Descentrando el populismo. José Abelardo Díaz Jaramillo
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24Entre esos factores se encuentran el apoyo de gremios autónomos a Perón, la masiva espontaneidad de miles de trabajadores y trabajadoras que se plegaron a la movilización para llegar a Plaza de Mayo, el papel no protagónico, aunque sí decisivo, de la Confederación General del Trabajo, que “sirvió para comunicar [el paro] a los sindicatos que estaban en estado de alerta […], y a los trabajadores, en general” (Torre 1990, 136); y si bien hubo represión por parte del Gobierno de facto, contribuyó al éxito de la extensa jornada el hecho de que, en las horas decisivas del 17 de octubre, la acción represiva no derivó en un feroz enfrentamiento con las multitudes, como sí sucedió en Colombia durante el 9 de abril, por ejemplo. Esta es precisamente la hipótesis contrafáctica sobre el 17 de octubre que recientemente ensayó Alejandro Grimson (2019).
25En la obra de Grimson (2019, 13-14) se remarca la pertinencia de pensar al peronismo en plural, como “los peronismos”, dado que este no podría entenderse sin dar cuenta de sus matices y variaciones en diferentes situaciones históricas y en permanente vinculación con su contrario: los antiperonismos. Otras referencias a estudios recientes en torno al arco opositor al peronismo se encuentran en el capítulo 4 de este libro.
26Siguiendo la distinción de diversos niveles de heterogeneidad propuesta por Barros (2018).
27En adelante, los resaltados (cursivas) de las citas son nuestras.
28La expresión “Bogotazo” circuló inicialmente en la prensa nacional e internacional en la coyuntura del magnicidio de Gaitán y es el sentido que, hasta nuestros días, ha tenido mayor difusión mediática dentro y fuera de Colombia. Sin agotar la multiplicidad de aspectos que se discuten cuando en Colombia se habla del 9 de abril, del Bogotazo y del día en que mataron a Gaitán, conviene precisar que las primeras representaciones sobre el levantamiento popular estuvieron sobredeterminadas por las figuras del “pueblo monstruo”, “pueblo chusma” y el “pueblo turba”. Dichas representaciones, especialmente peyorativas, que circularon en libros, ensayos, testimonios, artículos periodísticos y discursos públicos de la época y que fueron formuladas, entre 1948 y 1953, por actores asociados al antigaitanismo, no desaparecieron por completo en el transcurso de los años, sino que permearon y se fundieron con las construidas por las ciencias sociales (Magrini 2018, 229-275). En los años ochenta, de la mano de la renovación científica producida por los estudios sobre las violencias, los sucesos del 9 de abril fueron reinterpretados y algunas ideas bastante sedimentadas (como la supuesta reducción de los hechos de abril de 1948 a la capital del país) fueron objeto de revisión. De la abundante bibliografía sobre el tema, para los lectores interesados, remitimos a los siguientes trabajos: los libros de Arturo Alape que reconstruyen polifónicamente los sucesos del 9 de abril: El Bogotazo: memorias del olvido (1985a) y La paz, la violencia: testigos de excepción (1985b); los trabajos de Jacques Aprile Gniset, El impacto del 9 de abril sobre el centro de Bogotá (1983) y de Gonzalo Sánchez, Los días de la revolución. Gaitanismo y 9 de abril en provincia (1983); el libro de Herbert Braun, Mataron a Gaitán. Vida pública y violencia urbana en Colombia (2008 [1985]), y la compilación de Sánchez y Peñaranda, Pasado y presente de la Violencia en Colombia (1986), que reúne diversas interpretaciones sobre el 9 de abril y la violencia. Una publicación que recoge aportes recientes en torno al 9 de abril es el libro editado por César Ayala, Óscar Casallas y Henry Cruz, Mataron a Gaitán: 60 años (2009). Para una perspectiva crítica respecto al uso que en Colombia se le da a la expresión “Bogotazo”, véase el trabajo de Gloria Gaitán (2020).
29Entre las diversas dimensiones que contribuyen a entender la trayectoria del movimiento se advierten estudios recientes sobre el arco opositor al gaitanismo y las derechas en Colombia, el nacionalismo católico y el llamado “populismo conservador”. Ejemplo de ello es el extenso trabajo de César Ayala (2013), aunque el concepto antes referido no ha sido profundizado por el autor.
30Braun (2008 [1985]), Guzmán, Fals Borda y Umaña (2005 [1962]), Oquist (1978) y Sánchez (1983), entre muchos otros.
31Un ejemplo de esta postura es el trabajo de Urrutia (1991), donde se establecen algunos argumentos sobre lo beneficioso que fue para los colombianos no haber gozado del populismo.
32En alusión al ensayo pionero de Marco Palacios, El populismo en Colombia (1971). Conforme con Palacios, el gaitanismo constituía una expresión democrática del populismo en Colombia. No obstante, aquello que el autor identificaba como propiamente democrático de la experiencia gaitanista solo era posible, en su argumento, como un potencial, en realidad perceptible de manera contrafáctica. El supuesto implícito que sustentaba la mirada del historiador sobre el gaitanismo puede formularse del siguiente modo: “el populismo gaitanista podría haber sido un modo de integración populista-democrático de las masas en la vida política colombiana, si hubiese llegado al poder” (Magrini 2018, 266). El juego de sentidos y de resignificaciones que, en esos años, realizaba Palacios inauguraba, al fin de cuentas, una conceptualización del populismo en Colombia a tono con el tinte peyorativo que el concepto tenía en el Cono Sur.
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