La liturgia, casa de la ternura de Dios. José Rivera Ramírez

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La liturgia, casa de la ternura de Dios - José Rivera Ramírez

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de su plan de salvación, la realización progresiva y siempre admirable y «escandalosa» del mismo en la historia. Sabiduría que nos es expresada, hablada, dicha para nosotros en Cristo y que puedo disfrutar, gozar y saborear por la íntima comunicación del Espíritu Santo.

      b) Actitud contemplativa:

      Por todo lo que venimos diciendo, lo más importante es contemplar: «mirar a Cristo», fuente de este conocimiento y comunicación. Crecer en una atención amorosa cada vez más continua del misterio que celebramos y que quiere centrar todo el día, todo el domingo o fiesta, toda una temporada o toda nuestra vida.

      c) Adoradores en espíritu y verdad:

      Adorar significa dejarse divinizar cada vez más, «entusiasmados» por el misterio. Movidos por el Espíritu Santo para adorar al Dios tres veces santo; iluminados, aclarados por la verdad que es Cristo, es decir, hechos verdaderos hijos de Dios. En actitud gloriosa y glorificadora de la Trinidad.

      d) Esperanza cierta:

      Deseo confiado de recibir fructuosamente toda esta gracia por la seguridad de la acción de las personas divinas, por la certeza de la acción de la Iglesia.

      Necesidad de purificar continuamente la esperanza, liberándola de deseos malos, inútiles, falsamente mesiánicos que distraen del misterio.

      e) Crecimiento continuo:

      La vida divina se nos comunica purificándonos y divinizándonos en progresión siempre creciente. De ahí la importancia de una actitud receptiva cada vez más pura.

      El año litúrgico y su forma progresiva de celebración modera y equilibra en nosotros el deseo de recibir, la urgencia de responder a tanta gracia, la atención sosegada a la voluntad de Dios, la paciente espera de los frutos.

      Para prepararse mejor a cada tiempo litúrgico o fiesta es preciso meditar despaciosamente los textos de la misa y de la Liturgia de Horas. Ayudará también leer algún documento bíblico con sabor espiritual y sapiencial y algún estudio de la liturgia en general o de los distintos tiempos litúrgicos.

      Es muy necesario y conveniente saber integrar y acomodar a la liturgia, en sus tiempos y fiestas, las diversas formas de la piedad personal (adoración al Santísimo, rosario, viacrucis…), para que así ayuden más eficazmente a la perfección de toda la personalidad cristiana, unifiquen y enriquezcan la vida cristiana. Y esas devociones y sus formas de expresión tengan siempre a la liturgia de la Iglesia como fuente última de inspiración y moderación.

      (Notas para la reflexión)

      La vida del cristiano es vida de hijo de Dios, vida plenamente filial que recibe del Padre por Cristo en el Espíritu Santo. Esta vida no se recibe en abstracto, sino «en» la Iglesia, nunca al margen de ella o fuera de ella.

      1. Elementos fundamentales:

      —Presencia activa y eficaz de las personas divinas: acción fontal del Padre, entrega continua-eterna del Hijo, donación muy eficaz del Espíritu Santo.

      —Palabra de Dios especialmente proclamada, sobre todo, en los tiempos litúrgicos que llamamos «fuertes». Palabra siempre eficaz y transformadora.

      —Signos y gestos litúrgicos, expresivos y eficaces para comunicarnos los misterios de nuestra fe.

      —Celebración de todos los misterios de la vida de Cristo: verdadera comunión —simultaneidad— con ellos. También celebración del misterio de Cristo en María y en los santos.

      2.- Visión de fe

      Examinar la visión de fe del año litúrgico como gracia de Dios ofrecida en la Iglesia. Sentido de indignidad, de necesidad de esta gracia. Visión de la sabiduría del Padre que manifiesta el año litúrgico, expresada en el Hijo que es la sabiduría y comunicada interior y sabrosamente por el Espíritu Santo.

      Conciencia de la eficacia del año litúrgico bien vivido, por la acción del Espíritu Santo que actúa en la Iglesia. Deseo confiado, receptividad continua a la acción litúrgica, a la iniciativa divina que manifiesta. Atención a la liturgia que vivo desde todos los campos de mi vida: trabajo, estudio, oración, lecturas, santificación personal, abnegación, visión de la Iglesia, visión del mundo, organización de la vida (del día, de la semana, del ritmo del año). Contraste que experimento con la organización del tiempo y del descanso que vive el mundo.

      Conocimiento de las personas divinas que me comunica la liturgia: sus cualidades, sus atributos, su manera de actuar, sus acciones en los hombres y en el mundo, sus deseos, su acción en mí.

      «Mentalidad» litúrgica que se me va desarrollando: perfectamente integrada. Que integra los diversos niveles de mi persona en orden a la santidad: sensibilidad, manera de ver las cosas y los hombres, criterios, posturas, deseos…

      El año litúrgico como cristificación, configuración con Cristo continua: comunicación eficaz, inmediata del misterio de Cristo, entrando en comunión real con él, con su vida aquí en la tierra. Acción continua de Cristo sacerdote, con toda su eficacia…

      Necesidad de recibir y de cooperar a esta actividad de las personas divinas y de la Iglesia como miembros vivos del cuerpo místico…

      3.- Adviento

      Deseo de Cristo, Hijo de Dios, Verbo eterno y verdadero hombre. Deseo de Cristo como salvador. Conciencia de la necesidad de ser salvado, de ser liberado. Conciencia de la necesidad que tiene la Iglesia y cada uno de los hombres. Verdadera necesidad de salvación: profundidad que adquiere el criterio en mi vida real; manifestaciones…

      Actitud de esperanza: ver la virtud en general. Deseo confiado, continuo, permanente, radical, sin fisuras de esta salvación para mí y para los demás.

      Objetos de mis deseos: abnegación continua de apegos. Deseo de la vida eterna, del encuentro definitivo con Cristo. Conciencia de los obstáculos que pongo. Planteamiento cada vez más consciente de toda la vida como un continuo adviento de Cristo a mí y a los demás. No solo preparación para la Navidad, sino para todo el año litúrgico.

      4.- Navidad

      Amor a Cristo, Verbo encarnado para mí, porque es complacencia del Padre y del Espíritu Santo, porque nos es dado para esta complacencia perfecta y eterna. Intimidad con Cristo esposo.

      Tendencia fácil y gozosa a la oración: intimidad consciente y explícita. Contemplación abundante de Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre.

      «Intercambio que nos salva»: si mi vida va teniendo sentido centrada en Cristo.

      5.- Epifanía

      Manifestación de Cristo a todos los hombres. Si le reconozco en sus distintas manifestaciones y presencias. Y con fuerza y expresividad (Inhabitación, liturgia, sacramentos, Iglesia, pobres, sufrimientos, humillación, cruz, superiores…). Si voy siendo manifestación de Cristo cada vez más luminosa, más clara, más reconocible.

      6.- Tiempo anterior a Cuaresma

      Nos presenta la vida cristiana como seguimiento de Cristo. Conciencia de haber sido llamado ya desde el bautismo: iniciativa divina; Cristo ha venido a llevarme consigo.

      Vida de santidad, como vida de relaciones personales con

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