Amigos de Dios (bolsillo, rústica, color). Josemaria Escriva de Balaguer

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(PG 65, 926).

      [13] S. Jerónimo, Epistolae, 60, 12 (PL 22, 596).

      [14] Ioh XVII, 19.

      [15] Gal V, 9.

      [16] Cfr. S. Juan de la Cruz, Carta a María de la Encarnación, 6-VII-1591.

      [17] Sta. Teresa de Jesús, Libro de la vida, 20, 26.

      [18] Gal IV, 31.

      [19] Act XXI, 5.

      [20] Casiano, Collationes, 6, 17 (PL 49, 667-668).

      [21] Cant II, 15.

      [22] Ioh XXI, 17.

      [23] Ps XLII, 2.

      [24] Eph IV, 13.

      [25] Lc V, 4.

      [26] Lc V, 10-11.

      [27] Mc VI, 48, 50-51.

      [28] Lc VIII, 23-25.

      [29] 1 Reg III, 9.

      LA LIBERTAD, DON DE DIOS

      [Homilía pronunciada el 10-IV-1956]

      23

      Escoger la vida

      24

      Con agradecimiento, porque percibimos la felicidad a que estamos llamados, hemos aprendido que las criaturas todas han sido sacadas de la nada por Dios y para Dios: las racionales, los hombres, aunque con tanta frecuencia perdamos la razón; y las irracionales, las que corretean por la superficie de la tierra, o habitan en las entrañas del mundo, o cruzan el azul del cielo, algunas hasta mirar de hito en hito al sol. Pero, en medio de esta maravillosa variedad, solo nosotros, los hombres —no hablo aquí de los ángeles— nos unimos al Creador por el ejercicio de nuestra libertad: podemos rendir o negar al Señor la gloria que le corresponde como Autor de todo lo que existe.

      25

      El sentido de la libertad

      26

      Nunca podremos acabar de entender esa libertad de Jesucristo, inmensa —infinita— como su amor. Pero el tesoro preciosísimo de su generoso holocausto nos debe mover a pensar: ¿por qué me has dejado, Señor, este privilegio, con el que soy capaz de seguir tus pasos, pero también de ofenderte? Llegamos así a calibrar el recto uso de la libertad si se dispone hacia el bien; y su equivocada orientación, cuando con esa facultad el hombre se olvida, se aparta del Amor de los amores. La libertad personal —que defiendo y defenderé siempre con todas mis fuerzas— me lleva a demandar con convencida seguridad, consciente también de mi propia flaqueza: ¿qué esperas de mí, Señor, para que yo

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