¡Viva Cataluña española!. José Fernando Mota Muñoz

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¡Viva Cataluña española! - José Fernando Mota Muñoz Historia

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      El histórico título es celebrado por la Peña Ibérica con fiestas y bailes. La Verdad Deportiva publica un poema dedicado a tan crucial momento, el cual finaliza así:

      Ya estamos satisfechos en España.

      Un equipo español venció en la liza.

      No valió al renegado su artimaña

      La Peña se expande y en mayo inaugura sede en Terrassa. Participa en la vida social barcelonesa; asisten al homenaje al marqués de Foronda, director de la Exposición Internacional de Barcelona, y participan en un festival benéfico en favor de los dispensarios Acción Social. No olvidan del todo su faceta deportiva y ese mismo año montan un equipo de fútbol que reta a otras peñas del Español como la Zamora, Trabal y Vantolrá.

      Poblador sigue ligado al periodismo, ahora de forma profesional. En 1929 había entrado en la redacción de La Razón, órgano oficial de la Unión Patriótica barcelonesa, que tras la desaparición del partido único fue adquirido por el Sindicato Libre, que le dio un tono más obrerista. También era redactor de La Protesta, semanario nacido en mayo de 1930 impulsado por miembros de los Sindicatos Libres partidarios de la Dictadura y disidentes del carlismo oficial, y, además, colaboraba en esos años en La Hoja Oficial del Lunes, en la que se destacaban todos los actos organizados por la Peña Ibérica. Poblador ingresó ese año en el Sindicato Profesional de Periodistas.

      Y será Poblador quien dirija una nueva publicación deportiva aparecida en octubre de 1929, Furia Española. A pesar de su título, tiene un carácter menos político que publicaciones anteriores y trata de mantener un tono equidistante entre todos los equipos catalanes. Se trata de un semanario gratuito, financiado por la publicidad, que se repartía los lunes en peluquerías, hoteles, sociedades recreativas y deportivas. Se confeccionaba los domingos, por lo que no recogía crónicas de partidos, sino entrevistas y artículos sobre fútbol y boxeo, los dos principales deportes de masas en esos momentos. No parece que tuviera mucha vida. El último número que hemos localizado es el tercero, de 20 de octubre de 1929.

      En febrero de 1930, bajo presidencia de Francisco Palau y en presencia del delegado gubernativo, se celebra la reunión general ordinaria de la Peña Ibérica. Asisten unos ochenta socios. El secretario, Poblador, da lectura a la memoria del ejercicio anterior. El discurso no tiene desperdicio; es una condensación de los ideales de la Peña expresados en el lenguaje rimbombante habitual. Con fuerza, arrancaba con un «aquí nos tenéis presentes enarbolando con orgullo nuestra Santa bandera y la representación directora de esta entidad, conglomerado de hombres de limpio ideal y de sanas condiciones, para laborar por el bienestar y el progreso de nuestra querida patria». Elitismo y virilidad, un clásico de la Peña. Insiste en ello: «Peña Ibérica no recolecta adictos, no tiene nuestra entidad bases de riqueza que sirvan de espejuelo para cazar hombres alucinados por el resplandor del favor y del otorgamiento de cargos y recompensas» no, ellos son «la cuna del españolismo, donde ingresan los hombres que buscan dar al alma lo que le pertenece, desechando por completo la podredumbre material [...] somos hombres desinteresados y batalladores respondiendo al ideal de Patria, Justicia y Libertad», por eso «siempre tropiezan con el mismo inconveniente, con la falta de medios económicos [...] A nuestros enemigos les sobra esta condición y les falta hombría para llevar acabo los planes; a nosotros nos sobra hombría y nos falta ese medio económico ejecutor». Avanza un tema que será habitual durante el periodo republicano; la falta de financiación será otro talón de Aquiles de la extrema derecha barcelonesa. Excepto los más numerosos carlistas y los pudientes alfonsinos, el resto de grupos y grupúsculos ultras no encontrarán una fuente de financiación continuada.

      Además, Poblador hace referencia a la situación política: «estamos en vísperas de grandes acontecimientos y por ello debemos estar unidos» y ser «los cimientos fuertes y robustos de un nacionalismo sano, el día de mañana; que sin dudarlo ha de ser la única y legítima salvación de nuestra querida patria, indivisible y conquistadora [...] siguiendo nuestro camino fija siempre la mirada en esa palabra que es todo un compendio de dicha y felicidad: ESPAÑA».

      A continuación intervienen algunos socios. Se lee la carta de uno de ellos, que pide su baja porque, siendo republicano, cree que la Peña se inclina por la monarquía. Se le aclara que la Peña Ibérica labora «por España indivisible y conquistadora, para alcanzar su legítima grandeza y prosperidad, no fijando en modo alguno la forma y dirección del Estado, por ser todo ello secundario a la idea de patria». Por último, se reelige a Francisco Palau como presidente y Poblador como secretario.

      Los ibéricos no abandonan su presencia callejera. En febrero de 1930 le buscan las cosquillas a la Federación Universitaria Escolar (FUE). El día 11 el sindicato estudiantil, que se había destacado en su lucha contra la Dictadura, rinde homenaje a su presidente, el estudiante mallorquín Antoni Maria Sbert, represaliado por el Directorio. El acto se celebra en el Teatro Novedades y los ibéricos no dejan pasar la oportunidad de enfrentarse a unos opositores a su estimado dictador. A la salida del acto provocan y amenazan a los estudiantes. Se intercambian algunos golpes. Ha de intervenir la policía para pacificar el ambiente. Hay un detenido, pronto puesto en libertad.

      El 29 de marzo miembros de la Peña Ibérica se desplazan a la estación de Francia para participar en la despedida del general Emilio Barrera, que tras siete años de capitán general de Barcelona ha sido depuesto en su cargo. En los andenes se alinean autoridades y admiradores de la labor represiva llevada a cabo por el general. No faltan monárquicos, upetistas, libreños y algunos personajes que conoceremos pronto, como Pedro Vives o el canónigo José Montagut. Tras la salida del tren, un grupo de jóvenes, entre los que destacan los ibéricos, con una bandera española al frente, tratan de organizar una manifestación. La fuerza pública se lo impide y les arrebata la enseña. Hay garrotazos de la secreta y espadazos de los guardias de Seguridad. Tras ser disueltos, una comisión de los manifestantes se desplaza al cercano Gobierno Civil para reclamar la devolución de la bandera. El gobernador se la entrega, pero les recuerda que no tienen autorización para manifestarse. A pesar de ello, a la salida del Gobierno Civil de nuevo tratan de hacerlo y tiene que actuar otra vez la policía.

      En mayo de 1930 participan, junto al Grupo Alfonso, la Juventud Monárquica, los socialistas-monárquicos y otras entidades españolistas, en un homenaje a Carmen Laguarda, una joven estudiante de Letras que había resultado herida en un enfrentamiento con catalanistas en la universidad cuando «con su actitud impidió, en las recientes algaradas estudiantiles, que un grupo de fanáticos cometiesen desmanes con una bandera española».

      Justo ese mes una delegación de la Peña Ibérica tiene previsto una visita a Madrid y esta vez no es por motivos futbolísticos. Toda esta actividad españolista, anticatalanista y de calle ha atraído la atención de un curioso personaje que está organizando su propio partido en Madrid, el doctor Albiñana.

      ***

      El 4 de mayo de 1930, en un local céntrico de la capital, está convocado un ágape organizado por el doctor José María Albiñana Sanz. Se trata de un acto del PNE, la organización política que ha fundado y lidera este extravagante neurólogo, un partido que hace gala de un españolismo esencialista y se presenta como adalid de esa violencia que tanto atrae a la extrema derecha. Militares, antiguos upetistas, carlistas españolistas, monárquicos de base y miembros de los Sindicatos Libres nutren sus filas. Son nostálgicos de la Dictadura, antiliberales –que por tanto no se sienten atraídos por los partidos dinásticos– y que a su vez no pueden ingresar en otros grupos monárquicos por el elitismo de estos.

      El 13 de abril de ese mismo año se había hecho público su manifiestoprograma: añejo nacionalismo español, defensa del catolicismo y la monarquía tradicional como

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