REFLEXIONES IV.. Claudia Isabel Rojas Rodríguez
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A partir de ese momento, el diseño en mayor o menor medida, no abandona la idea de, para quién proyecta, ni pone en duda su función social, aunque cotidianamente salgan voces que lo recuerden durante nuestra historia reciente. En ese recorrido, llega toda una corriente de pensamiento (desde los años 20), en la que se prioriza la funcionalidad de los objetos pensando en el usuario y en el que habrá un intento de socializar el diseño a través de la Bauhaus, sucediendo lo mismo en la arquitectura, con el pensamiento de la vivienda obrera. Tras la Posguerra Mundial, se ensalzará con la recuperación económica, la figura del consumidor, potenciando la estética del bienestar y del buen diseño (la Gestalt y la Escuela de Ulm), más producto del consumo y el desarrollismo que brinde una reflexión intelectual. Es a finales de los años 60, cuando se empieza a realizar una crítica a lo racional y al modelo que se preconizaba, que por un lado ya no estaba pensado en la esencia del individuo, y por otro, se había desviado de las raíces de esa función social originaria, desvirtuada por criterios solo economicistas. Situaciones sobre las que el diseño debe permanecer atento. Será Papanek, quien desarrolle dicha apreciación sobre la responsabilidad del diseñador llegando así el momento, para concienciarse y contribuir en la mejora de las condiciones sociales. Con su pensamiento dado en los principios de los años 70, aparecerán las primeras acepciones de lo que conoceremos como diseño ecológico (principios del ecodiseño) o el diseño universal (inclusivo).
Esa reflexión tiene una de sus primeras miradas en la figura de Enzo Mari, y de lo que posteriormente se denominó como diseño democrático, o en las del colectivo Des-in de la Escuela de Offenbach (1974). Será entonces cuando nazca el diseño activista como tal, que en distintos rangos de respuesta pretenderán hacer una reflexión sobre el mismo diseño, desde posiciones más provocativas (siendo uno de sus mayores exponentes Alexander Mendini, a través del Radical Design), hasta las que muestran el problema directamente (como las propuestas de reciclaje de Tejo Remy, desde Droog Design). Estas manifestaciones, se presentaron en diferentes muestras entre los años 1985 y 1991, como fueron “The Green Designer” (1986), “More from Less” (1990) y la conferencia “Green Design: Beyond the Bandwagon” (1990). Ese momento álgido está representado en el proyecto Autoprogettazione de Enzo Mari, un conjunto de 19 piezas de mobiliario que fue concebido en 1971. El catálogo del proyecto concedió por primera vez a los consumidores de bajo nivel económico, disponer de diseños, diagramas e instrucciones para que se pudieran producir sus propios muebles a partir de listones de madera, lo que permite al usuario, como se recoge en 2002 con la primera reedición de este catálogo, “mirar la producción actual con ojo crítico” (Mari, 1974, p.32).
En ese mismo periodo, aparecen interesantes propuestas pedagógicas en ámbitos sociales que permiten reflexionar sobre el acto de crear y construir las ideas que el ser humano tiene, vinculadas al constructivismo y al histórico “aprender haciendo”, que también, en palabras de Papanek, muestra que todos los hombres son diseñadores. Todo lo que hacemos casi siempre es diseñar, pues el diseño es la base de toda actividad humana. Uno de los más interesantes proyectos es el desarrollado por los franceses Pierre Barnley y Paule Paillet, dos psicólogos que se dedicaron a integrar personas en riesgo de marginación social, y utilizaron el término Néo-artisans, apoyándose a través de las artesanías locales. Harán de estos métodos un camino inclusivo en el que “los niños de una sociedad enferma se atreven con una aventura que comienza con el arte de vivir y de trabajar de manera diferente, tejiendo, modelando o tallando, donde las manos son las herramientas más importantes” (Barnley y Paillet, 1978, 26)
Gracias a esas posiciones, hoy se considera el diseño desde esta perspectiva, en proyectos impulsados por diseñadores que han vivido o viven los problemas glocales (Fig. 1) (como el proyecto Mine Kafon Ball, con el que hace frente a la detección de minas antipersonas, del diseñador afgano Massoud Hassani (2011), o que evidencian preocupación por el cuidado del medioambiente desde perspectivas tipo upcycling (como el caso de Carabage Upcycling Design, entidad social en Viena que trabaja con jóvenes para alejarlos de la drogadicción desde 2008). Además, el diseño empieza a aportar en los últimos diez años un capital intelectual respecto a los objetivos de desarrollo sostenible. Representado en la figura de John Thackara, diseñador y filósofo que ayuda a personas de todo el mundo a compartir ideas de negocios y de diseño más sostenibles, participará junto a otros referentes que requieren la necesidad del cambio, en el documental sobre la obsolescencia programada, denunciada magistralmente por Dannoritzer (2010), en comprar, tirar, comprar propuestas críticas frente al gran consumo, desde puntos de vista de diseño, y más en los comentados periodos 80-90, que desembocaron en estas realidades y en las que el diseño se ocupó observando hacia otro lado.
Codiseñar pensando en las personas
Por otra vía, gracias al pensamiento de diseño (design thinking), tiende a definirse actualmente como diseño centrado en las personas (DCP), entendida como una aproximación al diseño y que sitúa a la persona en el centro de todo el proceso (Brown y Wyatt, 2010). Junto a ello, tenemos los formatos creativos de trabajo participativos, pues, el diseño permite cocrear de forma conjunta aquellas soluciones que diferentes colectivos o grupos de personas pretenden dar, frente a problemas sociales que se producen en las comunidades o ciudades (como con el denominado diseño cívico). Es importante mencionar, que cuando se habla de codiseño, se fundamenta en la importancia que tiene para Sanders, el que existan distintos agentes de diseño colaborando y compartiendo ideas (bien el propio equipo de diseño, con personas que participan de la organización, o bien, como hemos comentado, con beneficiados de la acción social) (Sanders y Colin, 2001). Todos ellos pueden llegar a ser parte del proceso de diseño, como también pueden ser expertos por su experiencia (Fig. 2). Para que puedan asumir este papel, y como podremos ver en el segundo apartado, en el que se entregan distintas aportaciones de esta publicación, se deben facilitar herramientas adecuadas para expresarse (Kristensson, Gusyafsson y Archer, 2004). Como diseñadores debemos buscar métodos para que las personas puedan comprometerse, trabajar eficazmente con los demás, así como tener instrumentos para comunicarse, para obtener, compartir y visualizar sus propias ideas. Estas actividades y nuevas formas de diseño pueden tener diferentes niveles de participación social, según la situación y el contexto en que las figuras están involucradas, y en momentos específicos en las que pueden formar parte del proceso, durante la construcción del servicio junto con los diseñadores.
En este caso, tenemos diversos autores, autorizados, aportando un debate interesante alrededor de esta visión social del diseño. Alzan sus voces en este sentido Margolin (2002), Thackara (2005), Bonsiepe (2011, 2012), Thorpe (2012), y el mismo Manzini (2013, 2015). En el que se está asentando el interés, y se ejecutan acciones clave entre el diseño emergente y la innovación social; Manzini, aporta aspectos clave en este sentido, sobre tres pilares a tener en cuenta, como son, el ayudar a vivir mejor, poder reducir la huella ecológica y regenerar el tejido social que nos rodea (Lou, Valsecchi y Díaz, 2013, 2):
(…) a pesar de las buenas intenciones de muchos, el diseño aún sigue siendo mucho más ‘parte del problema’ que ‘parte de la solución’; sirviendo más para acelerar los procesos insostenibles en lugar de promover nuevas formas de ser y de hacer para ayudar a los individuos y a que las comunidades vivan mejor, reducir su huella ecológica y regenerar el tejido social.
Figura 1. Proyecto “Free Design Bank” |