Gritar lo que está callado. Alejandro Quecedo del Val

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peces se encuentran en situaciones poblacionales adversas)9. Durante el Antropoceno, el ser humano ha situado la tasa actual de extinción de especies a un ritmo mil veces superior al natural y, según un estudio encabezado por Jurriaan M. de Vos, podría situarse a medio plazo en un ritmo diez mil veces superior con respecto al anterior a la llegada del ser humano10. ¿Cómo se traduce este dato? En la extinción de ciento cincuenta especies en un día11. La biodiversidad es esencial para la resiliencia de nuestros ecosistemas sobre los que se basan nuestras sociedades. Sin la supervivencia de la biodiversidad no habrá supervivencia para nuestra sociedad. Cada especie extinta es una especie perdida para siempre. Cada especie que perdemos reduce nuestra esperanza en el futuro puesto que, en palabras de Pitágoras, «mientras el hombre siga siendo despiadado destructor de los seres vivientes inferiores, jamás conocerá la salud y la paz. Mientras los hombres sigan masacrando animales, seguirán matándose entre sí».

      Estas evidencias están ocurriendo ahora y tienen un impacto real, tangible y trágico. Estas evidencias deben preocuparnos, pero, sobre todo, deben inspirarnos a actuar, debemos utilizarlas como justificación para hacer lo que debemos. Cualquier actuación requiere comprensión. Necesitamos por tanto comprender cuál es el significado de los datos que acabo de exponer, entender cuáles son las implicaciones de la Crisis Ecosocial.

      La Crisis Ecosocial es histórica en dos sentidos: retrospectivo y excepcional. Se trata, en primera instancia, de la conclusión de un proceso histórico (esencialmente de dimensión económica) que se consolidó con la revolución industrial y el triunfo del capitalismo. Hoy vivimos las consecuencias de siglos de explotación desmedida del patrimonio natural que el capitalismo incentivó para asegurar un crecimiento desmesurado e ilusorio (más adelante veremos por qué). Es decir, nuestro presente es consecuencia de las desmedidas del pasado; por eso es una crisis retrospectiva. Por otro lado, la Crisis Ecosocial es histórica por su singularidad. Nunca en nuestra historia como especie nos hemos enfrentado a un problema de expresión no antropogénica (aunque las causas sí lo sean) y de una dimensión tan total, absoluta y con un potencial destructivo de este calado. Además, es una crisis que llega en un momento determinante pues jamás la humanidad ha estado tan interconectada ni ha tenido un potencial transformativo tan radical como el que tenemos hoy en día: los avances científicos, tecnológicos, la interconectividad social, la expansión de la educación… Todos estos elementos dotan a nuestra sociedad de las herramientas y las circunstancias necesarias para llevar a cabo transiciones significativas hacia un paradigma sostenible, socialmente justo e inclusivo.

      La Crisis Ecosocial es total porque sus rostros, causas y consecuencias son sencillamente innumerables. No se trata únicamente de cambio climático, es también pérdida de biodiversidad, desertificación, expolio de los recursos naturales, contaminación, etc. No es sólo un problema medioambiental, lo es también social, cultural, político y económico. No es una crisis del sistema, es una crisis sistémica. Estructuralmente hemos fracasado. Sin lugar a duda, ha sido el capitalismo (con la agresividad de su extractivismo y la desmesura del consumismo) el que la ha causado. Pero, si bien el sistema económico es el responsable, el político no sólo se ha mostrado incapaz de evitar la crisis, sino que ha colaborado activamente en su creación, recrudecimiento y perpetuación. La sociedad, que ahora comienza a protestar mientras algunos sectores permanecen seducidos por las ficciones del sistema, se sume en la impotencia de no ser oída por sus gobernantes, de no ser capaz de implementar la voluntad popular. Por último, el canon cultural es en parte cómplice de haber consentido el desarraigo de lo natural. Todavía, la cultura no ha sido capaz de desarrollar nuevas narrativas emancipadoras que vertebren los procesos transformativos que necesitamos. En consecuencia, de este fracaso de las principales estructuras de nuestra civilización, han sido varios los intelectuales que hablan ya de una crisis civilizatoria. Se dice que el tardocapitalismo está herido de muerte, se ha suicidado al negarse a imponerse límites. Pero la victoria del neoliberalismo en el siglo pasado, tanto económica como espiritual, nos lleva a un escenario de ruptura. Dado que el cambio del sistema económico es una condición indispensable para evitar el desastre ecológico, la ruptura con nuestro orden civilizatorio es pues inevitable. Romperemos, con el rostro de nuestra civilización, sus expresiones y sus ficciones. Nos encaminamos a una ruptura de la que surgirá un nuevo sentir, una nueva concepción del ser.

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