Orígenes y expresiones de la religiosidad en México. María Teresa Jarquín Ortega

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Orígenes y expresiones de la religiosidad en México - María Teresa Jarquín Ortega

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detentor de la lengua y la cultura nahuas.

       Colhuacan: nombre, linaje y lugar de nobles ancestros

      Las fuentes refieren la importancia de los culhuas al “ser los mejores de la tierra”, dado que “fueron ellos quienes primero poseyeron el lugar que se nombró Colhuacan” y de cuyo linaje descienden los reyes de México Tenochtitlan. El dominico fray Diego Durán (1967) es más enfático al respecto: “Tienen empero esta excelencia los de Colhuacan [por] ser los mejores de la tierra […] de cuya cepa tienen origen y principio los reyes de México […] Además de que fueron los primeros que ha esta tierra llegaron y poseyeron aquel lugar de Colhuacan […] Y así se hizo cabecera y señorío por sí, y sujetó mucha parte de las provincias a su servicio” (Durán, 1967 [i]: 115).

      El cerro de Colhuacan, o Cerro de la Estrella, ha recibido distintas denominaciones a lo largo de la historia. En el posclásico temprano se le conoció como Mixcoatepetl (Cerro de Mixcóatl o Cerro de la Serpiente de Nubes), ya que Quetzalcóatl enterró en ese preciso lugar los restos de su padre, Mixcóatl. Wigberto Jiménez refiere que al inicio de la época tolteca se le llamó Cerro de Colhuacan; señala que los toltecas, durante su migración del Bajío al Altiplano, eran guiados por Mixcóatl quien llegó a Colhuacan para aprovechar su gran valor estratégico, y sugiere que en sus faldas debió estar la sede del imperio Tolteca, la cual se trasladó a Tula sólo bajo el gobierno de Quetzalcóatl (cit. en Caamaño, 1988: 183).

      Ahora bien, cuando los culhuas fueron conquistados por los mexicas, éstos se referían al lugar como Huizachtécatl, Huixachtlan y Huixachtla. Eduard Seler visitó el lugar y lo define como “la patria de los ancestros, el lugar donde los primogenitores de las tribus que viven ahora en esta tierra aparecieron primero”. Interpreta el jeroglífico y dice que “representa la montaña torcida, hecha a semejanza del mítico oeste, con el agua que rellena sus cuevas” (en Séjourné, 2009: 11). Cecilio Robelo dice que el topónimo original debió ser Teocolhuacan, “Colhuacan el viejo”, señala que el topónimo deriva de colli, “abuelo, antepasado” + hua, “posesivo” y can, “locativo”, por tanto, se traduciría, como “lugar de los que tienen antepasados”, “donde tienen abuelos” o “donde tiene ancestros nobles”.

      Para Séjourné, los aztecas y los demás grupos nómadas se refieren a Colhuacan-Chicomóztoc para designar “ya no sus diversos orígenes territoriales, sino su integración a un conjunto religioso y político del que esa ciudad era el centro”. Incluso, “el linaje culhua constituirá el más alto título de nobleza de los futuros dueños del imperio”, por lo que los gobernantes mexicas serán señalados como culhua teuctli o “señor culhua” (Séjourné, 2009: 13 y 19).

      Siguiendo a Chimalpain, en el año de 1369 o 1- calli, cuando los mexicas tenían 45 años de estar en Tenochtitlan, eligieron por señor a un tal:

      Acamapichtli, que fue traído con grandes regocijos, pertenece al linaje real de Colhuacan y de él provinieron los gobernantes de los mexicas [...] Y fue este el primer señor que tuvieron, tronco de su nobleza, nervio de la nobleza que se hizo aquí en Tenochtitlan; el cual, ya se refirió que comenzó a gobernar desde el año de 1-casa, 1369, habiéndose iniciado con el linaje real de gobernantes en México Tenochtitlan (cit. en Séjourné, 2009: 12-13).

      Atendiendo al significado religioso e ideológico del lugar, fray Diego Durán cuenta una anécdota que refiere este carácter hierático de Colhuacan para los tenochcas. Refiere que Moctezuma, estando en la sede del poder, quiso averiguar acerca de la grandeza de su imperio y al cuestionar al anciano Cuauhcoatl, el mayor sabio del momento, éste respondió que Colhuacan era singular tanto por su fisonomía, al tener la punta del cerro “algo retuerta”, así como por las cuevas, “bocas” o concavidades donde, según el sabio, “habitaron nuestros padres y abuelos” (cit. en Séjourné, 2009: 25).

      La figura que nos proyecta el sabio Cuauhcoatl parece remitir al mítico “Colhuacan-Chicomóztoc (que) debió de representar para los aztecas el sitio de donde nacieron a la civilización” (Séjourné, 2009: 20). Recordemos que en tiempos de Moctezuma I se llevó a cabo la visita ritual a un Colhuacan que funcionaba a manera de Chicomóztoc, “de allí que a la llegada de los españoles no se vacilara en decidir que las efigies más importantes del panteón azteca se trasladaran a las grutas de Colhuacan” (García, 2009: 116).

       Dioses mexicas de Tenochtitlan ocultos en cuevas de Colhuacan

      No son pocas las evidencias del culto que seguían manteniendo los indios hacia sus dioses durante el periodo novohispano temprano. En lo que respecta a Colhuacan encontramos dos expedientes contemporáneos sobre el ocultamiento de ídolos y envoltorios en cuevas. Por una parte, estas referencias dan a entender la importancia del señorío para los mexicas; por otra, nos ayuda a comprender la relevancia de Colhuacan como el lugar donde habitan los ancestros y, por tanto, observar la posible relación con las “apariciones” crísticas en las cuevas de la zona.

      El primer expediente inquisitorial se refiere al ocultamiento del bulto de Huitzilopochtli y se encuentra en el Archivo General de la Nación, ramo de Inquisición, tomo xxxvii, exp. 3 bis, fechado en julio, que se titula “Proceso del Santo Oficio en contra Miguel [Pochtecatlailótlac], indio, vecino de México, por idolatría”. El expediente tiene adjunta una ilustración catalogada bajo el rubro de 4848, 979/2652, con el título de “Manuscrito tradicional indígena, ídolos del templo de Huitzilopochtli” o “Descripción de cómo ocultaron sus ídolos” (León, 1997: 111-128). Este primer manuscrito, localizado en el libro Procesos de indios idólatras y hechiceros publicado por el Archivo General de la Nación, informa de un caso de idolatría llevado a cabo el 20 de junio de 1539. Mateo, indio pintor de Colhuacan, denunció a Miguel Pochtecatlailótlac por estar involucrado en el ocultamiento de algún tlaquimilolli. Tres meses después de este evento, en septiembre, el obispo fray Juan de Zumárraga sabía que los ídolos habían sido llevados en secreto a Ocuituco. Fue en la audiencia del Santo Oficio donde el mismo inquisidor y obispo informó que “cuando los españoles derrotaron a los mexicas fueron sacados del templo de Huitzilopochtli muchos ídolos y trasladados a casa de Miguel Pochtecatlailótlac” (León, 1997: 118-119).

      En otra declaración de los hechos el involucrado, Diego Panitzin, declaró que el bulto de Huitzilopochtli había sido escondido en el Tepuchcalco o en Temazcaltitlan y “que el dicho Huitzilopochtli tenía cuatro mantas de muy ricos chalchihuites transparentes, las cuales dichas mantas tenían e guardaban Coayaotl y Tomiyaotl” (León, 1997: 122). Esta información vuelve a destacar la importancia que seguían teniendo las tilmas o vestiduras divinas; y es probable que las mantas, como objetos de culto, manifestaran la presencia o el poder de Huitzilopochtli, lo que nos habla de la importancia de las prendas divinas.

      En un segundo documento, paralelo y contemporáneo al anterior, fechado en 1539 y localizado en el Archivo General de la Nación, ramo de Inquisición, tomo 68, expediente 1 bis, “Información en contra de don Baltazar [Toquez-cuauhyotzin], indio de Coloacan, por ocultar ídolos”, aparece la declaración de don Andrés, indio del mismo pueblo quien, por lengua de Juan González, señaló: “Que le dijo el dicho su primo Pablo Zua que, cuando los cristianos vinieron, mandó Moctezuma llevar a Colhuacan las figuras de Huitzilopochtli y de Tezcatlipoca y de Topiltzi. Y que allí los escondieron en cierta cueva que se llama Tencuyoc; y que nunca se ha buscado ni llegado a ella; y que los llevó Axayácatl, hijo de Moctezuma” (cit. en González, 1912: 181-82).14 Don Baltazar, cacique de Colhuacan, el principal acusado dentro del proceso inquisitorial llevado a cabo por las autoridades del Santo Oficio, no dice que haya sido Axayácatl quien llevó los bultos sagrados, sino un personaje llamado Tehuachichilayo:

      Puede haber diez y siete años [1522], poco más o menos, que llevaron de esta ciudad

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