¡Viva Cataluña española!. José Fernando Mota Muñoz

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¡Viva Cataluña española! - José Fernando Mota Muñoz Historia

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de la Sección de Rugby del club blanquiazul. Entre ellos destaca un joven alto y fornido, un firme españolista en lo político y en lo deportivo, se llama José María Poblador Álvarez y, como veremos, será, entre otras cosas, fundador de las JONS en Barcelona.16

      José María Poblador procede de una familia aragonesa. Su padre, José María Poblador Vicente, originario de Codol (Zaragoza), se había licenciado en Derecho y era perito, profesor mercantil y maestro. Había pasado por diferentes ciudades opositando y ocupando diferentes puestos de funcionario y recaló como tenedor de libros en la Sala de Ultramar del Tribunal de Cuentas, para pasar después a la oficina de Obras Públicas de la provincia de Huesca, en donde conocería a su mujer, que procedía de una familia aristocrática de Boltaña, los Álvarez de Altabás. Parece que participó como oficial en la guerra de Cuba. Hacia 1900 emigró a Barcelona, donde fundó y dirigió la Academia Escuela Politécnica, especializada en la formación de alumnos para comercio, aduanas o Correos. En la Ciudad Condal se integra en asociaciones de aragoneses, siendo secretario del Centro Protector Aragonés. Se aficiona al fútbol y se hace socio del RCD Español. También se interesa por la política y se suma a la Juventud Tradicionalista, de la que se daría de baja en 1904 por considerarla tibia en su españolismo. Ese mismo año es detenido, junto con otros carlistas disidentes, por promover disturbios durante la representación de la zarzuela Patria nueva, que entendían que atacaba al rey Carlos. Parece que posteriormente se trasladó a Sos del Rey Católico, donde trabajará de asentador de granos. En 1912 lo encontramos en Zaragoza como director de la Gaceta Secretarial, publicación dirigida a los secretarios de ayuntamiento.

      En la capital maña, entre 1910 y 1915, estudia bachillerato su hijo José María Poblador Álvarez, que había nacido en Huesca en 1899. En 1915 la familia se traslada de nuevo a Barcelona. El padre ejerce otra vez de director de una academia mercantil. José María hijo sigue sus estudios de secundaria en el Colegio San Miguel y parece que, una vez acabados estos, se matricula en la Universidad de Barcelona.

      Poblador es testigo del auge del catalanismo en la universidad y las calles de Barcelona. Siguiendo a su padre, se ha convertido en un españolista cercano al tradicionalismo, aunque sin militar en sus filas. Se volverá anticatalanista visceral, de los que afirmaban que el catalanismo había tratado «de crear y hacer ver un hecho diferencial, que jamás existió», postura que nunca abandonará. Pronto participa en peleas y riñas callejeras y en 1918 es detenido por primera vez en una bronca en los claustros de la universidad con unos catalanistas que pretendían quemar una bandera española. El asunto, según explicaba, le valió tener que comparecer ante un tribunal disciplinario universitario. Su exaltado españolismo hizo que en 1923 se acercara a La Traza.

      Como muchos jóvenes de la época, es aficionado al deporte y, siguiendo de nuevo a su padre, se hace socio del RCD Español. Poblador practica el fútbol con el equipo de Derecho, pero se decantará por el rugby. Cuando en abril de 1923 se cree la Sección de Rugby del RCD Español, Poblador será escogido presidente, siendo reelegido en 1924 y 1925; además, será uno de los jugadores destacados del equipo, actuando de medio tres cuartos, medio apertura y arrier. Jugará hasta 1928. En el mismo equipo estaban los hermanos Luque Recio, a los que con el tiempo reencontrará en Falange. En febrero 1925 es elegido vicepresidente de la Federación Catalana de Rugby. Además, a partir de 1926, actúa como árbitro.

      En la defensa del españolismo y del RCD Español, Poblador no desdeña el enfrentamiento físico. Lo hemos visto en su actuación en los claustros y seguramente en el «derbi de la calderilla», y en esa pelea Poblador no era el único perico que repartió puñetazos y bastonazos, lo más seguro es que uno de los que le acompañasen fuese otro joven bronco: Francisco Palau Rabassó.

      Barcelona, 11 de noviembre de 1915, se celebra un mitin electoral de cara a las municipales en el local de la Juventud Radical del Distrito V, en la calle Hospital. Poco antes de empezar el acto, jóvenes jaimistas reparten a los asistentes el folleto Lerroux y su obra, un panfleto crítico con el líder radical. La provocación tiene efecto. Salen a relucir armas cortas y se inicia un tiroteo. Pronto los alrededores del local se convierten en escenario de una batalla campal. Radicales y jaimistas intercambian disparos y caen heridos un par de carlistas. Las fuerzas del orden consiguen ahuyentar a los contendientes. Entre los que han conseguido huir indemnes está Francisco Palau Rabassó, un joven jaimista de 14 años.

      En el primigenio Requeté barcelonés abundan jóvenes trabajadores acabados de llegar desde el campo que traían consigo la tradición de violencia rural del carlismo. En los círculos carlistas y en las excursiones aprendían tiro, boxeo y otras técnicas de lucha, y sus miembros acababan armados con porras y pistolas, las más populares de las cuales eran las Browning, desplazadas más adelante por las Star. En el Requeté conocerá Francisco Palau el culto a la violencia y las armas, el afán por la pelea y la acción directa, algo que le acompañará toda la vida.

      Francisco Palau se acercará a los planteamientos del grupo de carlistas radicales que publicaban La Trinchera. Era un grupo que exaltaba la violencia, que menospreciaba las contiendas electorales –preferían las peleas en las calles–, que creían que la oposición conservadora y de casino que realizaba el carlismo oficial minaba la vitalidad y la combatividad que históricamente había tenido el tradicionalismo y que utilizaban cierta retórica obrerista, hablaban de solidaridad y abominaban del paternalismo empresarial y la caridad católica. Su lema era «radicalismo, intransigencia, nobleza y sinceridad». Miembros de esta corriente carlista darán cobertura intelectual a los Sindicatos Libres (Winston, 1989: 88-96).

      Pero los carlistas de La Trinchera no se limitan a combatir a los lerrouxistas y sus Jóvenes Bárbaros, sus enemigos tradicionales; también se enfrentan a los catalanistas conservadores de la Lliga Regionalista, a los que motejan como «cerdos separatistas». La Lliga representa para ellos lo peor del capitalismo, un partido burgués, hostil al pueblo trabajador. Los de La Trinchera abominan de las frecuentes alianzas electorales del carlismo oficial con ellos, así que también están en su punto de mira.

      Por ejemplo, el 22 de mayo de 1916 se celebra en el parque Güell un banquete que cierra la Festa de la Unitat Catalana, con la que la Lliga celebra sus buenos resultados electorales. Esa noche, un grupo de jóvenes jaimistas, entre los que se encuentra Palau, organizan una sonora pita delante de la casa de Cambó e intentan asaltar la sede del partido en la calle Cucurella.

      Las desavenencias entre el sector más españolista del carlismo y los partidarios del acercamiento a los catalanistas conservadores se enconan y, en abril de 1917, carlistas españolistas agreden en la Puerta de la Paz a otros tradicionalistas que se dirigían al Mundial Palace, donde estaba previsto un acto del partido. El enfrentamiento continuó delante del Círculo Tradicionalista de Puertaferrisa, cayendo uno de los implicados desde el balcón. De resultas de esta pelea Francisco Palau fue expulsado del Círculo.

      Ese mismo año inicia sus estudios de perito en la Escuela Industrial de Vilanova i la Geltrú. Allí rápidamente se hace un nombre. No rehúye los enfrentamientos físicos con los estudiantes catalanistas, justo en el momento de mayor auge de las campañas autonomistas. Organiza con otros estudiantes españolistas contramanifestaciones a las protestas catalanistas, y

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