Gritar lo que está callado. Alejandro Quecedo del Val
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El Antropoceno es la consecuencia última de un proceso dominador cuyo alcance trágico llevábamos sufriendo décadas, pero que ahora es ya una realidad ineludible. Un proceso que ha desembocado en la urgente necesidad de, en contra de nuestros deseos más primitivos, borrar la huella que hemos dejado en el planeta, pues de continuar ahondándola causaremos el colapso del sistema que nos ha consagrado como fuerza geológica. El Antropoceno nos ha traído hasta una dicotomía, en palabras de António Guterres, donde «si no cambiamos urgentemente nuestro modo de vida, ponemos en peligro la vida misma». Si no somos conscientes de esto, de la magnitud del Antropoceno, no habrá esperanza. ¿Cómo recuperarla? ¿Tendremos que replantear nuestra existencia misma, asumiendo su naturaleza efímera, para abandonar el deseo de dejar huella?
MEJOR HABLAR DE CRISIS ECOSOCIAL
El único animal que no sabe vivir con la vida está, ahora mismo, vendiéndosela a la nada por unas pocas monedas.
JOAQUÍN ARAÚJO
—Tres segundos. Ese es el marco temporal que ocupa el Antropoceno si la historia geológica de la tierra se comprimiera en veinticuatro horas.
—Tres segundos —murmullo.
—Sí. Eso es lo que hemos tardado en pasar de vivir en la naturaleza a dominarla, a aislarnos de ella y a explotarla. En tres segundos se ha producido la génesis de una profunda crisis ecológica.
Observo en silencio a mi interlocutora. Ni siquiera conozco su nombre, pero en sus ojos siento una emoción común que moviliza a tantos activistas: la frustración. Después miro a mi alrededor. Los pasillos de la ONU están atestados de gente trajeada que camina hacia los eventos marcados en sus agendas. Caminando con la determinación de saber dónde deben estar. Pero ¿saben hacia dónde deberían dirigir sus acciones, esfuerzos y discursos? ¿Saben cómo escapar de los tres segundos del Antropoceno?
No puedo evitar pensar en lo banal que resulta la historia de nuestra especie. Tres segundos. Siento que la solemnidad que se respira en este complejo foro de políticos, activistas y científicos es ridícula. No somos nada, sólo tres segundos. Somos insignificantes. Es casi inverosímil. ¿Cómo una transformación tan radical podía haber ocurrido en un margen de tiempo tan ínfimo? ¿Serán conscientes de esto el entramado burocrático que tiene como misión mitigar estos tres segundos de destrucción sistemática del medio ambiente?
Tres segundos nos han llevado a sufrir una profunda Crisis Ecosocial, un término que surgió de manera espontánea en los esfuerzos por analizar las implicaciones de la catástrofe ecológica. La Crisis Ecosocial es una crisis histórica, sistémica, translimitadora, transformativa y de inflexión. ¿Por qué prefiero hablar de Crisis Ecosocial en vez de cambio climático? Nuestro planeta atraviesa una crisis ecológica a escala planetaria y que afecta a la totalidad de lo viviente y los mecanismos que lo facilitan. Es decir, están ocurriendo varios problemas ecológicos a la vez, siendo los más notorios el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la contaminación y el agotamiento de recursos naturales. Cuando hablamos únicamente de Crisis Climática estamos siendo simplistas, cualquier perspectiva que no contemple la totalidad del problema es parte del problema. Es por ello por lo que, en términos generales, prefiero hablar de Crisis Ecológica.
Nuestras sociedades se basan en los ecosistemas que nos sustentan, su colapso implica nuestro colapso. Una de las partes más invisibilizadas en cuanto a la Crisis Ecológica es precisamente el impacto que tendrá sobre nuestra especie ya que generará una crisis humanitaria de una escala sin igual. Por tanto, hablar de Crisis Ecosocial es contemplar en un mismo término todas las cabezas de la Hidra. Y, al igual que con la Hidra, debemos decapitar de raíz todas sus cabezas para evitar que se regeneren constantemente. Joaquín Araújo sintetizó la problemática de la Crisis Ecosocial al decir que «nos enfrentamos a la totalidad misma. Defendemos la vivacidad misma».
¿En qué pruebas nos basamos para hacer saltar todas las alarmas?
En su sexto informe, el IPCC (Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de la ONU) constata de manera inequívoca la existencia de la Crisis Climática y que su causa no es otra que la actividad humana. Este panel está compuesto por científicos de todo el mundo que evalúan las evidencias empíricas en relación con las causas, el impacto y la mitigación del cambio climático.
Con respecto a los niveles pre-industriales, hemos aumentado la temperatura media del planeta ya en 1,1 °C. Un hecho sin precedente en los últimos once milenios. La concentración de CO2 en la atmósfera es la más alta en los últimos dos millones de años. Diecisiete de los dieciocho años más calurosos registrados han ocurrido desde 2001. Lo preocupante es la velocidad a la que el cambio climático está ocurriendo: sencillamente imposibilita cualquier adaptación de la biodiversidad a las nuevas circunstancias. De hecho, según apunta el informe, no hay precedente de un proceso similar al menos en los últimos dos mil años1. Pero la evidencia no es únicamente de datos y gráficos, es una evidencia tangible. En apenas una década hemos causado el retroceso del hielo ártico en un 13%2 y el avance de desiertos (cada minuto perdemos 23 hectáreas cultivables por la desertificación)3. Hemos aumentado el nivel del mar veinte centímetros entre 1901 y 2018 e incluso hemos alterado el eje de rotación de la Tierra4. El IPCC asegura que cada grado cuenta. En un escenario de una temperatura media superior en 2 °C, los eventos de calor extremo (y por ende los mega incendios) serían 8,6 veces más comunes que en el período de 1850 a 1900, pero en un escenario de 2,7 °C, ya lo serían 15,9 veces. Similarmente, los eventos extremos relacionados con el nivel del mar que antes ocurrían una vez cada cien años podrían ocurrir cada año a finales de este siglo si no tomamos medidas drásticas. El impacto de todos estos eventos que aumentan en gravedad y frecuencia es devastador; estamos hablando de zonas costeras inundadas, regiones enteras arrasadas por el fuego, cosechas destrozadas por el clima extremo y un largo etcétera.
Esas mismas emisiones que producen el cambio climático están contaminando nuestro aire y causan un mínimo de siete millones de muertes al año según la OMS5. Se espera que para 2050 haya más plástico que peces en el mar6. La mayoría de nuestra biodiversidad se encuentra contaminada a causa de la biomagnificación, que provoca la concentración de contaminación en las cadenas tróficas. Como es lógico, todos los microplásticos y venenos que arrojamos y que afectan a nuestra biodiversidad acaban antes o después en nuestros estómagos provocando serios efectos nocivos en nuestra salud. De hecho, según la ONU, cada año mueren doscientas mil personas a causa de los plaguicidas7.
Una de las dimensiones más preocupantes de la Crisis Ecológica es la pérdida de biodiversidad. Los expertos argumentan que ante los datos podemos hablar ya de la Sexta Extinción Masiva de especies. En 2018, el IPBES (organismo análogo al IPCC para la biodiversidad) declaró que un millón de especies se encontraban en peligro de extinción (es decir, una de cada ocho) y que tres cuartas partes de la superficie terrestre y dos tercios de la oceánica estaban severamente afectadas8. Más recientemente, en 2020 el informe Planeta Vivo de WWF llamaba la atención sobre el hecho de que en únicamente cincuenta años las