Ciudad ocupada. David Peace

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Ciudad ocupada - David  Peace Sensibles a las Letras

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esta noche, están solo los que lloran.

      Aquí, esta noche, estamos solo nosotros:

      Esta noche volvemos a estar aquí Sutejiro Takeuchi, Yoshiyasu Watanabe, Hidehiko Nishimura, Shoichi Shirai, Miyako Akiyama, Hideko Uchida, Yoshio Sawada, Teruko Kato, Tatsuo Takizawa, Ryu Takizawa, Takako Takizawa y Yoshihiro Takizawa.

      Pero seguimos llorando. A cada

      minuto lloramos,

      a cada minuto rompemos a llorar otra vez en la Ciudad Ocupada:

      En la Ciudad Ocupada vuelve a ser 26 de enero de 1948.

      Aquí es 26 de enero de 1948 a cada minuto.

      Esa fecha es nuestra herida a cada minuto.

      Nuestra herida que no se curará nunca.

      Aquí, aquí, donde a cada minuto vuelve a ser esa fecha y esa hora, a cada minuto vuelve a ser la última vez:

       Por última vez. Por la mañana nos despertamos en nuestras camas. En nuestras camas que ya no son nuestras camas. Por última vez. Nos vestimos en nuestras casas. En nuestras casas que ya no son nuestras casas, con nuestra ropa que ya no es nuestra ropa. Por última vez. Comemos arroz blanco. Ahora solo comemos arroz negro, el arroz negro que nos vacía el estómago. Por última vez. Bebemos agua limpia. Aquí solo bebemos el agua oscura, el agua oscura que nos vacía la boca. Por última vez. En nuestros genkan les decimos adiós a nuestros padres y madres, a nuestros hermanos y hermanas, a nuestras mujeres e hijos, a nuestros maridos e hijas. A esos padres y madres, a esos hermanos y hermanas, a esas mujeres e hijos, a esos maridos e hijas que ya no son nuestros padres y madres, ya no son nuestros hermanos y hermanas, ya no son nuestras mujeres e hijos y ya no son nuestros maridos e hijas. Por última vez. Bajo la nevada, nos vamos a trabajar. A nuestro trabajo que ya no es nuestro trabajo. Por última vez. Entre las multitudes, cogemos nuestros trenes y nuestros autobuses. Esos trenes y autobuses que ya no son nuestros trenes y autobuses…

      Por última vez. A través de la Ciudad Ocupada, vamos arrastrando los pies.

      Salimos arrastrando los pies de la estación de Shiinamachi. Bajo el aguanieve. Por última vez. Nos alejamos por la calle, arrastrando los pies. Por el barro. Por última vez. Hasta el Banco Teikoku. El Banco Teikoku que ya no es un banco…

      Por última vez. Abrimos la puerta corredera. Esa puerta que ya no es una puerta. Por última vez. Nos sacamos los zapatos. ¿Dónde están ahora nuestros zapatos? Por última vez. Nos ponemos las pantuflas. ¿Dónde están nuestras pantuflas? Por última vez. Nos sentamos a nuestras mesas. Esas mesas que ya no son nuestras, que ya no son nuestras mesas…

      Por última vez.

      Entre los papeles y entre los libros de contabilidad, esperamos a que abra el banco. Por última vez, en este último día, el 26 de enero de 1948.

      Vemos que las manecillas del reloj marcan las nueve y media. Por última vez. El banco abre y empieza la jornada. Por última vez. Atendemos a los clientes. Por última vez. Escribimos en los libros de contabilidad.

      Bajo el resplandor de las luces, al calor de las estufas, oímos cómo la nieve se convierte en aguanieve y el aguanieve en lluvia, y cómo cae sobre el tejado del banco. Y nos preguntamos si hoy el banco cerrará temprano. Nos preguntamos si podremos salir temprano, volver a nuestras casas, volver con nuestras familias. Por culpa del tiempo,

      por culpa de la nieve.

      Pero la nieve se ha convertido en aguanieve, y el aguanieve en lluvia, de manera que hoy el banco no cerrará temprano y nosotros no podremos irnos temprano, no nos podremos volver temprano a nuestras casas,

      con nuestras familias.

      De manera que nos sentamos a nuestras mesas del banco, bajo el resplandor de las luces, al calor de las estufas, y miramos las manecillas del reloj y echamos vistazos a la cara de nuestro director, de nuestro director que está sentado a su mesa del fondo; sabemos que el señor Ushiyama, nuestro director, no está muy bien de salud. Se lo vemos en la cara. Se lo oímos en la voz. Sabemos que tiene dolores fuertes de vientre. Sabemos que hace casi una semana que los tiene. Todos sabemos lo que puede querer decir; sabemos que puede ser disentería y que puede ser fiebre tifoidea. En la Ciudad Ocupada,

      todos sabemos lo que puede querer decir.

      En la Ciudad Ocupada, sabemos

      que puede querer decir muerte, muerte.

      Pero él sobrevivirá a esto,

       sobrevivirá a

       esto…

      Por última vez. Vemos que las manecillas del reloj marcan las dos y vemos que el señor Ushiyama se levanta de su mesa del fondo, con la cara blanca y cogiéndose el vientre con las manos. Por última vez. Vemos que el señor Ushiyama hace una reverencia y escuchamos cómo se disculpa ante todos nosotros. Por última vez. Vemos cómo el señor Ushiyama se marcha temprano.

      Y todos sabemos lo que esto puede querer decir.

      Sabemos que puede querer decir muerte.

       Pero él sobrevivirá, él seguirá con vida. En su casa, que sigue siendo su casa, con su familia, que sigue siendo su familia…

      Pero hoy no nos marchamos temprano. No nos volvemos a nuestras casas y no nos volvemos con nuestras familias. Nos quedamos sentados a nuestras mesas, bajo el resplandor de las luces, al calor de las estufas, y seguimos atendiendo a nuestros clientes y escribiendo en nuestros libros de contabilidad. Y escuchamos el ruido de la lluvia.

      Y miramos las manecillas del reloj.

      Vemos que las manecillas del reloj llegan a las tres y el banco cierra sus puertas hasta el día siguiente. Rodeados de montones de recibos, ponemos en orden las transacciones de la jornada. Por última vez. Rodeados de montones de billetes, cuadramos el dinero de la jornada. Por última vez. Y luego oímos los golpecitos en la puerta lateral. Por última vez.

      Levantamos la vista para mirar las manecillas del reloj.

      Por última vez:

      Son las tres y veinte del lunes 26 de enero de 1948.

      Las tres y veinte en la Ciudad Ocupada.

      Y ahora llaman a la puerta lateral.

      Las tres y veinte y él ha llegado.

      Nuestro asesino ha llegado.

      Miramos cómo la señorita Akuzawa se levanta para abrirle la puerta lateral a nuestro asesino. Dice usted que tiene cuarenta y dos años. Nuestro asesino presenta su tarjeta de visita: Dr. Jiro Yamaguchi, Oficial Técnico del Ministerio de Salud y Bienestar. Dice usted que tiene cincuenta y cuatro años. Nuestro asesino pregunta por el director. Dice usted que tiene cuarenta y seis años. La señorita Akuzawa le pide a nuestro asesino que entre por la puerta principal. Dice usted que tiene cincuenta y ocho años. Nuestro asesino vuelve a salir. Dice usted que mide metro sesenta y dos. Nuestro asesino abre la puerta principal. Dice usted que mide metro sesenta. La señorita Akuzawa tiene un par de pantuflas listas para él. Dice usted que mide metro

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