Cultivar con microbios. Jeff Lowenfels
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Sin este sistema, los nutrientes más importantes se lixiviarían. En vez de eso, se ven retenidos en los cuerpos de la vida del suelo. Esta es la verdad del jardinero: cuando aplicas fertilizantes químicos, una pequeñísima parte alcanza la rizosfera y es absorbida, pero la mayor parte se escurre por el suelo hasta llegar a la capa freática. Esto no ocurre con los nutrientes encerrados en los organismos del suelo, un estado que se conoce como inmovilización; estos nutrientes se liberan al final como residuos o se mineralizan. Y cuando las propias plantas mueren y llegan a descomponerse, los nutrientes que retenían vuelven a quedar inmovilizados en los hongos y bacterias que los consumen.
El stock de nutrientes en el suelo está influenciado por la vida del suelo de otras maneras. Por ejemplo, las lombrices introducen materia orgánica en el suelo que será más tarde triturada por los escarabajos y larvas de otros insectos, lo que propiciará la descomposición fúngica y bacteriana. La actividad de las lombrices aporta todavía más nutrientes para la comunidad del suelo.
Las redes de nutrientes del suelo sanas controlan las enfermedades
Una red de nutrientes del suelo sana es aquella que no está siendo destruida por organismos patógenos. Después de todo, no todos los organismos del suelo son beneficiosos. Como jardinero, sabes que las bacterias y hongos patógenos del suelo pueden causar muchas enfermedades a las plantas. Las redes de nutrientes del suelo sanas no solo tienen una cantidad tremenda de organismos individuales sino también una gran diversidad. ¿Recuerdas la cucharita de café de buena tierra de jardín? Quizás veinte mil o treinta mil especies distintas componen sus mil millones de bacterias, lo que supone una población sana tanto en número como en diversidad.
Una comunidad grande y diversa controla a los maleantes. Una buena analogía sería un ladrón en un mercado atestado de gente: si hay suficientes personas alrededor, atraparán o incluso detendrán al ladrón (y es, además, para beneficio propio). Sin embargo, si el mercado está vacío el ladrón se saldrá con la suya, al igual que ocurrirá si es más fuerte, más rápido o de alguna manera está mejor adaptado que aquellos que podrían perseguirle.
En el mundo de la red de nutrientes del suelo, los buenos no suelen atrapar a los ladrones (aunque a veces sí ocurre: como prueba tienes al nematodo con el que comenzamos todo). En vez de eso, compiten con ellos por los exudados y otros nutrientes, aire, agua e incluso espacio. Si la red de nutrientes del suelo está sana, esta competición mantiene a los patógenos a raya; y puede que incluso acaben siendo sobrepujados hasta morir.
Y lo que es igualmente importante es que cada miembro de la red de nutrientes tiene su lugar en la comunidad del suelo. Cada uno, ya sea en la superficie o en el subsuelo, desempeña un papel específico. La eliminación de tan solo un grupo puede alterar drásticamente una comunidad del suelo. Los pájaros participan esparciendo protozoos que llevan en las patas o dejando caer en un lugar a un gusano que atraparon en otro sitio. Y, si se añaden demasiados gatos, puede que la cosa cambie... Los excrementos de los mamíferos ofrecen nutrientes a los escarabajos en el suelo. Mata a los mamíferos o elimina su hábitat o la fuente de alimento (lo que supone lo mismo) y ya no tendrás tantos escarabajos. Y funciona en sentido contrario. Una red de nutrientes del suelo sana no permitirá que un conjunto de miembros se haga tan fuerte que destruya la red. Si hay demasiados nematodos o protozoos, las bacterias y hongos que son su presa tendrán problemas y, al final, también las plantas de la zona.
Y hay otros beneficios. Las redes que los hongos forman alrededor de las raíces actúan como barreras físicas ante la invasión y protegen a las plantas de los hongos y bacterias patógenos. Las bacterias recubren las superficies de forma tan completa que no hay sitio para que otros se adhieran. Si algo impacta a estos hongos y bacterias y sus números caen o desaparecen, la planta puede ser fácilmente atacada.
Unos hongos especiales del suelo llamados micorrícicos establecen una relación simbiótica con las raíces, ofreciéndoles no solo protección física sino también el suministro de nutrientes. A cambio de exudados, estos hongos ofrecen agua, fósforo y otros nutrientes necesarios para las plantas. Las poblaciones de la red de nutrientes del suelo tienen que estar en equilibrio para que estos hongos no sean devorados y las plantas sufran.
Las bacterias producen sus propios exudados, y el biofilm que emplean para adherirse a las superficies atrapa a los patógenos. A veces las bacterias trabajan en conjunción con los hongos para formar capas protectoras no solo alrededor de las raíces de la rizosfera sino también en un área equivalente alrededor de la superficie de las hojas llamada filosfera. Las hojas producen exudados que atraen a los microorganismos exactamente de la misma forma en que lo hacen las raíces. Estas actúan como una barrera ante la invasión y previenen la entrada en el sistema de la planta de los organismos que causan enfermedades.
Algunos hongos y bacterias producen compuestos inhibidores, algo análogo a las vitaminas y los antibióticos, que ayudan a mantener y mejorar la salud de la planta. La penicilina y la estreptomicina, por ejemplo, son producidas por un hongo y una bacteria del suelo respectivamente.
No todo el nitrógeno es el mismo
Básicamente, por lo menos desde la perspectiva de la planta, el papel de la red de nutrientes del suelo consiste en hacer que los nutrientes circulen hacia abajo hasta que queden temporalmente inmovilizados en los cuerpos de las bacterias y los hongos y luego se mineralicen. El más importante de estos nutrientes es el nitrógeno, un componente básico de los aminoácidos y, por tanto, de la vida. Por lo general, la biomasa de los hongos y las bacterias (es decir, la cantidad total de cada uno en el suelo) determina la cantidad de nitrógeno disponible de inmediato para uso de la planta.
No fue hasta 1980 cuando los científicos del suelo pudieron medir con rigor la cantidad de bacterias y hongos en el suelo. La doctora Elaine Ingham de la Oregon State University junto con otros empezó a publicar investigaciones que mostraban la proporción de estos dos organismos en varios tipos de suelo. En general, los suelos menos alterados (los que sostienen los viejos bosques madereros) tenían más hongos que bacterias, mientras que los suelos alterados (tierras tratadas con un motocultor, por ejemplo) tenían más bacterias que hongos. Estos estudios y otros posteriores muestran que los suelos agrícolas tienen una biomasa de hongos a bacterias (proporción h:b) de 1:1: o menos, mientras que los suelos boscosos tienen diez veces más hongos que bacterias.
Ingham y algunos de sus estudiantes de posgrado también descubrieron una correlación entre las plantas y su preferencia por suelos dominados por los hongos frente a aquellos que estaban dominados por las bacterias o eran neutrales. Dado que el camino de los suelos dominados por bacterias a los que están dominados por los hongos sigue el curso general de la sucesión de las plantas, resultó fácil predecir qué tipo de suelo preferían las plantas investigando de dónde provenían. En general, las perennes, árboles y arbustos prefieren los suelos dominados por los hongos, mientras que las anuales, gramíneas y verduras prefieren los suelos dominados por las bacterias.
Una implicación de estos hallazgos para el jardinero tiene que ver con el nitrógeno en las bacterias y los hongos. Recuerda que esto es lo que la red de nutrientes del suelo significa para la planta: cuando estos organismos son devorados, parte del nitrógeno queda retenido en el depredador, pero otra gran parte se libera como desecho en forma de amonio (NH4)