El libro de las mil noches y una noche. Anonimo
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу El libro de las mil noches y una noche - Anonimo страница 198
"¡Aquí estamos todos aguardando tus palabras!"
Entonces el visir Dandán avanzó hasta el rey, y exclamó: "¡Sabe, ¡oh rey del tiempo!, que efectivamente es perjudicial que permanezcamos por ahora al pie de los muros de Constantinia! En primer lugar, tú mismo estarás deseando ver a tu hijo Kanmakán y a tu sobrina Fuerza del Destino, hija de nuestro difunto príncipe Scharkán, la cual está en Damasco, en el palacio, al cuidado de las esclavas. Y todos sufrimos, como tú, el gran dolor de vernos alejados de nuestro país y de nuestras casas.
Mi opinión es que regresemos a Bagdad, para volver aquí más adelante, y destruir entonces esta ciudad descreída, y que sólo puedan anidar en ella los cuervos y los buitres".
Y el rey dijo: "¡Verdaderamente, mi visir, has contestado de acuerdo con mi parecer!" Y enseguida mandó anunciar a todo el campamento, por medio de los pregoneros, que dentro de tres días se verificaría la partida.
Y en efecto, al tercer día se levantó el campo, y el ejército tomó el camino de Bagdad con las banderas desplegadas y haciendo sonar las trompetas. Y pásados días y noches llegó a la Ciudad de Paz, donde le recibieron con grandes transportes de alegría todos los habitantes.
En cuanto al rey Daul'makán, lo primero que hizo fué abrazar a su hijo Kanmakán, que ya tenía siete años, y lo segundo llamar a su antiguo amigo, el viejo encargado del hammam. Y cuando lo vió, se levantó del trono en honor suyo, le abrazó, le hizo sentar a su lado, y lo elogió mucho delante de todos sus emires y de todos los presentes.
Y durante todo aquel tiempo el encargado del hammam se había puesto desconocido a fuerza de reposo y de comer y beber, y había engrosado hasta el límite de la gordura. Su cuello parecía el de un elefante, su vientre 'el de una ballena, y su cara estaba tan reluciente como un pan recién salido del horno.
Empezó por excusarse de aceptar la invitación del rey, que le ordenaba sentarse a su lado, y le dijo: "¡Oh mi señor! ¡que Alah me libre de cometer semejante abuso! ¡Ya hace mucho tiempo que pasaron los días en que me estaba permitido sentarme en tu presencia!"
Pero el rey Daul'makán le dijo: "Esos tiempos tienen que volver de nuevo para ti, ¡oh padre mío! ¡Pues fuiste quien me salvó la vida!" Y obligó al encargado a sentarse en los grandes almohadones del trono.
Entonces el rey dijo: "¡Quiero que me pidas un favor, pues estoy dispuesto a otorgarte cuanto desees, aunque fuera el compartir contigo mi reino! ¡Habla, pues, y Alah te oirá!"
Entonces el anciano dijo: "¡Quisiera pedirte una cosa que deseo desde muchos años, pero temo parecerte indiscreto!" Y el rey se apresuró a contestar: "¡Tienes que hablar sin ningún temor!"
Y el anciano dijo: "¡Tus órdenes están sobre mi cabeza! He aquí lo que deseo: que me nombres presidente de los encargados de los hammanes de la Ciudad Santa, que es mi ciudad!"
Al oír estas palabras, el rey y todos los presentes se rieron en extremo; y el encargado, creyendo que su petición era exorbitante, se vió en el límite de la desolación.
Pero el rey dijo: "¡Por Alah! ¡Pídeme otra cosa!"
Y el visir Dandán se acercó sigilosamente al encargado, le pellizcó en una pierna, le guiñó el ojo, como diciéndole:
"¡Pide otra cosa sin ningún reparo!"
Y el anciano dijo: "¡Entonces, ¡oh rey del tiempo! desearía que me nombrases jeique principal de la corporación de basureros de la Ciudad Santa, que es mi ciudad!" Al oír estas palabras, el rey y los presentes se vieron acometidos de una risa loca, que les hizo levantar las piernas al aire.
Después el rey exclamó:
"¡Vamos, hermano mío! es forzoso que me pidas algo que sea digno de ti, y que verdaderamente valga la pena". Y el anciano dijo: "¡Temo que no me la puedas otorgar!"
Y el rey contestó: "¡Nada hay imposible para Alah!" Y dijo el anciano: "¡Nómbrame, entonces, sultán de Damasco, en lugar del difunto príncipe Scharkán!" E inmediatamente mandó escribir el decreto, dándole, como nuevo rey, el nombre de Zablakán ElMujahed.
Después ordenó al visir Dandán que acompañase al nuevo soberano con una magnífica comitiva, y que al regreso trajese a la hija del difunto príncipe Scharkán, Fuerza del Destino. Y antes de la partida, se despidió del encargado del hammam, y le recomendó que fuese bueno y fuese justo con sus súbditos. Después dijo a los presentes:
"¡Cuantos me tengan afecto, manifiesten su alegría al sultán Zablakán con regalos!" Y enseguida afluyeron los presentes al nuevo rey, que fué revestido por el mismo Daul'makán con el traje regio; v cuando terminaron todos los preparativos, le dió para su guardia cinco mil jóvenes mamalik, y le entregó además un palanquín regio que era rojo y dorado. Y así fué como el encargado del hammam, convertido en sultán Zablakán ElMujahed, y seguido de toda su guardia, del visir Dandán, de los emires Rustem, Tuskash y Bahramán, salió de Bagdad y llegó a Damasco, su reino.
Y la primera diligencia del nuevo rey fué disponer enseguida una comitiva espléndida que acompañase hasta Bagdad a la joven princesa de ocho años Fuerza del Destino, hija del difunto príncipe Scharkán. Y puso a su servicio diez doncellas y diez negros, y les entregó muchos regalos, especialmente esencia pura de rosas, dulce de albaricoque en cajas bien resguardadas contra la humedad, sin olvidar los deliciosos pastelillos, tan frágiles, que probablemente no llegarían enteros a Bagdad. Y también les dió veinte tarros llenos de dátiles cristalizados con jarabe perfumado de clavo, veinte cajas de pasteles de hojaldre, veinte cajas de dulces, encargados especialmente en las mejores dulcerías de Bagdad. Y todo se cargó en cuarenta camellos, sin contar los grandes fardos de sedas y telas de oro tejidas por los tejedores más hábiles del país de Scham, y armas preciosas, vasijas de cobre y de oro repujado, y bordados.
Terminados estos preparativos, el sultán Zablakán quiso hacer un espléndido regalo en dinero al visir, pero éste le dijo: "¡Oh rey! todavía eres nuevo en este reino, y necesitarás hacer mejor uso de ese dinero que el de dármelo". Después se puso en marcha la comitiva, y al cabo de un mes, porque Alah lo quiso, llegaron todos a Bagdad con buena salud.
Entonces el rey Daul'makán recibió con grandes transportes de alegría a la niña Fuerza del Destino, y la entregó a su madre Nozhatú y a su esposo el gran chambelán. Y le dió los mismos maestros que a Kanmakán; y ambos niños llegaron a ser inseparables, y experimentaron el uno por el otro un afecto que fue creciendo con la edad. Y tal estado de cosas duró diez años, durante los cuales el rey no perdía de vista los armamentos y preparativos para la guerra contra los descreídos rumís.
Pero a consecuencia de todas las fatigas y todas las penas de su malograda juventud, la fuerza y la salud del rey Daul'makán declinaban diariamente. Y como su estado empeoraba de una manera alarmante, mandó llamar al visir Dandán, y le dijo: "¡Oh mi visir! voy a someterte un proyecto que deseo realizar. ¡Respóndeme con toda tu rectitud!"
El visir dijo: "¿Qué hay, ¡oh rey del tiempo!?" y dijo el rey: "¡He resuelto abdicar en favor de mi hijo Kanmakán! ¡Me alegraría verlo reinar antes de mi muerte! ¿Cuál es tu opinión, ¡oh visir lleno de sabiduría!?"
El visir Dandán besó la tierra entre las manos del rey, y con voz muy conmovida dijo: "El proyecto que me sometes, ¡oh rey afortunado y dotado de prudencia y equidad! no es realizable ni oportuno por dos motivos: el primero, porque tu hijo el príncipe Kanmakán es todavía muy joven, y el segundo, porque es cosa cierta que el rey que hace reinar a su hijo en vida