La liturgia, casa de la ternura de Dios. José Rivera Ramírez

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La liturgia, casa de la ternura de Dios - José Rivera Ramírez

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A LA CUARESMA 113

       MIÉRCOLES DE CENIZA 116

       DE SUS CUADERNOS 129

       SENTIDO CRISTIANO DE LA CUARESMA 129

       RETIRO DE CUARESMA PARA SACERDOTES 132

       SACRAMENTO DE LA PENITENCIA 138

       EL SENTIDO DE LA CRUZ 158

       JESUCRISTO SALVADOR 171

       EL MISTERIO DEL PECADO 178

       SEMANA SANTA 189

       DE SU DIARIO 189

       AL HILO DE LOS DÍAS: SEMANA SANTA 189

       AL HILO DE LOS DÍAS: LAS RIQUEZAS DE LA PASCUA 198

       LA EXPIACIÓN 213

       DE SUS CUADERNOS 216

       NOTAS SOBRE LA SEMANA SANTA 216

       PARA VIVIR LA SEMANA SANTA 225

       LA AGONÍA DE GETSEMANÍ 230

       NOTA SOBRE EL SALMO MISERERE 255

       CHARLAS: SEMANA SANTA 258

       DE SUS PREDICACIONES 279

       HOMILÍA JUEVES SANTO 1983 279

       CONSIDERACIONES SOBRE LA LITURGIA DEL VIERNES SANTO 286

       HOMILÍA VIERNES SANTO 1983 289

       VIGILIA PASCUAL 295

       DOMINGO DE RESURRECCIÓN 301

       PENTECOSTÉS 309

       DE SU DIARIO 309

       PREPARANDO PENTECOSTÉS 309

       DE SUS CUADERNOS 327

       NOTAS PARA RETIRO DE PENTECOSTÉS 1979 327

       RETIRO ESPIRITUAL EN LA VIGILIA DE PENTECOSTÉS 1981 334

       NOTAS RETIRO VIGILIA DE PENTECOSTÉS 1982 338

       DE SUS PREDICACIONES 341

       EL ESPÍRITU SANTO: PERSONA DIVINA 341

       EL DON DEL ESPÍRITU SANTO 367

      INTRODUCCIÓN

      Así me gustaría introducir estos escritos del Venerable José Rivera sobre la liturgia y su vivencia que la Fundación José Rivera desea publicar. Vienen a recoger —aunque enriquecidos con otros textos— aquellos primeros Cuadernos sobre los diversos tiempos litúrgicos publicados no mucho después de su muerte. Y que nacieron precisamente como las primeras sorpresas ante el hallazgo de un Diario, escrito del Venerable, que sorprendió a todos, propios y extraños, por su volumen y su transparencia espiritual.

      Quien tenga ocasión de acercarse a su Diario constatará que estos textos son resonancias del mismo, en el que refleja esplendorosamente su modo personalísimo de vivir toda su vida «pegado» a la liturgia de la Iglesia madre. Es decir, viviendo siempre al compás del año litúrgico de la Iglesia, fiesta tras fiesta de las que nos propone la liturgia, en la compañía y amistad de los santos que nos acompañan especialmente desde la propia liturgia. Y sobre todo, sabiendo vivir e iluminar todos los acontecimientos de la vida diaria y del ministerio sacerdotal desde el hontanar de la liturgia, que en su valor más profundo es Cristo resucitado y su Espíritu acompañando y fecundando nuestras vidas, en permanente camino de Emaús.

      En el tesoro de la liturgia, el Venerable Rivera encontró siempre la ternura de Dios, que lo acariciaba y levantaba una y otra vez de sus desánimos y dificultades. Volver al agua viva de la liturgia era promesa de nuevas gracias y avances en el camino de la santidad siempre buscado y pretendido. Así, al compás de la liturgia, Dios supo hacer con él el camino de su personal historia de salvación. Comenzaba el año litúrgico y cada nuevo tiempo como quien estrena gracia, como quien se abre a la sorpresa del amor de Dios Padre, que en la liturgia gusta de despertar en nosotros la sed de él más fuerte y santificadora.

      En un Sábado Santo, de esos ajetreados por la abundante predicación y entrevistas, acompañado por un fuerte dolor de cabeza que «se resiste a las cafiaspirinas», encuentra el momento de ternura divina «tan recalcada en estos días santos», en un detalle concreto:

      «Ayer, un tanto al azar, en uno de esos momentos en que estás “haciendo tiempo”, tomé el libro Dios les basta, y lo abrí y topé con aquella frase —ya conocida— de santa Teresa de Lisieux: “Hermana mía, usted quiere la justicia de Dios, y la tendrá. Porque el alma recibe exactamente de Dios lo que de él espera”. Salí llorando, porque en unos momentos en que tengo tan presente mi fracaso, me asegura cabalmente el éxito. Pues, esto es cierto, siempre he esperado de Dios el amor sin más, y lo he esperado en circunstancias, diríamos, desesperantes. Y por ello estoy seguro de recibirlo. Exactamente eso, pero en abundancia infinitamente mayor» (Diario, p. 56).

      La liturgia es para don José, junto con la Palabra de Dios, la fuente principal de la vida cristiana y la fuente de todo el vivir del hombre, de la sociedad, de la Iglesia y del mundo. Como el hontanar donde el hombre de fe, que vive del misterio, sabe encontrar siempre nuevas gracias. Es incesante su preocupación por encontrar en la liturgia, sobre todo en la eucaristía, el texto o el momento que ilumina la tarea y la acción concreta, la circunstancia y la prueba que el amor de Dios nos procura cada día y en cada momento. Don José contempla la Iglesia y el mundo, a cada persona con la que trata, como brotando del amor de las personas divinas, que se nos revela amor personal en la liturgia y también se nos comunica eficazmente.

      Además, entraba en la liturgia, en el año litúrgico, como pastoreando y sabiendo llevar hasta el altar de la Palabra y de la ofrenda a cada uno de todos:

      «Entremos yo y todos los que Dios me ha confiado en el Adviento. Tiempo de gracia peculiar. Esperemos realmente su venida, la arremetida especialmente intensa de su amor sobre nuestro egoísmo disimulado, disfrazado de mil modos. Y esperemos en primer lugar una intensificación de sus iluminaciones para discernir nuestros disfraces de sus confortaciones, para dejarnos desnudar de ellos» (Diario, p. 273).

      Así, con frecuencia comentaba esperar más —infinitamente más— de la liturgia, de un tiempo litúrgico fuerte, que de todos los planes pastorales juntos.

      El comienzo del año litúrgico es actualización de grandes promesas y gracias por parte de Dios. Abre el horizonte de nuevas gracias, de nuevas

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