¡Viva Cataluña española!. José Fernando Mota Muñoz
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Finalmente, renuncian a la suya propia y participan en las reuniones que, durante las primeras semanas de febrero, mantienen españolistas de la ciudad para fraguar una propuesta unitaria. En el local de la UMN se encuentran miembros de la entidad monárquica, mauristas de Derecha Nacional, integristas del Centro de Defensa Social, albiñanistas, socialistasmonárquicos, la Juventud Monárquica, el Comité de Acción Española y los ibéricos. Acuerdan una candidatura que no se presentaría como monárquica, sino como españolista y de orden. Como sabemos, tras la dimisión de Berenguer, estas elecciones no se celebrarán.
A pesar de ello, los del Comité de Acción Española continuarán su actividad proselitista. En las siguientes semanas programarán diferentes actos de «acción españolista». Los ponentes acostumbran a ser dirigentes del Comité, como Claret, Vives, Guiamet, Ponz o Llanas de Niubó, a los que se unen otros publicistas, como el abogado y periodista de origen segoviano Pablo Sáenz de Barés, autor de novelitas patrióticas y católicas, exdirector de la Gaceta de Cataluña y miembro del Secretariado de la Confederación Nacional Católico-Agraria, que había pasado por la UMN para acabar recalando en el PNE; Pablo Bayle, administrador del Banco Comercial de Tarrasa, que ejerce de presidente de la Comisión de Estudios Económicos del Comité; Alberto de Avilés, maurista y miembro del Grupo Alfonso, o Juan Vidal Salvó, exupetista y miembro de la Juventud Monárquica, un abogado al que conoceremos a fondo. Las conferencias sirven para enaltecer «el amor a España» y exponer los principios del Comité, que, sin elecciones a la vista, no esconden que han «nacido al calor de los tres grandes amores: Religión, Patria y Monarquía».
También pondrán el énfasis en defender a los maestros, muchos destinados a Barcelona desde otras provincias españolas. Los maestros nacionales serán uno de los colectivos proclives a escuchar los cantos de sirena del españolismo.
Los ibéricos, rotos sus acuerdos con los albiñanistas, se vuelcan en el Comité de Acción Española, pero sin renunciar a su autonomía política. A pesar del apoyo a la retórica reaccionaria del Comité, el discurso de la Peña Ibérica es diferente.
HABLAN LOS HOMBRES
La Sala Emporium, en la calle Muntaner, esa mañana del 5 de abril de 1931 no ofrece su habitual aspecto. Lo que acostumbra a ser una sala de baile se ha transformado en un auditorio. Está programado un acto de afirmación nacionalista, en este caso española. En La Protesta lo han anunciado como «Interesantísimo. La simpática entidad Peña Ibérica celebra un mitin el próximo domingo en que van a hablar los hombres. Ya era hora. Porque hasta ahora solo han cacareado gallinas y graznado grullas. ¡Interesante, interesantísimo!».48 Efectivamente, el acto lleva por título, de forma algo petulante, «Hablan los hombres».
Preside el acto Francisco Palau. La sala presenta bastantes claros. No han llenado. Abre el mitin José María Poblador. Explica que el acto tiene por objeto contrarrestar las campañas separatistas que están realizando las fuerzas políticas catalanistas de cara a las elecciones municipales. Critica el pacto de San Sebastián, que solo busca constituir una República separatista, y que al amparo del fuero universitario se haga política antipatriótica. Llama a la masa obrera a oponerse a estos manejos y acaba apelando a la valentía para luchar contra esta situación; se «precisa que vivamos un cuarto de hora como leones, para no ser toda la vida borregos», dice.
Seguidamente toma la palabra Domingo Batet. Comienza atacando a separatistas y comunistas y afirma que la «Peña Ibérica no está con nadie, ni con Monarquía, ni con República, pero estará siempre al lado de quien haga España grande». Pide protección para la clase obrera y ataca vehementemente a Macià, «el problema catalán no existe», afirma con contundencia. Tampoco se salvan de su diatriba los viejos políticos de la Monarquía. Realiza una apología de la Dictadura y acaba con un estruendoso ¡Viva España!, ¡Viva la Peña Ibérica!
Después sube al estrado Juan Sabadell. Se queja de que, en Barcelona, donde tantas veces se derramó sangre por la patria, se tengan que hacer actos de afirmación españolista. Critica duramente la campaña separatista y les advierte de que si quieren triunfar «habrán de hacerlo con sangre, no con votos».
Le sigue Enrique Catalá de Bezzi, que aclara el lema del acto. Afirma que en él hablan los hombres de la Peña Ibérica, que es española y democrática, pues en ella caben todos. Se extiende en críticas al alcalde de Barcelona y a Cambó y su nefasta política monetaria. Realiza una encendida defensa del marqués de Foronda y finaliza gritando ¡Todo por España y para España! ¡Viva España!
El siguiente orador es José Ponz, que inicia su parlamento lamentando los huecos que se ven en el auditorio; los achaca a la falta de valentía, a que es un país de pusilánimes y egoístas. Dedica un afectuoso saludo a las señoritas que sí se han atrevido a asistir al acto. La Peña Ibérica no busca popularidad, solo «salen a la calle a barrer las vergüenzas». Ataca a los trusts mundiales «que persiguen el hambre del proletariado para así, luego, poder alcanzar con el dinero cuanto se les antoje con miras al negocio». Remata con una llamada a trabajar «por una Cataluña grande dentro de España».
Después toma la palabra Ramón López de Jorge, quien afirma que «España no necesita de grandes tribunos ni de grandes oradores, solo precisa de hombres fuertes que creen riqueza y de hombres honrados que la distribuyan equitativamente». Pide políticas sociales para «evitar que haya quien sufra hambre» y afirma que «hoy hemos de pedir, mañana tal vez exigiremos, que todo español tenga asegurada su vejez». Acaba su inflamado discurso explicando que la Peña Ibérica «no es plante de chulo y sí amor y dolor» pero, a diferencia de Jesucristo, que murió en la cruz por amor a los hombres, «ellos morirán matando».
Cierra el acto el presidente Francisco Palau. En tono belicoso afirma «que para conseguir la paz deben prepararse para la guerra, y que en España no habrá paz mientras no desaparezcan los que viven y medran aprovechando los momentos tristes de la patria». Luego arremete contra el peligro comunista, contra Macià y contra los intelectuales, diciendo que la Peña Ibérica «se ofrece para luchar cara a cara y para el bien de España».
Según la crónica que seguimos, seguramente escrita por Poblador, «todos los oradores, que usaron lenguaje verdaderamente agresivo, fueron muy aplaudidos».
Una vez acabado el acto, los participantes se dirigen en manifestación hasta su local de plaza Universidad. No debían de ser muchos. La prensa catalanista se mofa de ello. Según La Rambla de Catalunya eran quince «comptant-hi la bandera, els agents de policia i dos guàrdies de seguretat a cavall que acompanyaven als manifestants». Durante el recorrido ondean una bandera con los colores rojigualdas. Al ser increpados, los ibéricos responden con puñetazos y golpes. Finalmente ha de intervenir la policía para separar a los contendientes.49
Los parlamentos escuchados resumen cuáles eran los planteamientos políticos de la Peña Ibérica poco antes de la proclamación de la República. De su carlismo disidente y su españolismo vehemente han ido evolucionando; ahora se presentan como un grupo cuasi fascista. En los temas desgranados en el acto podemos reconocer los lemas del fascismo: ultranacionalismo, elogio de la violencia