Memorias de Idhún. Saga. Laura Gallego

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Memorias de Idhún. Saga - Laura  Gallego Memorias de Idhún

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que quería en aquellos momentos de su vida: un modo de vencer a Kirtash y Elrion, los asesinos de sus padres, y un refugio seguro hasta que estuviera preparado para enfrentarse a ellos. Y lo demás le importaba bien poco, porque, a pesar de todo, no se sentía parte de Idhún ni compartía los ideales de la Resistencia.

      Jack se encogió de hombros y fue a darse una ducha fría. Pero cuando salió del cuarto de baño, con el pelo mojado, y pasó por delante de una puerta cerrada, oyó a Shail pronunciar el nombre de Victoria, y se acercó de puntillas para pegar el oído a la puerta.

      —Entonces, la ha encontrado –oyó murmurar a Alsan desde el interior de la estancia–. Sabíamos que tarde o temprano ocurriría. Y sabes lo que debes decirle: que abandone su casa y venga a vivir aquí, a Limbhad. Es la única manera de que esté segura.

      —Pero no podemos hacer eso –replicó Shail–. Es una niña, ¿no lo entiendes? Tiene doce años, tiene una casa, una familia, una vida. No podemos pedirle que lo deje todo atrás.

      —Kirtash la matará, Shail. Sabes perfectamente que va tras ella. No es la primera vez que está a punto de atraparla.

      —Aquella vez fue en Suiza. En esta ocasión ha sido en Madrid. Kirtash no tiene modo de saber que esa es la ciudad donde vive.

      —A estas alturas, ¿no deberías haber aprendido ya a no subestimarlo?

      Hubo un breve silencio.

      —La persiguió en el metro –explicó Shail–. No la siguió hasta su casa.

      —Pero la ha visto –hizo notar Alsan–. Ya sabe cómo es.

      —Sí. Maldita sea –suspiró Shail–. Kirtash jamás olvida una cara. ¿Qué debemos hacer?

      —Estar alerta, tal vez –respondió Alsan tras un momento de silencio–. Puede que no se moleste en buscarla. Al fin y al cabo, Victoria es solo una niña y, como tú has dicho alguna vez, su poder mágico no es gran cosa. Seguramente ella no saldría con vida si volvieran a encontrarse, pero para ello tendría que ponerse a buscarla. Y sabes que Kirtash no tiene tiempo para esas cosas porque va detrás de un objetivo mayor.

      —Sí –la voz de Shail sonó muy aliviada de pronto–. Sí, es verdad. Por suerte, Kirtash no sabe lo que nosotros sabemos acerca de Victoria: que en algún momento de su vida se cruzó con Lunnaris. Si lo supiera...

      Jack dio un respingo. Era la primera vez que oía pronunciar aquel nombre, Lunnaris, y escuchó con más atención.

      —... Si lo supiera, Shail, no intentaría matarla –hizo notar Alsan–. Se la llevaría consigo para sonsacarle toda esa información, y no me cabe duda de que lo conseguiría, a pesar de que ella no la recuerda. Hoy por hoy, Victoria es la única pista que tenemos para llegar hasta Lunnaris. Por eso creo que deberíamos protegerla aquí en Limbhad. Pero, por otro lado... –calló un momento–. Por otro lado –continuó–, estoy viendo a Jack todos los días aquí encerrado, sin ver la luz del sol, sin ningún lugar a donde ir, sin nada que hacer a excepción de entrenar con la espada todo el día, y confieso que me sentiría culpable si condenara también a Victoria a una vida como esa. Por más que ella parezca sentirse a gusto aquí.

      —Ahora está muy asustada. Quizá no quiera volver a su casa en algún tiempo.

      —No es una buena idea. O vuelve antes de que nadie la eche de menos, o no vuelve nunca más. Pero si tarda en regresar, su abuela se preocupará y comenzará a buscarla, y eso podría poner a Kirtash sobre la pista y llevarlo directamente al lugar donde ella vive en la Tierra.

      —Entonces, ¿qué propones?

      —Dejar que ella decida –dijo Alsan tras pensárselo un momento–. Creo que es la mejor opción. Ve a hablar con ella y pregúntale...

      —No, ahora no –cortó Shail, con firmeza–. Estará con Jack, seguramente. Necesitará desahogarse.

      Jack se sintió culpable. Hacía un buen rato que sabía que Victoria había sido atacada por Kirtash y, en lugar de ir corriendo para ver si se encontraba bien o necesitaba algo, estaba allí, espiando detrás de la puerta. Se alejó pasillo abajo, muy confuso, y fue a buscar a Victoria.

      La encontró en el salón; había esparcido sus deberes de matemáticas por toda la mesa, y trataba de concentrarse en ellos, mientras acariciaba distraídamente a la Dama, su gata, que estaba acomodada en su regazo. Jack sintió un ramalazo de nostalgia por la vida que había dejado atrás. Hasta hacía solo unas horas, Victoria todavía vivía en un lugar seguro y podía hacer cosas tales como ir al colegio y estudiar matemáticas. Jack cerró los ojos y pensó que daría lo que fuera por volver a estar en su cuarto, estudiando matemáticas, por tener un colegio, una casa a la que poder regresar después de clase y una familia que lo estuviese esperando en ella. Y se preguntó si el ataque de aquella tarde no habría acabado también con la vida segura y tranquila de la que Victoria disfrutaba más allá de Limbhad. En cualquier caso, parecía claro que ella se había puesto a hacer los deberes para tener algo en que pensar y olvidar cuanto antes aquel encuentro con Kirtash.

      La contempló un momento, con cariño, y pensó en lo cerca que había estado de perderla aquella tarde. Se estremeció solo de pensarlo.

      La chica levantó la cabeza al sentir que él la estaba mirando.

      —Las matemáticas solo dan problemas –sonrió ella. Jack le devolvió la sonrisa.

      —¿Quieres que te ayude? –se ofreció.

      Se sentó junto a ella y echó un vistazo a sus apuntes. La Dama saltó sobre la mesa para curiosear lo que estaban haciendo, y Jack la apartó con suavidad. Vio que Victoria se estremecía, y la miró.

      —¿Estás bien? ¿Tienes frío?

      Cubrió los hombros de la chica con su propia chaqueta. A Victoria le encantaban aquellos gestos suyos, le gustaba cómo cuidaba de ella sin hacer de «hermano mayor», como Shail y Alsan, sino, simplemente, tratándola con el cariño y la confianza de un buen amigo. Lo miró un momento y se sintió de pronto muy unida a él sin saber por qué. Alsan y Shail eran mayores que Victoria, habían nacido y crecido en Idhún y no podían comprender lo que había significado para ella que irrumpiesen en su vida. Pero Jack sí, porque, además de tener más o menos su misma edad, acababa de pasar por una experiencia similar. Se compenetraban muy bien y, sin embargo, a veces parecía que aquella amistad no llegaba a cuajar porque Jack estaba demasiado obsesionado con su entrenamiento como guerrero.

      —Gracias –dijo, e intentó volver a los ejercicios de matemáticas. Pero Jack puso la libreta fuera de su alcance y la obligó a mirarlo de nuevo.

      —Sé lo que ha pasado –susurró–. ¿Estás bien? ¿Te ha hecho daño ese malnacido?

      Victoria se dio cuenta de que Jack estaba muy serio, extraordinariamente serio, y sintió una extraña calidez por dentro.

      —No –dijo–. No llegó a alcanzarme.

      Pero se estremeció de nuevo al recordarlo. Jack conocía esa sensación, ese frío que se sentía después de haber visto de cerca a Kirtash, y que no se iba simplemente abrigándose o acercándose al fuego. De modo que la abrazó, tratando de infundirle algo de calor.

      Y funcionó. Victoria cerró los ojos y se dejó llevar por su abrazo, sintiendo cómo la calidez de Jack fundía poco a poco el hielo que había envuelto su

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