¡Viva Cataluña española!. José Fernando Mota Muñoz

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¡Viva Cataluña española! - José Fernando Mota Muñoz Historia

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la acción política y aún de la propia doctrina, a través de la actuación de milicias encuadradas en las propias filas del partido». Estas milicias de choque las constituyen los Legionarios de España, destinados a atacar a los enemigos de la patria siguiendo el modelo de los Sindicatos Libres o los jóvenes mauristas. Pronto pasan a la acción, con agresiones a republicanos y socialistas, asaltos a revistas y diarios y amenazas a periodistas. Se hicieron populares como una partida de la porra. Su fama eclipsará al partido.

      Durante el acto se ha desgranado el programa político del PNE. Mediada la comida, es el propio Albiñana el encargado de anunciar a la concurrencia la llegada de los delegados de la «españolísima entidad barcelonesa de la Peña Ibérica que a tantos obstáculos ha de hacer frente en Cataluña». Aparecen en la sala José María Poblador, Manuel del Castillo Arechaga, Matías Colmenares y Pedro Pujol. Una atronadora ovación recibe a los barceloneses.

      La delegación ibérica llevaba en Madrid desde el día 2, llegada «con el exclusivo objeto de conferenciar con el doctor Albiñana y recibir personalmente sus instrucciones». El día siguiente los ibéricos, acompañados del propio Albiñana, habían participado en el banquete mensual que organizaba el órgano primorriverista La Nación. Allí pudieron departir con su director, Manuel Delgado Barreto, y con José Antonio Primo de Rivera, principal accionista del periódico, que presidía el banquete. Ahora, día 4, son presentados ante los correligionarios de Albiñana.

      Albiñana está encantado con sus aliados barceloneses. En un artículo en La Nación afirma con su retorcido estilo:

      La alianza entre la Peña Ibérica y Albiñana acaba de sellarse con la visita del líder del PNE a Barcelona a finales del mismo mes de mayo de 1930. Albiñana conoce la ciudad, ha estado matriculado, siempre por libre, en diferentes ocasiones, en la Universidad de Barcelona. En el curso 1905/1906 se matriculó en cinco asignaturas de Medicina, en 1912/1913 lo hizo en cinco de Farmacia y en el curso siguiente en cuatro asignaturas de Filosofía y Letras, Sección Historia. Además, en 1913 y 1914 visitó la Ciudad Condal como presidente de la Federación Nacional de Sanidad Civil, la última vez pronunciando una conferencia en el Ateneu Barcelonès. Fueron estancias fugaces, para matricularse y realizar los exámenes, para conferenciar, pero seguramente le sirvieron para percibir el crecimiento de lo que para él acabará convirtiéndose en «el auténtico talón de Aquiles de la construcción nacional española», el catalanismo.

      Albiñana pasa algunos días en la Ciudad Condal. Se desplaza a Terrassa, donde pronuncia un mitin en el local de la Peña Ibérica egarense y es agasajado por los ibéricos con una cena en el Hotel Metropolitano, de la avenida Tibidabo. Según la prensa afín, son trescientos los asistentes al banquete. En el comedor se coloca una enorme bandera española, que ocupa toda una pared y que es izada a los acordes de la Marcha Real. A la hora de los brindis toma la palabra el canónigo José Montagut Roca, que aprovecha para recordar «la inmensa obra de progreso espiritual y material que Cataluña debe a la Dictadura». Se escuchan los primeros vítores en la sala, resuena un ¡Viva Primo de Rivera, salvador de la Patria!

      José Montagut Roca, originario de Mora d’Ebre, era un anticatalanista furibundo e integrista católico que, procedente del carlismo, había pasado por el mellismo y se había convertido en un reconocido propagandista de la Dictadura. Había sido uno de los oradores estrella de los círculos de la Unión Patriótica de Barcelona, además de consiliario de su Agrupación Femenina. También había tomado la pluma para ensalzar las bondades del régimen. En 1928 publicó El Dictador y la dictadura, donde se deshacía en elogios hacia Primo de Rivera y su obra. En 1930 había escrito una réplica al libro crítico con la Dictadura de Francesc Cambó y, a pesar de la caída de la Dictadura, seguía siendo un firme primorriverista, como el propio Albiñana.

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