casa de su Padre, este alto refugio del que habla el Salmo 91: “Mi refugio y mi fortaleza, mi Dios en quien me confío...” Cada vez que logréis subir hasta este alto refugio estaréis seguros, y las fuerzas del mal no podrán venir a sorprenderos.18 Y sabed que todos poseéis esta región dentro de vosotros. Pero para encontrarla, debéis consagrar por lo menos unos minutos cada día al recogimiento, a la meditación, a la oración: de esta manera os eleváis hasta la cima de vuestro ser, allí donde Dios habita en vosotros. Dios no habita en una región en donde los enemigos puedan alcanzarle, así que, buscadle dentro de vosotros y refugiaros junto a Él.
1 La verdadera enseñanza de Cristo, Col. Izvor n° 215, cap. 1: “Padre nuestro que estás en los cielos...”
2 Los esplendores de Tipheret, Obras completas, t. 10, cap. XVI: “Cristo y la religión solar”.
3 “En espíritu y en verdad”, Col. Izvor n° 235, cap. XI al XIV.
4 Comentarios sobre los Evangelios, Obras completas, tomos 1, 2, 3, 4 y 9.
5 Vida y trabajo en la Escuela divina, Obras completas, t. 30, cap. V: “El espíritu de la Enseñanza”.
6 Una filosofía de lo Universal, Col. Izvor n° 206, cap. II: “Ninguna Iglesia es eterna”, y cap. III: “Buscad el espíritu detrás de las formas”.
7 La armonía, Obras completas, t. 6, cap. IV: “El discípulo debe desarrollar los sentidos del mundo espiritual”.
8 El amor y la sexualidad, Obras completas, t. 15, cap. XVII: “El vacío y el lleno: la copa del Grial” – Los frutos del Árbol de la Vida, Obras completas, t. 32, cap. XXIV: “La copa del Grial”, y cap. XXV: “La edificación del santuario interior”.
9 “Conócete a ti mismo” — Jnani yoga, Obras completas, t. 18, cap. VI: “Concentración, meditación, contemplación, identificación”.
10 Ibid., cap. II: “El trabajo espiritual” – Las revelaciones del fuego y del agua, Col. Izvor n° 232, cap. XII: “El ciclo del agua: amor y sabiduría” – El espiritualista en la sociedad, Fascículo n° 2.
11 Los dos árboles del Paraíso, Obras completas, t. 2, cap. IX-1: “Los dos ejes Aries-Libra y Tauro-Escorpión”, y cap. IX-2: “La serpiente del Génesis” – El lenguaje simbólico, Obras completas, t. 8, cap. IX: “Porqué el hombre arrastró a los animales en su caída”.
12 La verdad, fruto de la sabiduría y del amor, Col. Izvor n° 234, cap. XVIII: “La verdad os hará libres”.
13 El deber de ser feliz,