¡Viva Cataluña española!. José Fernando Mota Muñoz
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La manifestación, además de una demostración de fuerza del carlismo, era una protesta contra la Constitución republicana, que sería aprobada por las Cortes al día siguiente. Sobre todo, contra el laicismo que recogía el texto; de ahí la exaltación religiosa de la manifestación. La defensa del catolicismo es, en esos momentos, el banderín de enganche del carlismo y de la derecha en general. Ello unido, en Barcelona, al españolismo.
Esta protesta animó algo al decaído españolismo barcelonés. De hecho, «los núcleos patriotas dispersos de Barcelona» hicieron piña con los carlistas después de esta manifestación. El carlismo se convirtió en un centro de atracción para los contrarrevolucionarios barceloneses. Los carlistas vieron acudir a sus filas a nuevos militantes.
NUEVOS CARLISTAS Y VIEJOS MODOS4
El 19 de junio de 1932 se inaugura la nueva sede central del carlismo barcelonés. La apertura estaba prevista para el 28 de mayo, pero la orden general de suspensión de toda clase de actos políticos decretada por el Gobierno Civil en esas fechas lo había impedido. El carlismo está creciendo en militancia y necesita una nueva sede. Ha abandonado el histórico y vetusto local de la calle Puertaferrisa, para abrir otro, más grande y suntuoso, en el paseo de Gracia, en su número 17, la misma elegante avenida donde han abierto local los alfonsinos y donde también tiene su sede la Lliga Regionalista.
El acto se inicia a las nueve de la mañana con una misa en la iglesia de las Madres Escolapias. A las once, los congregados se trasladan al local, donde se procede a su bendición. La inauguración continúa por la tarde. A las seis se ofrece un lunch. Llegan los discursos. Se han instalado altavoces en el jardín. Entre otros dirigentes tomaron la palabra el conde de Valdellano y Miquel Junyent, jefe provincial, quien dijo «que la sal sagrada que se había puesto en la puerta de entrada era para preservar de que pudiera penetrar en el local el liberalismo, ya que la casa era la de la tradición». También se felicitó «del aumento de afiliados que han experimentado en estos últimos tiempos los tradicionalistas». Todo es optimismo, todavía tienen reciente la exitosa Gran Semana Tradicionalista, celebrada entre el 2 y el 8 de mayo, durante la cual se han organizado multitud de actos propagandísticos en un centenar de pueblos de Cataluña.
Los jóvenes carlistas, enardecidos por los discursos, dan vivas al rey. Algunos transeúntes los oyen y se indignan. Se forman corrillos. Protestan contra los cavernícolas, que es como la izquierda denomina a los carlistas y reaccionarios en general. Desde el jardín y los balcones del Círculo, jóvenes carlistas responden subiendo el tono y entonando canciones monárquicas. Lanzan gritos contra los jabalís, como la derecha denomina a los republicanos más extremistas. De repente llega un grupo de manifestantes enarbolando banderas tricolores y dando vivas a la República. Pronto se pasa de las palabras a los hechos. Resuenan algunos disparos. Se produce una desbandada. No hay heridos, parece que los tiros se han hecho con pistolas de fogueo. Aparecen guardias de Asalto que tranquilizan la situación.
El Gobierno Civil decreta la inmediata clausura de la recién estrenada sede. A las 23 h se presenta la policía, procede al cierre y se llevan detenido al conserje. Además, van a buscar a su casa a Mauricio de Sivatte de Bobadilla, secretario del Círculo. Enterados los directivos carlistas, que estaban agasajando a los invitados foráneos en el restaurante Font del Lleó, se desplazan a la comisaría para pedir explicaciones. Son todos detenidos. Entre ellos está el conde de Valdellano, presidente de la entidad. Al día siguiente el gobernador informa «que los detenidos lo estaban por haberse negado a facilitar, alegando ignorar dónde se hallaba, el libro-registro de socios, lo cual significa resistencia a cumplir un requisito legal».5 Son liberados al poco tiempo. El nuevo centro carlista hacía su presentación al viejo estilo, con bronca, tiros y detenciones.
Hemos visto como el carlismo recibió la proclamación de la República con un manifiesto firmado por Jaime de Borbón en el que se pedía calma a sus seguidores y respeto al nuevo régimen. Ello a pesar del cierre de círculos y locales carlistas que se produjo con el advenimiento de la República, pero pronto el tono pacificador dejó paso a la belicosidad habitual de los tradicionalistas. Visto que la República se afianzaba como forma de gobierno, un mes después el pretendiente llamaba a organizarse en la lucha antirrepublicana. Ello no los aleja de la vida política y, en las elecciones constituyentes de junio de 1931, bajo la premisa de agrupar a todos los católicos, participan en Barcelona en una candidatura conjunta con la Lliga Regionalista.
El pacto de los tradicionalistas con la Lliga no fue bien recibido por su sector más españolista. Tampoco el apoyo a regañadientes de los carlistas al Estatut. Pero a pesar de ello el carlismo crecía. Tras la muerte de Jaime de Borbón en octubre de 1931, sustituido por su tío Alfonso Carlos, con un perfil más reaccionario, integristas y mellistas retornaron a las filas tradicionalistas. Esto dio un sesgo más ultra a la organización, que fue alejándose de la República por sus medidas laicistas y reformistas, que ellos consideraban anticlericales y revolucionarias. También llegaron «nuevos carlistas», gente bien que busca refugio en el tradicionalismo, aristócratas catalanes que recuperan su pasado carlista. Se abrieron nuevos círculos en la ciudad, llegando a tener trece repartidos por los distritos, y, como hemos visto, cambiaron la sede central.
Este crecimiento fue visto con cierta preocupación por los sectores más puristas y ortodoxos, que temían que se desdibujase el perfil del tradicionalismo. Uno de los denunciantes de este peligro y defensora de las esencias del carlismo era una nueva publicación que había visto la luz en julio de 1931, el semanario Reacción.
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Ese 25 de julio de 1931 miembros del Requeté vocean por las Ramblas una nueva publicación: ¡Ha salido Reacción, semanario de lucha política! Los jóvenes miran a un lado y a otro; temen una agresión. De hecho, sobre la pila de ejemplares han colocado una boina roja para que se conozca la orientación del semanario, y debajo un cargador del nueve largo, para evitar que la pila se vuele y como elemento disuasorio. Si el título de la publicación ya era una declaración de principios, todavía lo era más su lema: «ningún enemigo a la derecha». En el editorial de su primer número dejaban claro el porqué de su nombre:
Reacción. Acción, afirmativa, vigorosa, fecunda, que resiste a la acción negativa estéril y destructora. A la acción demagógica, disolvente y corrosiva de todo aquello que construyó en largos siglos la vigorosa Tradición de nuestro pueblo, opondremos nuestra reacción.
A la acción del liberalismo exótico y postizo que intenta desvirtuar las verdaderas características de nuestra raza resistiremos con nuestra reacción.
A la acción demoledora del ateísmo que pretende aniquilar con saña feroz el cristiano contenido