Introducción a Tomás Aquino. Josef Pieper

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Introducción a Tomás Aquino - Josef Pieper Pensamiento Actual

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término de «Órdenes mendicantes». Estas nuevas comunidades se vincularían de una forma totalmente inesperada, a la institución de la Universidad. Los más significados maestros del siglo, tanto en París como en Oxford, son sin excepción frailes mendicantes. Nada parece haber «terminado», todo entra en ebullición. Alberto Magno formuló este atrevido panorama de futuro: Scientiae demonstrativae non omnes factae sunt, sed plures restant adhuc inveniendae; la mayor parte del saber está aún por descubrir[6]. También de las Órdenes mendicantes surge el impulso de penetrar activamente en el mundo más allá de las fronteras. Mientras Tomás escribe su Suma contra los gentiles dirigida a los mahumetistae et pagani[7], fundan los dominicos, en esos mismos años, poco después de la mitad del siglo, las primeras escuelas cristianas de lengua árabe. Ya hemos dicho que son frailes mendicantes los que disputaron en el Karakorum con mahometanos y budistas. Y es un franciscano quien, hacia finales del siglo, traduce al idioma mongólico el Nuevo Testamento y los Salmos y entrega la traducción al Gran Khan; es el mismo napolitano, Juan de Monte Corvino, quien construye en Pekín, junto al palacio imperial, una iglesia y se convierte en el primer arzobispo de Pekín.

      Ya esta mera relación de hechos, sucesos e ingredientes muestra claramente que esta época fue todo lo contrario de un siglo «armónico». Y quedan pocos motivos para una actitud de «añoranza» de esta época, aun prescindiendo de que tales añoranzas son de todas formas absurdas.

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      Vayan de entrada un par de observaciones sobre bibliografía.

      Los dos libros últimamente citados de Chenu y Gilson tienen una característica común que aparece a primera vista. Ambos autores son franceses (Chenu es dominico; Gilson un laico, originariamente profesor en el Collège de France), pero los dos han enseñado muchos años en el «Nuevo Mundo», en Canadá. Este hecho de que ambos libros hayan aparecido en la atmósfera peculiar de este joven continente, nos parece que es algo más que un dato externo. Creemos que en su lectura continuamente se puede percibir algo del viento fresco de Norteamérica, con lo que queremos indicar algo bastante preciso, es decir, una cierta objetividad marcadamente imparcial, que, más allá de toda erudición meramente histórica, radica en que se plantea la pregunta sobre la verdad de las cosas y se responde conforme a lo auténticamente decisivo.

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      También de entrada, dirijamos una rápida mirada a los hechos biográficos.

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