Ciudad ocupada. David Peace

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Ciudad ocupada - David Peace страница 6

Ciudad ocupada - David  Peace Sensibles a las Letras

Скачать книгу

hunde la jeringa en el líquido. Tú nos maldices como las víctimas. Todos miramos cómo nuestro asesino extrae una medida del líquido con la jeringa. Te contentas con recordarnos en el blanco y negro de nuestras muertes. Todos miramos cómo nuestro asesino abre la boca. No sabes nada de cómo éramos en vida y en colores. Todos miramos cómo nuestro asesino apoya la lengua sobre los incisivos de abajo y luego la recoge bajo el labio inferior. Somos simples evidencias de la escena de un crimen. Todos miramos cómo nuestro asesino se pone el líquido sobre la lengua. Somos simples cadáveres en un libro criminal; cadáveres, nunca personajes. Todos miramos cómo nuestro asesino echa la cabeza hacia atrás. En vida no nos conociste. Todos miramos cómo nuestro asesino se mira el reloj de pulsera, con la mano derecha en alto. Solamente nos descubriste por nuestras muertes. Todos miramos cómo nuestro asesino baja la mano. En la escena de un crimen. Todos escuchamos cómo nuestro asesino nos dice que la medicina nos puede dañar las encías y los dientes, o sea que tenemos que tragarla rápido. En un libro criminal. Todos asentimos con la cabeza. Nuestros nombres, nuestras caras. Todos escuchamos cómo nuestro asesino nos dice que exactamente un minuto después de que hayamos tomado la primera medicina, nos administrará la segunda. En texto y en fotografías. Todos miramos el segundo frasco, el de 500 cc, el que dice SECOND DRUG. Reducidos a un simple número. Todos escuchamos cómo nuestro asesino nos dice que después de tomar la segunda medicina podremos beber agua o enjuagarnos la boca. Doce, siempre escribirás 12. Ahora nuestro asesino nos dice a todos que levantemos las tazas. En este número, este número 12. Todos nos llevamos las tazas a los labios. En este número, volvemos a morir. Y ahora todos bebemos. Una y otra vez y otra vez y otra vez y otra vez y otra vez y otra vez y otra vez y otra vez y otra vez y otra vez y otra vez y otra vez y otra vez y otra vez y otra vez. Nuestro asesino nos dice que nos dejemos caer las gotitas de líquido sobre la lengua. Porque no somos doce. Y ahora todos notamos el sabor amargo del líquido. Somos Sutejiro Takeuchi, Yoshiyasu Watanabe, Hidehiko Nishimura, Shoichi Shirai, Miyako Akiyama, Hideko Uchida, Yoshio Sawada, Teruko Kato, Tatsuo Takizawa, Ryu Takizawa, Takako Takizawa y Yoshihiro Takizawa. Todos nos lo tragamos. Los que ahora estamos en el color gris. Y todos oímos a nuestro asesino decirnos que nos administrará el segundo fármaco dentro de exactamente sesenta segundos. Nosotros, los que a cada minuto nos agitamos. Vemos a nuestro asesino mirarse el reloj de pulsera. Los que a cada minuto lloramos. Lo vemos mirarse fijamente el reloj de pulsera. Llorar y esperar. Todos esperamos el segundo fármaco. Esperar y mirar. Todos miramos cómo nuestro asesino nos va poniendo el segundo fármaco en las tazas. Esperar y coger las tazas. Todos volvemos a coger las tazas. Cogerlas y volver a esperar. Volvemos a esperar mientras nuestro asesino se mira el reloj de pulsera y volvemos a esperar la señal. La sonrisa. Ahora vemos que nuestro asesino nos hace la señal a todos para que volvamos a beber. Con una sonrisa. Y todos bebemos. Y tú sonríes mientras bebemos. Y todos vemos a nuestro asesino esperar. Sin dejar de sonreír. Y todos vemos que nuestro asesino nos sigue mirando. Con esa sonrisa en tu cara. Y ahora todos sentimos el segundo líquido en la boca, lo sentimos en la garganta y lo sentimos en el estómago. Pero tú estás sonriendo. Y ahora todos oímos a nuestro asesino decirnos que nos enjuaguemos la boca. Sin dejar de sonreír, sin dejar de sonreír, sin dejar…

      Son las tres y veinte minutos del lunes 26 de enero de 1948, en Tokio, y yo estoy bebiendo y estoy bebiendo y estoy bebiendo y estoy bebiendo y estoy bebiendo y estoy bebiendo y estoy bebiendo y estoy bebiendo y estoy bebiendo y estoy bebiendo y estoy bebiendo y estoy bebiendo y estoy bebiendo y ahora, ahora corremos y sufrimos arcadas, nos tambaleamos y perdemos el equilibrio, y empezamos a caer y a caer y a caer.

      Infectados, caemos y caemos.

      Caemos. Caemos.

      Caemos con lágrimas en la cara.

      Con lágrimas y lágrimas.

      Estamos llorando. Estamos llorando.

      Lloramos todo el tiempo.

      Lloramos a cada minuto,

      aquí. Pero en la Ciudad Ocupada, son las tres y veinte,

      ahora son las tres y veintiuno,

      ahora las tres y veintidós,

      y veintitrés.

      En la Ciudad Ocupada, los minutos y las horas, los días y las semanas, los meses y los años pasarán. Pero en la Ciudad Perpleja, en la Ciudad Póstuma, entre dos lugares, los minutos y las horas, los días y las semanas, los meses y los años no pasarán.

      Aquí donde a cada minuto es enero, pero donde enero no es enero, aquí donde a cada minuto es 1948,

      pero donde 1948 no es 1948;

      aquí donde no envejecemos.

      En la Ciudad Perpleja, en la Ciudad Póstuma,

      a cada minuto son las tres y veinte.

       Pero aun así te vemos envejecer, te vemos

       envejecer y te vemos olvidar…

      Aquí, donde a cada minuto son las tres y veinte.

      Aquí, donde a cada minuto es gris.

      Y estoy cayendo al color gris, estoy cayendo, estoy cayendo, estoy cayendo, estoy cayendo, estoy cayendo, estoy cayendo, estoy cayendo, estoy cayendo.

      Estoy cayendo, estoy cayendo.

      Estoy cayendo.

      Cayendo.

      Aquí, en la Ciudad Perpleja, la Ciudad Póstuma, esta ciudad que no es ninguna ciudad, en el lugar gris, este lugar que no es ningún lugar,

      todos caemos, alejándonos de la luz,

      de la Ciudad Ocupada,

      todos caemos, a la tierra y al cielo,

      todos caemos, caemos, caemos.

       De tu ciudad y a nuestros ataúdes…

      Doce ataúdes baratos de madera.

       Tu ciudad, nuestro ataúd …

      Aquí, aquí.

      Bajo la nieve. En la parte de atrás de un camión. Aparcado delante del banco. Bajo el aguanieve. Bajo la lona húmeda y pesada. Conducida por las calles. Bajo la lluvia. Al hospital. Al depósito de cadáveres. Bajo el aguanieve. A la morgue. Al templo. Bajo la nieve. Al crematorio. A la tierra y al cielo. En nuestros doce ataúdes baratos de madera.

       Ceniza en vez de pelo, tierra en vez de piel, entre los copos y los terrones / desafiamos al fuego y al rastrillo, a la pala y a la tumba / a la tumba de la tierra y a la tumba del cielo / en el abismo del cielo y en el abismo de la tierra / tu tierra y tu cielo, que no son nuestro cielo, ni

       nuestra tierra / ni aquí ni ahora

      Hacia las alturas caemos,

       hacia las profundidades…

      Estos doce ataúdes baratos de madera, en los que yacemos. Pero no yacemos quietos. En estos doce ataúdes baratos de madera, nos agitamos. En el color gris, nos agitamos. En esta ciudad, nos agitamos.

Скачать книгу