El libro de las mil noches y una noche. Anonimo

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El libro de las mil noches y una noche - Anonimo

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de la cabeza de todos los bandidos!

      Pero la cosa más sorprendente de mi vida en las ciudades y en el desierto es la que vais a oír:

      "Una noche que estaba echado sobre la arena junto a mi caballo, sentí oprimida mi alma por el peso de los maléficos hechizos de mis enemigas las brujas. Fué para mí una noche terrible entre todas las noches, pues tan pronto ladraba como un chacal, o rugía como un león, o me quejaba sordamente, echando baba como un camello. ¡Qué noche! ¡Y con qué impaciencia aguardaba yo su fin y la aparición de la mañana! Al fin se aclaró el cielo y se calmó mi inquietud. Y entonces, para librarme de los últimos vestigios de aquellos sueños malditos, me levanté enseguida, me ceñí el alfanje, cogí mi lanza, salté sobre mi corcel y lo lancé al galope, más rápido que la gacela.

      "Y mientras galopaba de tal suerte, vi delante de mí un avestruz que me miraba.

      Estaba plantado muy tranquilo frente a mi caballo, y me disponía a llegar sobre él; pero cuando iba a darle con la lanza, se volvió rápidamente, abrió sus grandes alas, y salió como una saeta a través del desierto. Le perseguí de aquella manera, y me arrastró hasta una soledad toda desolada y llena de espanto, pues allí no había más presencia que la de Alah.

      Sólo se veían las piedras peladas.

      No se oía más que el silbido de las víboras, los gritos de los genios del aire y de la tierra, y los aullidos de los vampiros que buscan una presa. ¡Y el avestruz desapareció como por un agujero invisible o por algún sitio que yo no podía ver! ¡Y se estremeció toda mi carne!¡ Mi caballo se encabritó enseguida, y retrocedió resollando!

      "Entonces sentí una inquietud y un terror muy grandes, y quise volver riendas para retroceder. ¿Pero adonde podría ir cuando el sudor brotaba de los flancos de mi caballo, y el calor de mediodía era insoportable? Una sed atormentadora me abrasaba la garganta y hacía jadear al caballo, cuyo vientre subía y bajaba como un fuelle de fragua. Y pensé:

      "¡Oh Hamad! aquí morirás. ¡Y tu carne servirá de alimento a los cachorros de los vampiros y a las fieras del espanto! Aquí está la muerte, ¡oh beduíno!" Pero cuando me disponía a decir mi acto de fe y a morir, vi dibujarse a lo lejos una línea de frescura, poblada de palmeras: ¡Y mi caballo relinchó, sacudió la cabeza y se lanzó hacia adelante! Y en un galope me vi fuera del horror de aquel pelado y ardoroso desierto de piedra. Y delante de mí, cerca de un manantial que corría al pie de las palmeras, se levantaba una tienda magnífica, junto a la cual dos yeguas soberbias pacían la hierba húmeda y gloriosa.

      "Me apresuré a apearme y a abrevar mi caballo, cuyo hocico echaba fuego, y a beber también aquella agua límpida y dulce hasta hacer morir. Después saqué de mi alforja una cuerda muy larga, y até mi caballo para que pudiese refrescarse libremente en aquella pradera. Y hecho esto, me incitó la curiosidad hacia la tienda para ver lo que era aquello.

      Y he aquí lo que vi: "Sobre una estera muy blanca estaba sentado un joven de imberbes mejillas, tan hermoso como la luna en cuarto creciente; y a su derecha se hallaba en todo el esplendor de su hermosura una joven deliciosa, de cintura tan fina y flexible como la rama tierna del sauce.

      "En aquel mismo momento me enamoré hasta el límitte más extremo de la pasión, pero no sé exactamente si de la joven o del imberbe muchacho. Porque ¡por Alah! ¿qué es más hermoso: la luna o el cuarto creciente?

      "Y les dije: "¡La paz con vosotros!" En seguida la muchacha se cubrió el rostro, y el joven se volvió hacia mí, se levantó, y dijo:

      "¡Y por ti la paz!" Entonces proseguí: "¡Soy Hamad ben-El-Fezarí, de la tribu principal del Eufrates! ¡El guerrero famoso, el jinete formidable, aquel cuya valentía y temeridad vale por quinientos jinetes! ¡He dado caza a un avestruz, y la suerte me ha traído hasta aquí, por lo que vengo a pedirte un sorbo de agua!"

      Entonces el joven se volvió hacia la muchacha, y le dijo: "¡Tráele de beber y comer!" ¡Y la joven se levantó! ¡Y anduvo! ¡Y el ruido armonioso de los cascabeles de oro de sus tobillos marcaba cada paso suyo! ¡Y detrás de ella, su cabellera suelta la cubría por completo, y se balanceaba pesadamente hasta el punto de hacerla tropezar!

      Y yo, a pesar de las miradas del joven, contemplé con toda mi alma a aquella hurí, para no separar ya de ella mis ojos. Y volvió llevando en su mano derecha una vasija llena de agua fresca, y en la izquierda una bandeja con dátiles, tazas de leche y platos de carne de gacela.

      "Pero la pasión me poseía de tal modo, que no pude alargar la mano ni tocar ninguna de aquellas cosas. No supe sino mirar a la joven y recitar estos versos:

      "¡La nieve de tu piel, oh joven incomparable! ¡La negra tintura de henne está todavía fresca en tus dedos y en la palma de tus manos!

      "¡Creo ver, delante de mis ojos maravillados, que en la blancura de tus manos se dibuja la figura de algún ave brillante de negro plumaje!"

      "Cuando el joven oyó estos versos y notó el fuego de mis miradas, se echó a reír de tal modo, que le faltó poco para desplomarse.

      Después me dijo: "¡Veo verdaderamente que eres un guerrero sin par y un caballero extraordinario!" Y yo contesté: "Por tal me tengo. Pero tú, ¿quién eres?" Y alcé la voz para asustarle y hacerme respetar.

      Y el joven dijo: "Soy Ebad ben-Tamim ben-Thalaba, de la tribu de los Bani-Thalaba, y esta joven es hermana mía". Entonces exclamé: "¡Apresúrate a darme tu hermana por esposa, porque la amo con todo mi amor y soy de noble estirpe!" Pero él contestó:

      "Sabe que ni mi hermana ni yo nos casaremos jamás. Hemos elegido este oasis en medio del desierto para vivir en él tranquilamente nuestra vida, lejos de todo cuidado". Dije: "¡Necesito a tu hermana por esposa, o de lo contrario, gracias al filo de mi espada, cuéntate con los muertos!"

      "Oídas estas palabras, el joven saltó hacia el fondo de su tienda, y me dijo: "¡Guárdate, miserable, que desconoces la hospitalidad!

      Luchemos, pero a condición de que el vencido quedará a merced del vencedor". Y descolgó su alfanje y su escudo, mientras que yo corría en busca de mi caballo, saltaba a la silla y me ponía en guardia. Y el joven montó en su caballo, y se disponía a emplearlo cuando su hermana apareció con los ojos arrasados en lágrimas, y se abrazó a sus rodillas, recitando estos versos: ¡Oh hermano mío! ¡He aquí que por defender a tu hermana te expones al peligro de la lucha y a los golpes de un enemigo que desconoces! ¿Qué puedo hacer sino pedir al Ordenador de las victorias que triunfes y me guarde intacta de toda mancha, conservando para ti sólo la sangre de mi corazón? ¡Pero si el feroz Destino te arrebata, no creas que ningún país me verá viva, aunque sea el más bello de todos los países y se acumulen en él los productos de toda la tierra! ¡Y no creas que te sobreviva un instante! ¡La tumba encerrará nuestros cuerpos, unidos en la muerte como en la vida!

      "Cuando el joven oyó estos versos de su hermana, se le llenaron de lágrimas los ojos, se inclinó hacia la doncella, levantó un momento el velo que le cubría la cara, y la besó entre los ojos. Entonces pude ver las facciones de la joven, tan bellas como el sol que aparece surgiendo de una nube. Después el joven contuvo un instante su caballo, y recitó estos versos: ¡Tranquilízate, ¡oh hermana mía! y mira los prodigios que va a realizar mi brazo!

      Si no combato por ti, ¡oh hermana mía! ¿para qué quiero armas y caballo?

      Y si no lucho para defenderte, ¿para qué quiero la vida?

      Si retrocedo cuando está en peligro tu hermosura, ¿no será señal para que las aves de rapiña se lancen sobre un cuerpo desde ahora sin

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